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jueves, marzo 17, 2016

El Ame busca a un grande para el centenario



América vive un año especial al conmemorarse el centenario de la fundación del club y buscan que se convierta en uno memorable formando un equipo de época para todos sus seguidores por lo que tienen en la mira tres grandes nombres para su delantera: Zlatan Ibrahimovic, Fernando Torres y Radamel Falcao.

El conjunto de Coapa tiene en su agenda el nombre de los tres atacantes que militan en el fútbol europeo para contar con uno de ellos como refuerzo para el Apertura 2016.

En días recientes también se habló de la posibilidad que el Niño Torres llegara a Rayados de Monterrey por lo que no suena tan descabellado que el ariete español apareciera entre las opciones de los azulcremas.

En el caso de Radamel Falcao la situación tampoco luce tan lejana ya que el romperredes colombiano ha venido a menos desde que abandonó las filas del Atlético de Madrid al pasar por el Mónaco, Manchester United y Chelsea, en gran medida porque las lesiones no le han permitido encontrar regularidad.

El que parece más lejano de los tres delanteros es el sueco Ibrahimovic. El controvertido jugador recientemente se coronó en Francia y reportes de la prensa europea señalan que también es objeto de deseo de conjuntos ingleses, por lo que la tarea luce complicada para Ricardo Peláez y compañía.

De acuerdo al portal Transfermarket, el valor del cafetalero ronda los 23 millones de euros; el escandinavo tiene un precio cercano a los 15 millones de euros y finalmente el costo del ibérico se aproxima a los 7 millones de euros.

Fuente: Crónica.com.mx

jueves, febrero 18, 2016

“CENTENARIO” La novela Episodio 4



Escrito por Augustus Doors.

…Sonó el silbatazo inicial e inició el partido América vs Santos, al primer acercamiento de su equipo a la portería rival, Pepe volteó y localizó a los hombres del general que lo habían estado siguiendo desde que salió de su departamento. Se paró al bañó y uno de los hombres lo siguió y se quedó fuera. Regreso a su asiento y siguió pidiendo cervezas.  A la cuarta vez que se paró, los hombres rieron y decidieron no seguirlo.

Diez minutos después, al ver que no regresaba lo fueron a buscar y no encontraron  rastros de él en el estadio.

Pepe salió de estadio y tomó uno de los taxis que esperaban fuera, le pidió que lo llevara a la estación del metro Coyoacán. Allí subió al metro y recorrió dos estaciones, y luego tomó un camión rumbo al zócalo, en todo el trayecto se aseguró que no lo seguían.

Del zócalo caminó hasta el Sanborns de Azulejos y entró y pidió un café. En la mesa de la esquina vio que estaba su contacto esperándolo. Terminó su café y levantó la mano para pedir la cuenta. En ese momento el hombre de la esquina pasó frente a su mesa y salió del establecimiento. Pepe tardó unos minutos en pagar y salir rumbo a la esquina del Correo Central, allí lo esperaba el hombre en su coche con el motor encendido. No hablaron, Pepe pasó su bolsa al asiento de atrás donde un muchacho de poco más de quince años revisaba su contenido e iba tirando cosas por la ventana, luego le regresó la bolsa…
-Ya está segura…-replicó.

Dieron varias vueltas por el centro, sin apuro, respetando todas las reglas de tránsito, como si estuviesen de paseo admirando las bellezas del centro histórico. En realidad estaban asegurándose que no los seguían. Y lo más importante, estaban observando si los vigilantes estaban en sus lugares, creando un primer circulo de seguridad alrededor del detective.

Rolo que iba al volante se quedó conforme con lo que vio y por un segundo miró al detective mientras esperaba que le cambie la luz.
-Creo que es hora de ir al bunker…-dijo Garabato…

Rolo miró por el espejo retrovisor los ojos del muchacho sentado en el asiento trasero.
-Bájate y me llevas los encargos al hotel…

Sin decir una palabra el muchacho se bajó y pasó corriendo delante del coche en dirección a la plaza de Santo Domingo.

La luz cambió y a Pepe le pareció ver que el lustrabotas de la esquina saludaba a Rolo.

*

Garabato conoció a Rolo siete años antes en la cárcel, después de una redada de la policía en un antro de mala muerte, donde el detective había estado bebiendo. A Rolo lo agarraron con coca suficiente como para darle diez años de encierro. Pero el problema no era que fuese un traficante; era que la policía cuando recibía presiones no respetaba los tratos, aunque hubiese cobrado la protección por adelantado.

Los polis llegaron a la celda y eligieron al más joven, un chico de doce o trece años para preguntarle quién le daba las drogas.
-¡Tu madre!- respondió el chico.

Y como respuesta se llevó una paliza, todos eran testigos mudos de la injusticia hasta que Garabato les gritó:
-¡Ya basta, el muchacho ya aprendió su lección!
-¿Y cuál es esa lección?
-¡Que los putos policías no tienen palabra…!
Lo agarraron a garrotazo limpió hasta dejarlo inconsciente, mientras el chico lo miraba desde el piso agradecido. Más tarde se enteraría que el chico se llamaba Armando y era el hermano menor de Rolo, un delincuente que en pocos años se volvería una leyenda en los bajos fondos del Distrito Federal.

Garabato desde ese día sintió que la ciudad lo trataba de forma distinta, la calle le parecía menos agresiva, y no sabía porqué.

Luego comenzó a recibir llamadas encargándole casos de desapariciones de muchachos, investigaciones de robos en unos almacenes de Tepito, el rapto de una muchacha, además de sacar a un par de comerciantes de la cárcel.

Siempre lo contactaban con una llamada a su celular, siempre el pago en efectivo, hasta un día que recibió un encargo diferente, una señora le habló y pidió verlo. Era Doña Sara, la madre de Rolo y Armando, estaba muy angustiada porque sus dos hijos habían desaparecido y los rumores de la calle era que se los habían llevado los militares, eso significaba un viaje sin retorno.

Garabato movió todos sus contactos, para ese entonces había dado dos golpes mediáticos, bastante sonados en la prensa independiente, incluso la revista Proceso le dedicó un extenso reportaje después del rescate de la mujer de un empresario judío en Polanco. A él no le gustaba la prensa, pero tenía que aprovechar todo lo que estuviese en sus manos para encontrar a los dos muchachos.

No fue difícil. Llamó a un periodista y le dio el nombre de un par de oficiales de medio pelo que estaban abusando de su poder, y mencionó que estaba investigando de donde provenían las órdenes.
Un día después de la publicación en el periódico, los dos muchachos fueron encontrados en la vieja carretera del Ajusco, con un mensaje a Garabato que no buscara más ropa sucia.

Los dos chicos habían sido torturados, Rolo sobrevivió pero Armando murió tres días después en un hospital del seguro social.

Durante los funerales se sorprendió de ver a cientos de personas alrededor de la familia. Vio como la madre de Rolo le decía algo al oído, y enseguida el muchacho se acercó y le pidió a que lo ayudara a cargar el ataúd. Era una  señal de respeto hacía él y les hacía saber a todos los presentes que el detective era parte de la familia, y desde ese momento tenía la bendición de Doña Sara.

*

Llegaron al Hotel Hidalgo, un lugar seguro en el centro de la ciudad, allí no entraba o salía nadie sin que Rolo se enterara.

Ese hotel lo había comprado el abuelo de Rolo y con eso había mantenido a su familia por años, hasta que llegó la devaluación de la moneda y el crimen a la zona. Pronto se convirtió en un edificio viejo y se llenó de delincuentes y putas.

Después del terremoto Doña Sara se hizo cargo del inmueble, y lo primero que hizo fue correr a todos los inquilinos. Si iba a tener delincuentes hospedados en su hotel, se aseguró de que todos trabajaran para su hijo. Así Rolo tenía un centro de operaciones en el corazón de la ciudad, sin que nadie lo notara.

En el hotel de la familia estaba el bunker, en una espaciosa habitación de lo que había sido en su buena época la suite más importante del inmueble. Tenía dos ambientes, el primero donde antes se encontraba una sala, ahora era un espacio lleno de monitores y computadoras; y otra habitación con la cama y al lado un enorme baño con tina. Y aunque por afuera parecía que las ventanas estaban cerradas, por dentro te podías dar cuenta que estaban tapiadas con ladrillo y cemento. Un auténtico bunker desde donde Garabato trabajaba tranquilo cuando tenía casos complicados o peligrosos.

Tocaron a la puerta y abrió Rolo. Era el chico del coche, que venía cargando un par de bolsas de mercado y un morral con objetos envueltos en playeras.
-¿Encontraste todo lo que te pedí?-preguntó Rolo.

El chico sonrió y comenzó a sacar cosas del morral.
-Dos celulares activados y con crédito, una Apple portátil, un disco duro, tres tarjetas de crédito y documentos de identidad, una fusca calibre 22 y una 45 con municiones. Dos paquetes de cigarros, unos condones, un tequila del bueno, un Squirt de litro… y Doña Sara les manda unas tortas de milanesa con queso y harto chile… ¿Faltó algo?

-¿Cómo te llamas?
El chico miró a Rolo antes de contestar.
-¡Dile! que no te dé pena…- dijo Rolo riendo.
-Me llamo Camote Señor…
-¿Es ese tu nombre?
-Si solo Camote…-replicó Rolo.
-Gracias… -Pepe sacó unos billetes y se los quiso dar.
-No es necesario- dijo el chico.
-Estate cerca… puede que te necesitemos… -ordenó Rolo.
-Si, Don Rolo- el Camote salió de la habitación…
-¿Camote?… ¿Don Rolo? que chingaos pasa… -dijo Pepe burlándose.
-Lo del Don… es invento de ellos, y yo creo que muestra respeto, así que no me molesta… Lo del nombre de Camote viene de su familia, su jefe tiene un carrito de camotes dulces con todo y silbato, con eso mantiene a la familia…
-Literalmente ya tienes tu camote…-bromeó Pepe.
-Así como lo ves, es un genio de las computadoras, cuando necesites algo solo tienes que dar un par de golpes a la pared, y el viene enseguida. Es mucho mejor hacker que tú…

Pepe revisó los teléfonos, encendió la portátil y miró el cargador de la pistola.
-Todo bien… gracias…
-¿Qué esperabas…? -dijo orgulloso el Rolo sacándose un bonche de billetes de la chamarra…
-Te puedo dejar veinte mil pesos, vas a necesitar efectivo…
-¿Me los anotas…?
-Todavía están los dólares que dejaste la última vez en la caja fuerte.
-¿Sabes algo de Elena?
-La vieron en el “Cielito Lindo”… ¿No me digas que sigues clavado?
Pepe ignoró la pregunta y se guardó el efectivo y las tarjetas de crédito.
-Necesito un favor más…
-Tú dirás…
-Necesito que mandes orejas a Tepito y a la Colonia Obrera… cualquier cosa rara me avisas…
-¿Qué estamos buscando?.
-Un muchacho que recogieron del Azteca el domingo pasado… y gracias otra vez…
-Para eso están los amigos…

El Rolo le dio un abrazó y salió de la habitación. Pepe lo sintió alejarse por el pasillo.

Observó la habitación, conectó un monitor y prendió una computadora. Se encontró con un control encima de la mesa y prendió una televisión de sesenta y cinco pulgadas que estaba colgada en la pared. Y vio que tenía cable con toda la programación abierta. Ni en su casa tenía ese lujo. Puso la repetición del juego del América con el Santos, mientras seguía conectando los aparatos…

*

El capitán Moreno entró a la oficina del general García, y al solo ver su rostro supo que se iba a ser un día difícil.
-¡¿Qué mierda están haciendo capitán?!
-Lo siento Señor…
-¡Lo siento… lo siento! ¿No está viendo el problema que tenemos? El secretario contrata a un detective privado. La suprema corte no confía en nosotros. El Presidente ahora le habla a la marina cada vez que hay una operación importante. Y Usted con toda la inteligencia del ejército no pueden seguirle los pasos a un idiota como Garabato… ¡¿Qué carajos está pasando?! ¡¿Todos esos hombres y millones de pesos no sirven para nada?! … !Lárguese de aquí y quiero respuestas de inmediato! ¡Sino lo voy a mandar a un destacamento en la selva de Guerrero! ¡Largo de aquí!
-Si señor, con permiso señor.
El capitán Moreno salió de la habitación y sintió como el general lanzaba un objeto pesado a la puerta que acababa de cerrar.

*

Garabato golpeó la pared dos veces, y cuando lo iba a hacer otra vez, tocaron a la puerta.
-Pase –dijo.
Camote asomó la cabeza.
-Mande Usted.
-Llámame Pepe
-Si señor Pepe, ¿qué necesita…?
-Necesito abrir mi cuenta de correo, pero no quiero que me rastreen la conexión…
-Eso es sencillo –dijo mientras caminaba a la computadora- Lo que hay que hacer es programar un infinito de rebotes, con ecos para que el rastro se pierda. Usted solo va a tener unos segundos de tardanza, pero si alguien lo quiere rastrear tardaría unos diez años en encontrarlo.
-Es bueno saberlo. ¿Cuánto vas a tardar?
-Una hora cuando mucho… - se puso a trabajar enseguida.

Pepe se sentó en la mesa de al lado y abrió la bolsa con las tortas de milanesa.
-¿Quieres una?

Vio que el camote dudó en contestar.
-Aquí hay cuatro y yo voy a comer una…
-Está bien, pero primero dejé y termino. No quiero llenar de grasa el teclado.

Garabato sonrió con el comentario, era un chico duro por haber crecido en la calle y estar acostumbrado a los golpes, pero era noble. Rolo había tenido buen ojo al elegirlo.

Pepe se sirvió un Squirt con tequila y empezó a comer mientras seguía viendo la repetición del juego del América- Santos por la televisión...

*

El hijo del juez estaba echado sobre un colchón en el piso, en un cuarto obscuro y húmedo, amarrado de pies y manos. Escuchando una la radio a lo lejos con la música de Margarita, la diosa de la cumbia. Sabía que en el otro cuarto había por lo menos dos mujeres que no paraban de discutir, pero no les entendía lo que decían.

Estaba herido de una pierna, lo habían vendado y dejado de sangrar. Tal vez era solo un rozón, pero le dolía. La verdad todo el cuerpo lo tenía adolorido.

Pensaba que su padre pronto lo sacaría de allí. Estos hijos de puta no sabían con quién se habían metido.

En eso estaba equivocado, sus captores estaban enterados de quien era, de los contactos de su padre, y de la fortuna de la familia.

Los secuestradores habían pedido tres millones, pero la verdadera razón era una venganza personal.

Él no sabía que tenía las horas contadas…

*

-Goooool -gritó Pepe…
-Pinche América, la otra jugada era penal y el arbitro no la quiso ver. Y ahora en lugar de un empate, ganan dos cero…no es justo… -dijo Camote viendo la repetición.
-La vida no es justa- dijo Pepe.
El chico volteó a verlo con coraje.
-Eso lo tengo muy claro…
-Perdón no quería molestarte.
-¿Por qué le vas a ese equipo tan chafa?- dijo Camote con ganas de molestarlo.
-¿Y tú a quién le vas?
-¿A quién crees?… pos al Puebla guey… los camoteros… ¿No se le hace agua la boca?
-No seas llevado.
-Perdón – se disculpó el chico, y luego la computadora hizo un sonidito electrónico.
-¡Ya está! -dijo Camote.
-¿Seguro?
-¡Absolutamente!. Si quiere entramos a Banamex y nos chingamos una lanita.
-Ahora no… –contestó Garabato sonriendo.
-Tiene más de treinta rebotes y muchas trampas, incluyendo un par de virus alrededor de su conexión. Imposible de que le lleguen…
-Gracias…
-¿Ahora me puedo comer la torta?
- Y allí tienes unos refrescos…

El Camote comía como si no hubiese comido en una semana, mientras observaba a Pepe trabajando en la computadora.
-Ya veo que no es tan pendejo- le dijo Camote.
-Viniendo de ti, lo voy a tomar como un cumplido –dijo sonriendo y siguió trabajando…

*

En la casa de Juez sonó el teléfono.
-¿Bueno? –contestó el juez.
-Escuche bien lo que le voy a decir. Usted llama a las autoridades y su hijo se muere. Tiene veinticuatro horas para juntar tres millones de dólares… y mañana a esta hora espera noticias de nosotros en el cibercafé “El Domo” en la Condesa… ¿Escuchó?
-Quiero hablar con mi hijo…
-Si lo quiere vivo haga lo que le ordenamos. –y colgaron.

La llamada fue grabada por el servicio de inteligencia del ejército, pero no pudieron localizar su origen. El general García pidió que le mandaran la grabación sin editar al buzón de Garabato.

Lo que no sabía el general, es que Garabato ya se había metido en las computadoras y el teléfono de la casa del juez, y en ese preciso momento veía y escuchaba todo lo que ocurría en la habitación.

*

El Camote cambió de canal  y encontró al Ruso Brailovsky discutiendo con André Marín en el programa de “La última palabra” de Fox deportes.
-¿Ganó el América o no? -decía Brailovsky
-¡Fantástico! ¡Inmejorable! ¡Viva Nacho! Cambian de uniforme, de bancas y los ayuda el arbitraje…

Todo es perfecto… ¿No?
-¡Escucha! -dijo el Camote burlón- le están hablando mal de tu equipo…
-Ya cambia esa porquería -contestó Pepe…
-Si el fútbol no es tan difícil… Ruso… Son once contra once y el arquero mete las manos… -siguió burlándose Marín.
-La vida de ese cabrón tampoco debe de ser tan difícil, solo tiene que hablar del América y por eso cobra… hijo de …

Camote lo vio enojado y cambió de canal encontrando un programa del Chavo del Ocho, al poco rato se reía como un niño chiquito de las ocurrencias de Kiko y la Chilindrina… Pepe volteó a ver al chico, y pensó que después de todo Camote era solo un niño como muchos que se habían vuelto duros solo para sobrevivir.

Entró un mensaje al correo de la computadora…
Era un mensaje de Rolo, había encontrado la primera pista…

*

Mientras el juez llamaba a sus amigos banqueros para que le facilitaran los tres millones de dólares; el general García coordinaba con sus hombres la vigilancia del cibercafé, los accesos y salidas de toda el área. La Condesa era una zona complicada por la cantidad de restaurantes, bares y cafés, y además había tráfico durante todo el día. Doce horas antes de la cita, todo estaba listo para seguir a los secuestradores y darles caza.

El Juez le pidió al general no hacer ninguna detención o provocar ningún enfrentamiento antes de haber recuperado a su hijo.

Todos los involucrados sabían que era una operación de alto riesgo y eran observados por el mismísimo Presidente, y eso tenía a todos nerviosos.

*

Garabato pasó el tiempo investigando, lejos de los militares y sin comunicación con el juez. Había varias cosas que no cuadraban en su cabeza: Primero porque realizar un secuestro en el estadio, un lugar tan complicado por la seguridad. Lo podían haber realizado en cualquier otro lugar con mucho menos peligro.

Lo segundo que era incomprensible era como los secuestradores daban la dirección del sitio del cibercafé un día antes del encuentro.

Eso sin dudas era una trampa. Lo que no entendía, era como el general no parecía haberse dado cuenta.

La Ciudad de México desde hacía tiempo había convertido el secuestro en un negocio millonario para el crimen organizado. Las autoridades solo resolvían el tres por ciento de los casos, eso significaba un noventa y siete por ciento de posibilidades de éxito para los delincuentes, cualquier imbécil apostaría con esos dígitos. Además desaparecer un secuestrado entre veinte millones de habitantes era un juego de niños. Una verdadera mina de oro.

Garabato sabía que estaban activas por lo menos setenta casas de seguridad, muchas de ellas con rehenes confirmados. En las últimas doce horas se habían encontrado diecinueve cuerpos en calles y carreteras alrededor de la ciudad, ninguno de los cadáveres respondía a las características y edad del hijo del juez.

Algo más le molestaba a Garabato. Los delincuentes sabían que si no querían problemas, había que seguir una regla básica: no matar policías , ni miembros del ejército. Y esa misma regla aplicaba para políticos importantes y sus familias.

El hijo de un juez presidente de la suprema corte, no era una movida inteligente y menos si le ocurría algo al muchacho, porque se desatarían represalias brutales, redadas y mano dura. Todos sabían que eso era perjudicial para los negocios.

Había otra posibilidad… que el juez hubiese tomado alguna decisión que haya afectado a alguien, y fuese una venganza personal…  y eso significaba que en cuanto recibieran el dinero, la vida del muchacho no valía nada.

Garabato regresó a la computadora y comenzó a revisar las últimas decisiones de la suprema corte, y en cuales había sido decisivo el voto del Juez Navarro Hurtado.

*

Rolo le avisaron que había gente rara en el “Molino Rojo” y fue a verlos personalmente. Llegó a la barra y ordenó un tequila doble en un vaso de coñac, mientras veía cómo trabajaba su gente.

Uno de sus muchachos lo vio y se acercó a la barra.
-Buenas noches patrón –dijo el flaco.
-¿Cómo vas flaco?
-Mal patrón todo muy lento…
-¿Lento? Yo veo mucho movimiento y en cantinero no para de servir tragos…
-Si pero la gente no está consumiendo nada de producto…
-Ve al baño y entérate que pasa…

El flaco salió rumbo al baño, mientras Rolo observaba las mesas, vio dos de ellas con botellas caras, y rodeados de viejas. La primera eran jefes de la judicial federal, los conocía bien, cuatro cabrones de cuidado. En la otra mesa habían tres chavos un poco mayores que él, y cuando se acercó la mesera se movieron los hombres de las mesas de alrededor. Sus hombres de seguridad. No los conocía.

Se volteó para hablar con el cantinero.
-Paco. ¿Quiénes son esos cabrones…?
-No sé pero chupan caro, y las muchachas van por la cuarta botella de champaña…
Se acercó la mesera, dejó la bandeja en la barra y le pidió al cantinero:
-Paco… quieren otra etiqueta azul y servicio con una cubeta de hielos…
-Vienen cargados de billete esos locos… -afirmó Rolo.
-Cargados de billete, de coca y de pistolas, no te vayas a acercar…-le advirtió la mesera guiñándole el ojo.
-¿Los conoces? -preguntó Rolo.
-No, es la primera ves que vienen, y tienen acento raro.
-¿De la provincia?
-No, esos no son mexicanos…

Rolo llamó al flaco y le dio órdenes de no mover producto, y de seguir a esos hombres, sin que se dieran cuenta. No le gustaba la idea de que vengan de otros lados con su propia coca a divertirse en sus territorios…

Le pidió al cantinero enviar una botella del mejor brandy a los federales, y después de saludarles de lejos salió del antro, tenía que ir a un par de lugares antes de regresar al bunker.

*

Eran altas horas de la madrugada y en la casa de Juez Navarro Hurtado había mucho movimiento. Minutos antes había entrado dos hombres con cuatro bolsas de cuero con los tres millones de dólares solicitados.

El juez abrió una de las maletas y revisó en contenido.
-¿Está todo el dinero?
-Si señor Juez, en billetes de cien sin marcar, como los pidió.
-Dale las gracias a Alexander, dile que le hablo luego.
-¿No necesita protección de nuestra seguridad señor?
-No gracias, como se dará cuenta, ya hay mucha gente y no quiero correr más riesgos…
-Como Usted diga señor juez. Buenas noches.
-Buenas noches Beto, otra vez gracias.
Los dos hombres salieron ahora sin las bolsas de la casa.
-No puede pagar sin que le den una prueba de que su hijo está vivo -dijo el general -Y permita que uno de mis hombres lleve el dinero.
-No quiero correr ningún riesgo…
-Perdón señor juez, pero se esta poniendo en riesgo, si le pasa a Usted algo…
-La vida de mi hijo está en peligro, yo asumo las responsabilidad…
-Espero que tenga razón…
-Voy a descansar que mañana será un día largo…- el juez subió las escaleras rumbo a su habitación.

Los secuestradores que vigilaban la casa del juez desde lejos sabían que el dinero había llegado, que el ejército y la inteligencia del Estado estaban trabajando para resolver el caso. Tenían todo previsto, ahora solo les quedaba esperar y hacer que  cometieran el primer error.

Eso también lo tenían planeado.

*

Garabato imprimió unos documentos, cuando estaba cansado prefería leer los datos en papel y hacer anotaciones.

El juez Navarro Hurtado había participado en varios casos importantes en los últimos seis meses. Pero dos de los casos llamaron su atención: el primero el de la extradición a Los Estados Unidos de dos narcotraficantes colombianos. Y el segundo el haber autorizado directamente de un par de operaciones de federales y el ejército, que habían terminado con la captura de varios hombres importantes del cártel de Sinaloa.

El juez había tenido la habilidad de ganarse enemigos de alto calibre en los últimos meses, por menos de eso le habían volado la cabeza a varios políticos.
Garabato comenzaba a preocuparse.

*

Dos horas antes del encuentro en el cibercafé, el juez Navarro ya estaba listo y en la puerta de su casa. Sudaba como si estuviese en Acapulco y se sentía muy incómodo con el chaleco antibalas que le habían obligado a ponerse.

Subió a su camioneta Lexus LX negra y se dirigió a la Condesa.
Una hora treinta y cinco minutos después estaba sentado en el café con las bolsas a sus pies y tratando de calmarse un poco.

Pidió una Coca Cola con hielos y observó a los que en ese momento estaban en el cibercafé. Muchos jóvenes concentrados en sus pantallas, un grupito de niñas fresas, una parejita que se miraban sin decir palabra. De pronto llegó el organillero y giró la manivela haciendo sonar una melodía vieja y desentonada, mientras su compañero pasaba por las mesas pidiendo dinero.

Dos horas después, no había llegado nadie. No había hablado nadie.
Pidió su coche al valet parking y regresó a su casa con miedo de encontrarse con una mala noticia.

*

Garabato se había encontrado dentro del Palacio de Bellas Artes con Arnulfo Franco, un viejo periodista de nota roja que colaboraba con la Prensa, el Reforma y el Alarma con tres diferentes seudónimos. Puso un sobre con cinco mil pesos en un periódico y se lo dio mientras caminaban observando los murales de Tamayo en la galería. Observaron que estaban solos y platicaron un largo rato, hasta que llegaron un grupo de turistas. Pepe obtuvo la información que necesitaba sobre su cliente, estaba seguro que el juez Navarro tenía un punto débil y ya lo había encontrado.

El viejo salió primero rumbo al metro y minutos después Garabato salía rumbo a la cantina “La Ópera” a dos cuadras del Palacio de Bellas Artes.

El capitán de meseros de la cantina lo saludó amablemente y lo llevó a una mesa apartada, y le sirvió un tequila con sangrita y le trajo unos tacos de guisado. Al poco rato llegó Rolo y se dirigió a la mesa. El capitán le llevó una cuba de anejo y un chicharrón en salsa verde con tortillas de maíz. Siempre pedían lo mismo.

Se pusieron al corriente de las novedades y mientras comían.
Garabato pidió otro caballito y se paró al baño. Cuando se estaba lavando las manos entró un hombre y le puso seguro a la puerta.
-El Delfín lo manda saludar…
-Gracias-replicó Garabato mientras se secaba las manos.
-El patrón está impaciente… por lo de su asunto.
Pepe no sabía qué tan enterado estaba aquel hombre así que decidió irse con cuidado.
-Dígale que todo va según lo planeado, que me comunico pronto.
El detective caminó hacia la puerta y el hombre no se movió.
-El patrón le envía esto- le pasó un sobre con dinero, que Pepe lo puso en el interior de su saco sin mirar.
-Gracias- dijo, mientras el hombre se hacía a un lado.
Garabato se sentó a la mesa, y el hombre del baño pasó a su lado y salió de la cantina.
-¿Todo bien? -preguntó Rolo
-Nada como una buena meada -contestó el detective, mientras pedía de poste un dulce de membrillo con queso.
Terminaron de comer y salieron rumbo al bunker.

Mientras Rolo manejaba y daba un par de vueltas antes de dirigirse a su destino, Pepe leía las noticias del América en el “Esto”, la sección deportiva del Reforma y el “AS”, todos reproducían una declaración de Reynoso el entrenador del Veracruz que decía que si el quisiera ser entrenador del América sólo tendría que marcarle a Emilito, el dueño del equipo. El ambiente de tensión rondaba todos los juegos del club de Coapa, con la guillotina lista para cortar cabezas de jugadores, técnico o ejecutivos.

El siguiente juego era el viernes en Veracruz, Pepe pensó que si no estuviera ocupado, le hubiese gustado viajar al puerto a ver el partido y disfrutar del carnaval.

Luego vio una bandera con el escudo Vaticano colgada en un poste del Eje Central y se quedó helado. Se le había olvidado por completo que el Papa llegaba el viernes por la noche a México, ese era el momento perfecto para cometer cualquier delito. Todas las fuerzas del Estado iban a estar atentas a la seguridad del príncipe de la iglesia e iban a descuidar la ciudad.

Garabato sintió agruras.
-Vamos al Bunker… ¡Rápido! -le ordenó a Rolo que aceleró el automóvil pasándose una luz roja.

*

Los siguientes días el silencio de los secuestradores provocó preocupación.
El juez no había recibido ninguna llamada de los secuestradores y comenzaba a temer lo peor. Por medio de abogados amigos suyos, intentó averiguar alguna información sobre  el paradero de su hijo, en la cárcel del Altiplano.

Nadie quería hablar y eso era una mala señal.

El general García había detenido a media docena de sospechosos; pero había tenido que dejar a un lado la investigación, porque el jueves por la noche le llegó un mensaje urgente del oficial a cargo de la CIA en la ciudad de México, que afirmaba tener una información corroborada por dos fuentes, de que había movimientos inusuales  en el Paso y Ciudad Juárez, y le advertían ponerse en máxima alerta durante la visita papal a esa ciudad.

El general decidió trabajar desde sus oficinas y dejó dos oficiales a cargo en la casa del juez, con la orden de que le avisaran cualquier novedad.

El viernes por la noche el América empató con el Veracruz: uno a uno.
Mientras en la ciudad de México estaba paralizada con la llegada del santo padre al hangar presidencial del aeropuerto Benito Juárez.

En esos momentos los noticieros repetían la imagen del presidente y la primera dama esperando al pie de la escalera del avión papal, mientras el mariachi tocaba el cielito lindo, y miles de mexicanos saludaban desde la tribuna con pañuelos amarillos la llegada del papa.

En la casa del Juez Navarro-Hurtado sonó el teléfono.
Eran los secuestradores:
-Tiene treinta minutos para llegar a la entrada norte de Plaza Antara y espere allí... si alguien lo sigue, matamos a su hijo. -y colgaron la comunicación.
El juez salió de su casa con las bolsas de dinero en la cajuela, sin decirle a nadie.

Del otro lado de la ciudad Garabato, Rolo y el Camote habían escuchado la conversación. Pepe agarró su arma y jaló una chamarra.
-Trata de colgarte de su celular y avísanos si alguien se comunica con el juez- le dijo al Camote antes de salir.

Rolo y Pepe bajaron las escaleras corriendo en dirección al coche. Los dos sabían que del centro de la ciudad hasta Plaza Antara en Polanco, no iban a llegar en media hora, y menos con los cortes de vialidad por la visita del papa.

Pepe manejaba, mientras Rolo trataba de localizar alguno de sus contactos en la zona. Tenía suerte de que algunos de los comerciantes amigos de su madre vivían ahora en la Nueva Polanco.

Garabato manejaba a toda velocidad mientras pensaba en todas las cosas que estaban fuera de su control: no sabía a ciencia cierta el motivo del secuestro, los involucrados en esta historia eran peces grandes… y lo peor que le podía ocurrir era que algún idiota hubiera iniciado todo eso sin medir las consecuencias…

El detective mientras apretaba el acelerador, no tenía ni idea en el infierno que se iba a meter en los siguientes días…
-Parece que a la llegada del Papa se soltaron los demonios- dijo Rolo mientras revisaba su arma.
-Dios quiera que no- contestó Garabato…

(Continuará…)





















sábado, febrero 06, 2016

“CENTENARIO” La novela Episodio 3



Por Augustus Doors

… El capitán a cargo de la operación detuvo a los dos hombres del coche negro, iban armados, no tenían identificaciones, estaban en posesión de cuatro gramos de cocaína, suficiente para retenerlos en las instalaciones militares por unos días. Luego el capitán y dos de sus hombres se acercaron al departamento de Garabato y tocaron a la puerta. Minutos después el general García recibía una llamada.

-General, aquí el capitán Moreno reportándose desde el departamento del detective.
-Diga capitán…
-El señor Garabato no abre la puerta.
-¡Pues tirela si es necesario! No cuelgue, lo espero en el teléfono…
-Si señor…

El general escuchó como reventaron la puerta de una patada y la entrada de los soldados anunciándose… y luego de unos segundos de silencio. La voz del capitán:
-No hay nadie señor, el departamento está vacío.
-Deje a uno de sus hombres en el departamento, y comuníquese con los federales, quiero una operación conjunta para localizar a Garabato. ¿Entendió?
-Si señor…

Las cosas se complicaban a cada minuto pensó el general: más de una docena de muertos en el Azteca, un secuestrado, ahora dos narcos detenidos y el amigo del Secretario de Gobernación desaparecido, que más podía suceder.

La respuesta la tendría en las siguientes horas.

*

Garabato encapuchado, pensaba en lo ocurrido, y porqué querrían secuestrarlo.

Era un movimiento bastante torpe, a no ser que se hubiese acercado peligrosamente a alguno de los implicados.
De pronto escuchó unos pasos que se acercaban, mientras alguien hablaba dando ordenes:
-¿Quién mandó que lo amarraran? ¿Porqué lo tienen encapuchado?

Un hombre se apuró a desatarle las manos y le quitó la capucha.
Los ojos del detective se lastimaron por la cantidad de luz que entraba por las ventanas y se llevó las manos a la cara, tratando de protegerse los ojos.

Sólo podía ver siluetas grises mientras sus ojos se ajustaban a la luz, alguien le puso una mano en el hombro.
-Don Pepe lamento mucho que lo hayan tratado mal, solo quería una reunión con Usted… Espero que entienda que no puedo correr ningún riesgo…

Pepe vio la cara del que estaba frente a él y sintió que su corazón se aceleraba:
pasó del susto del secuestro, a la certeza de saberse hombre muerto.

Estaba con el hombre más buscado del país, el verdadero jefe de jefes.

El Chapo, los Ahumada, el Zambrano, el Señor de los Cielos y hasta Pablo Escobar empalidecían al solo escuchar su nombre. Era una leyenda en el mundo de la delincuencia organizada y sus hazañas delictivas se escuchaban en privado a los más altos niveles de los servicios de inteligencia de todo el mundo.

Su nombre nunca era mencionado en público, pero en los pasillos del poder estaba presente en todas partes y la sola mención de su nombre traía desgracias.

Pepe había visto fotos de él, en las oficinas de Gobernación cuando investigaba el secuestro de la hermana del Secretario. Y hasta el jefe de la policía federal ponía en duda la autenticidad de la foto, porque nunca nadie lo había visto… solo era conocido como el Delfín.

-¿En qué le puedo servir? -dijo Garabato…
-Lo hice venir porque creo que usted es un hombre en el que puedo confiar…
-Se lo agradezco. ¿Pero para qué me trajeron aquí?
-Se lo voy a decir pero primero contésteme algunas preguntas…
-Si puedo, con mucho gusto…
-¿Si alguien le pregunta algo sobre sus clientes, Usted que dice?
-Nada. Eso es parte del secreto profesional.
-Entonces quiero contratarlo.
-Yo no trabajo para delincuentes…

Cuando vio a uno de los hombres  adelantándose con la intensión de golpearlo, se arrepintió de su respuesta. Lo detuvo un gesto de su Jefe.

-Me habían dicho que usted es valiente…-dijo el Delfín.
-Otros creen que soy un pendejo… es cuestión de ópticas…
-No quiero que trabaje para mi organización, quiero que tome mi caso a nivel personal…
-Es lo mismo, estaría cometiendo un delito al colaborar con usted, y al cobrar por mis servicios… Y sepa que yo no trabajo gratis para nadie…
-Me han dicho que es muy religioso…
-¿Y eso qué tiene que ver?
-Mucho…

Los dos hombres se miraron y ambos se dieron cuenta que si no llegaban a un punto de acuerdo, sólo uno saldría vivo de ese junta. Después de un silencio, el Delfín continuó hablando:
-Ya veo porque lo respetan detective. Le voy a hacer una propuesta, si acepta usted pone las condiciones…
-¿Usted sabe algo sobre el secuestro en el Estadio Azteca?
-Algo supe…
-Secuestraron a mi hijo, y quiero que Usted lo encuentre…
-¿Qué? ¿Cómo dijo?
-Mi hijo estaba en el estadio y estaba protegido desde lejos por algunos de mis hombres. Durante el secuestro ocurrió la balacera…
-¿Cuántos hombres tenía allí?
-Por lo que sé solo dos, el resto eran los guarros de ejecutivos que sintieron el peligro y comenzaron a disparar… Ellos son los que causaron la matazón… Y unos hombres se llevaron a mi muchacho…
-¿Quién más sabía que su hijo estaba allí?.
-No lo sé, alguien que quería hacerle daño a él, o a su padre…
-No lo entiendo…
-A mi hijo lo entregué en adopción cuando estaba pequeño, no lleva mi apellido, y pocos saben de mi relación con él. Pero su padre es poderoso y tiene sus propios enemigos…
-¿Quiénes saben de la existencia de ese niño?
-La madre del muchacho, de la que estoy divorciado. Sus padres adoptivos y uno de mis hombres. Es un secreto que teníamos que guardar por la seguridad del muchacho y de su nueva familia.
-¿Usted lo veía?
-Todos los meses, pero como un amigo de su padre.
-¿El muchacho sabe a lo que usted se dedica?
-No
-¿Y los padres adoptivos?
-Solo su padre lo supo después de la adopción, y era muy tarde para hacer algo, porque ya se habían encariñado con el niño. Hicimos un pacto de silencio. Y su mujer, nunca preguntó nada, para ella fue una bendición porque no podían tener hijos. Necesito que encuentre a ese muchacho… Si las autoridades meten la nariz, Usted no dirá que trabajará para mi, sino para su padre adoptivo.
-¿Y si me niego?
-Lo mato… No lo puedo dejar ir con un secreto así.
-Es Usted muy convincente…  ¿Cuántos años tiene el chico?
-Veintitrés años…
-¿Cómo es él?
-Aquí tiene una foto… Tiene la educación y la arrogancia del padre, además de la sangre caliente que corre en mi familia, una combinación que lo llevará muy lejos… Créame… ese muchacho será importante…
-¿No le parece que exagera un poco?
-Ya lo conocerá… y si exagero… acuérdese que no dejo de ser padre orgulloso de su cachorro…
-Lo haré, pero a mi manera….
-Sé que Usted es un hombre de palabra…
Los dos hombres se dieron un apretón de manos.

Luego el Delfín extendió la mano en dirección de uno de sus hombres y le pasaron una bolsa con unos celulares.
-Aquí hay varios teléfonos cada uno con un número programado, y solo lo podrá usarlos una vez para llamar o mandar textos, luego lo tira a la basura. No dejan rastros…

Si alguna vez me necesita localizar llame al número programado y ordene una pizza sin queso, le contestaran que es número equivocado. Y yo me pondré en contacto con Usted en cuanto pueda...
Otra cosa, sé que esta trabajando para el general García, y por alguna razón no le ha informado del secuestro, ese militar no confía en Usted, tenga cuidado con ese cabrón…

Garabato se sorprendió de la cantidad de información que tenía el Delfín, eso quería decir que tenía infiltrados en muchos niveles del poder, pero no imaginaba hasta donde.

-Pida lo que necesite y lo tendrá enseguida…Cualquier cosa…
-Sólo prométame que sus hombres se mantendrán fuera de esto. No quiero otro incidente, y hay mucha gente nerviosa…
-Le doy setenta y dos horas…
-Está bien.
-Gracias, le debo una. Y créame cuando le digo que yo pago mis deudas…
Ahora por su seguridad lo van a encapuchar para sacarlo de aquí…

Luego se habló a sus hombres…
-El detective trabaja ahora para mi, lo tratan bien, y estén atentos a lo que le haga falta… si le pasa algo Ustedes responden…
Se escuchó como respuesta:
-¡Si patrón…! -de varios hombres.

Lo encapucharon y Pepe notó que lo llevaban con sumo cuidado al coche, no tenía las manos amarradas, ni le amarraron la capucha en el cuello. Si miraba para abajo podía ver sus zapatos y los del Delfín caminando a su lado.

Afuera, dos camionetas los esperaban, un hombre con botas cafés y punteras de plata, le abrió la puerta de la camioneta al Delfín; al mismo tiempo dos hombres lo colocaban echado en la parte de atrás de otra SUV y le pidieron que no se moviese.

Era todavía de noche cuando lo dejaron a una cuadra de su departamento.

*

Se sorprendió al ver que le habían cambiado la puerta del departamento, luego notó la presencia de un soldado durmiendo, sentado en las escaleras. Lo despertó y el muchacho se puso de pie y le dio unas llaves.
-Señor, el general pidió que le llamara enseguida…
-Está bien- dijo y entró a su departamento. Todo estaba en su lugar.

Encontró la tarjeta con el número del general encima de la mesa, tomó el teléfono y lo marcó. Enseguida escuchó varios clics antes de que entrara la comunicación. Supo enseguida que lo estaban escuchando y grabando los hombres de inteligencia.

-¿Dónde se había metido?…
-Salí a pasear, y vi que sus hombres hicieron arreglos en mi departamento, la próxima vez, me cambian el calentador por favor…
-Lo quiero ver…
-Ahora estoy cansado, mañana lo veo a primera hora.-y colgó el teléfono, ningún militar le iba a dar ordenes, no trabajaba para ellos.

Revisó el departamento y encontró varios micrófonos. Tenía que reconocer que usaban la última tecnología, ese modelo con celdas solares diminutas había salido al mercado japonés  hacia dos o tres meses, y ellos ya lo tenían, eso era lo bueno de trabajar en un lugar con presupuestos ilimitados.
Se dejó caer en la cama y se quedó dormido vestido.

*

Por la mañana puso la cafetera y se dio una ducha con agua helada, porque el méndigo calentador se volvió a descomponer.

Prendió la televisión mientras se vestía y los comentaristas del noticiero matutino hablaban del despido del entrenador de los Dorados, y en los posibles sustitutos.

A él no se le ocurría alguien que quisiese tomar esa papa caliente, a no ser que no tuviese para pagar la renta…

Luego dieron el resultado de una encuesta del público, que decían que el 72% culpaba a Moisés Muñoz de los malos resultados del América. Que poca memoria tenían los aficionados, ya habían olvidado todos los buenos momentos, y por una mala racha lo querían echar a patadas. Los comentaristas se arrojaban como buitres a la nueva victima elaborando una lista de posibles sustitutos en la portería. Dejaban en paz a Nacho Ambríz por unos días, pero si no ganaba el siguiente juego en el Azteca, seguro empezarían a molestarlo otra vez. Se rió y apagó la tele.

Luego llamó a un radio taxi. Hizo un poco de tiempo, mandó un par de textos, mentalmente puso en orden la información que tenía hasta el momento, y antes de bajar agarró su pistola y salió del departamento. Saludó al soldado que seguía con cara de dormido, y mientras bajaba las escaleras escuchó que hablaba por la radio avisando que se encontraba en movimiento.

*

Llegó a la oficina del general en el centro de la ciudad. No lo hicieron esperar.
-¿Me puede decir que carajos esta haciendo?-dijo el militar a modo de saludo.
-Si está de malas regreso más tarde…
-No sea payaso. ¿Dónde estaba metido? …nos tenía preocupados…
-¿Preocupados? ¿Desde cuándo se preocupan de mí?... Yo trabajo solo.
-Si le pasa algo, caen sobre mi cabeza…
-Ese es su problema… No pretenderá que le pida permiso cada vez que quiera ir algún lado…
-Bueno esta bien… Ya discutiremos eso más tarde. Necesito que vea a alguien que viene para acá…
-¿Quién?
-Tenga paciencia… no debe de tardar…

Se abrió la puerta de su despacho y entró el licenciado Olmos, seguido por un hombre como de metro noventa y espaldas como de liniero ofensivo de los empacadores, un auténtico refrigerador con una cara de pocos amigos. El gigante parecía estar incómodo, y se quedó en la puerta como si no quisiera entrar.

El licenciado le pasó un sobre al general y otro al detective.
-El Secretario les envía esta información, es absolutamente confidencial… Regresa de un viaje de trabajo esta noche por si necesitan verlo.
-Gracias Gerardo, estamos en contacto- Dijo el general.

Cuando iban saliendo Garabato observó al guardaespaldas detrás del licenciado, y algo llamó su atención, un segundo después se dio cuenta qué.

El hombre traía unas botas cafés con punteras de platas, con un diseño que él conocía. Trató de que el general no se diera cuenta de su sorpresa.
-¿Desde cuándo conoce al licenciado Olmos? –preguntó Garabato cuando salieron.
-Doce años… Es la mano derecha de su amigo el Secretario, su hombre de confianza.
-¿Y el hombre que venía con él?
-Ese hombre querido amigo, espero que nunca se lo encuentre a solas de noche, porque quiere decir que tiene una cita con el demonio.
-¿Qué quiere decir?…
-Trabaja para la Secretaría desde hace mucho tiempo, su nombre es Ausencio Allende, pero nadie lo conoce por ese nombre… Su alías es “Cero Maldad” porque es famoso por no hacer sufrir a sus victimas.

Garabato sintió que se le revolvía el estómago, y decidió no seguir preguntando. Pero esa mañana llena de sorpresas, le deparaba una mucho más grande.

Sonó el teléfono y contestó el general:
-Hágalo pasar Lupita, no lo haga esperar…
A la puerta apareció la secretaria del general, que hizo pasar al tercer hombre más poderoso del país: el Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el doctor Emiliano Navarro Hurtado.

El venerable juez los saludo a ambos. Se le veía contrariado.

-Puede hablar con toda libertad señor juez, el detective Garabato tiene la autorización y acceso irrestricto autorizado por el Secretario de Gobernación…
-Esta bien…-dijo el juez- Señor Garabato necesito su ayuda…
-Dígame en que lo puedo servir señor juez…
-Hace unos días secuestraron a mi hijo en el Estadio Azteca… Necesito que lo encuentre…

Garabato sintió que era una broma del destino…

*

La ciudad de México tiene más de veinte millones de habitantes gobernados por un sistema político inoperante y corrupto. Este descontrol de los organismos del gobierno es aún peor por la infiltración de la delincuencia organizada y el narcotráfico a todos los niveles. Pero lo peor es que en los últimos años el ciudadano común que ya sabe que nada va a cambiar, se ha vuelto cínico y profundamente pesimista, esto convierte la ciudad en una auténtica bomba de tiempo.

Los brotes de violencia son cada vez más frecuentes y violentos. La represión del gobierno desmedida y fuera de la ley; y en medio del fuego cruzado los habitantes de la ciudad que ya se cansaron de ser considerados como bajas colaterales y están tomando la justicia de propia mano.

Garabato era uno más de esos ciudadanos que a diario eran testigos de esos abusos pero los aguantaba porque sabía que no hay de otra. Por lo menos no una salida pacífica. Había decidido que no quería imaginarse el futuro, por eso vivía el presente como si fuese su último día.

Saliendo de la oficina del general, estaba seguro que ese último día cada vez estaba más cerca. Se subió a un taxi rosita y pidió que lo llevara al “Cielito Lindo” en el centro, cuando el taxi dio la vuelta en U, cambio de opinión.

El tiempo estaba andando, y sus clientes no parecían ser tipos muy pacientes, así que decidió ir a su departamento.

*

Llegó a su departamento, saludó al soldado apostado en la puerta y mientras lo escuchaba hablando por la radio, confirmando que había llegado, pensó cómo iría al baño sin moverse todo el día de la escalera. Se rió de su ocurrencia.

Dio vueltas, revisó sus recados y abrió una bolsa de cacahuates japoneses.

Sabía que tenía intervenida su computadora, así que tomó notas a mano de sus siguientes movimientos. Hizo una lista de pendientes: una columna con las cosas urgentes y otra con las compras pendientes.

Luego decidió que quería desaparecer durante unos días para poder moverse más rápido…


Al día siguiente desayunó un café cargado y unos huevos revueltos con salsa picante Herdez, que siempre tenía latas en la alacena. Luego reviso su plan con cuidado, y cambio algunos detalles. Dejó un par de pistas falsas en mensajes enviados desde su computadora. Puso en la caja fuerte su arma, las tarjetas de crédito, y sus identificaciones. Si lo mataban no iba a necesitar nada de eso.

Se vistió cómodamente y en una mochila sólo puso los teléfonos que le habían dado y un suéter negro. Luego agarró el efectivo que tenía, se puso la camiseta del América y salió rumbo al estadio azteca.

Esa tarde a las cinco jugaba el América con el Santos y en el plan de Garabato estaba ver el partido y olvidarse de todo por noventa minutos.

Y luego ir hasta el mismísimo infierno si era necesario para encontrar al muchacho secuestrado, pero estaba seguro de que ese no era su mayor problema.

En el fondo sabía que ganar esa partida era imposible, pero en las novelas de detectives, los protagonistas siempre sacan un conejo de la chistera y acaban con una vieja buenísima en un diminuto bikini, en un yate rumbo a las Bahamas. Y así decidió que quería que terminara su historia…Un final muy lejano a la realidad que iba a vivir las siguientes cuarenta y ocho horas…

Llegó al estadio, se sentó en su lugar y saludó a sus vecinos de asiento, y le pidió al cubetero un par de cervezas… Su equipo ya calentaba en la cancha…

(Continuara…)





jueves, febrero 04, 2016

“CENTENARIO” La novela Episodio 2



por Augustus Doors.

…En el estadio pusieron a su disposición un coche oficial con chofer, así que decidió pasar por su departamento para cambiarse, recoger su grabadora portátil y su arma.

Poco más tarde tarde Pepe Garabato entraba al Sanborns de Plaza Loreto y desde lejos pudo ver que alguien le levantaba la mano, era el militar que había conocido en el estadio, el general de división Ramiro García. Un tipo de casi uno ochenta, de tez morena y modales refinados.

Otra cosa que pudo apreciar mientras se dirigía a la mesa era que el general daba ordenes a sus subalternos sin abrir la boca, bastaba con una mirada para que sus hombres supieran lo que quería.

El general se puso de pie para saludarlo.
-Gracias por venir, siento haberlo molestado tan tarde pero sabía que Usted estaba dando vueltas por la ciudad…
-¿Me están siguiendo? Ah, se me olvidaba que tengo un chofer que responde a sus ordenes…
-Lo hacemos por su seguridad –sonrió el general- ¿Averiguo algo?
-Solo algunos rumores sin importancia…
-Necesito que me ayude a terminar con esto rápido, hay mucha presión para resolver este asunto…
- Nadie dice saber lo que sucedió… es como si no hubiese ocurrido.
-Alguien tiene que saber algo, sólo hay que apretar algunas tuercas…
-Ese es el estilo del ejército, pero le advierto que si mete miedo, menos van a hablar… Si me permite tengo algunas preguntas…
-¡Espere un momento!... El Secretario viene para acá y está a punto de llegar… Así que si me permite quiero preguntarle algo primero…
-Usted dirá general.
-¿Qué hacia en el estadio…?
-Voy a todos los juegos del América desde hace años…
-Osea tiene mal gusto deportivo.
-¿No me diga que Usted es Chiva…?
-¿Usted cree que si fuera pendejo hubiese llegado a ser general?
No mi amigo yo le voy al Cruz Azul, y ahórrese sus burlas… ya sé que hace años que estamos mal, y que el Jefe Boy no va a conseguir sacarnos del hoyo.
-Un militar de sangre azul, ya me lo imaginaba por sus modales…
-Me cae bien Garabato… pero la verdad es que no sé como le hace para conocer tanta gente importante…
-Muy simple, visitamos los mismos puteros…
-Ah como será canijo, pues…
-¿De adónde conoce al Licenciado González…?
-Al Doctor querrá decir…
-Es cierto doctor en Leyes…
-Y en economía, además de sus estudios de teología y física cuántica…
-¿Estudiaron juntos?
-No.
-¿De dónde se conocen pues…?
-Pregúntele a él. Yo no hablo sobre mis clientes…
-Sé que Usted logró rescatar a su hermana de unos secuestradores, cosa que no pudo todo el sistema de inteligencia del gobierno…
-Fue un golpe de suerte…
-Y ahora Usted tiene la protección del hombre más poderoso del país después del Presidente.
-Insisto, fue solo suerte…
-¿Dónde estudio?
-Como ya debe de saber estudié en el seminario de Aguascalientes… Pero antes de ordenarme, descubrí que me gusta más la vida rodeado de mujeres…
-¿Y lo de detective?
-Ah eso lo estudié por correspondencia, ofrecían un curso de tres meses en la revista  Reader’s Digest…
-No joda…
-Tengo el título enmarcado en mi departamento y una placa en inglés, que sirve para apantallar pendejos…

El general no sabía si estaba hablando de verdad o si bromeaba, ese Garabato era un tipo de cuidado, difícil de leer a primera vista, inteligente, con mucho sentido del humor, y con acceso directo con los poderosos del país, nada mal para un ex-seminarista aficionado al  América y a las viejas.

En ese momento hubo un despliegue de elementos de seguridad revisando el lugar. Cambiaron de lugar a una pareja de la entrada, y hablaron con el gerente para que  atendiera personalmente al grupo. Luego entró el Secretario de Gobernación Manuel González, seguido por su asesor el Licenciado Gerardo Olmos.

El secretario saludó de mano al general y con un abrazo a Pepe; Olmos saludó con una inclinación de cabeza a ambos, los cuatro se sentaron, y esperaron que el gerente terminara de servir los cafés para comenzar a hablar.

-¿Sabes algo nuevo? –le preguntó el Secretario a Pepe.
-Solo pude averiguar es que hubo un momento de confusión en el estadio, y todo empezó el la zona VIP, y después del primer disparo, se formó un caos. Eran todos contra todos y nadie parecía saber que pasaba.

Ocho guarros muertos y hasta ahora cinco civiles muertos… Todos iban armados hasta los dientes…
-¿Sabemos quiénes son?-preguntó el Secretario.
-Nadie quiere hablar, hay mucho miedo en la calle, deje que pasen unas horas…
Garabato vio que el licenciado Olmos tomaba notas, y le pasaba mensajes de texto al celular del Secretario.

-¿De adónde sacó el dato de los cinco muertos…? -preguntó el general.
-En el estadio quedaron tres, en la calle se habla de otros seis heridos, y de esos murieron dos más. Llegaron malheridos a sus “casas de seguridad” y utilizaron los servicios de médicos que hicieron salir de un bar de la zona sur. Las paredes oyen… Es más, se dice que hay un herido que están tratando de sacar de la ciudad…
-¿Sabe dónde está?
-No. Deme 12 horas… mientras que sus hombres no se muevan…
-Y si se escapa…
-Estaríamos en el mismo lugar…
-No se diga más…-dijo el Secretario de Gobernación mientras se ponía de pie.              –Los espero en mis oficinas cuando tengan algo más. General si se entera de algo, ya sabe donde localizarme. Y métales presión a los de inteligencia…
-Si, Señor Secretario, a sus ordenes...
-Ah, espera -le dijo Garabato- el general quiere saber donde nos conocimos…
-¡En un putero…! -contestó el Secretario y salió del café rodeado de toda su seguridad.
-Es Usted un cabrón Garabato… -le dijo el general.
-No más que Usted general y dígale a sus hombres que no me sigan…

Sin ofender, esos maleantes tienen muchas orejas entre sus soldados rasos, y no queremos que estén un paso delante de nosotros…
Garabato un saludo militar burlón y salió del café.

Entró el gerente con la nota de consumo, preguntando quien pagaba…
-El ejército siempre termina pagando por todo… -dijo el general mientras dejaba cuatro billetes encima de la mesa.

*

Garabato llegó a su departamento y se sirvió un tequila blanco con Squirt y tres hielos,  luego puso el viejo tocadiscos de LP’s a todo volumen y sonó “Mediterráneo” de Joan Manuel Serrat… Le gustaba poner canciones viejas para relajarse.

Jaló su computadora portátil y comenzó a ver las páginas de internet sobre el Club América. Todo eran críticas, hasta los propios comentaristas de Televisa cuestionaban a los jugadores, al entrenador y sobre todo a la gestión los directivos.

A Garabato como aficionado no le caía bien el presidente deportivo del América: Ricardo Peláez, le parecía un poco arrogante, pero pensó lo difícil que iba a ser  para él los siguientes días, pero aguantar chingadazos era parte del trabajo y por esos cobraba millones.

Se sirvió la segunda paloma y le mandó un mail al general García recordándole que no le mandase el coche oficial al día siguiente. Pensaba que en los camiones, metro y los taxis de la ciudad, se escuchan más cosas y se tiene mayor libertad de movimiento que con una Suburban blindada, con un soldado manejando.

Hizo una lista de cosas pendientes, del lado izquierdo lo que era urgente, y en la columna de la derecha notas para no olvidarse de algunos detalles que le habían llamado la atención y que tenía que volver a revisar.

Cerró las ventanas que daban al parque, bajó el volumen de la música y decidió leer en la cama, tenía la mala costumbre de leer más de un libro a la vez. Se acercó al librero y jaló una copia de la novela del italiano Sandrone Dazieri: “No estás solo” y se quedó dormido pensando en la inspectora Colomba Caselli…

*

La semana estuvo movida, lunes y martes se dedicó a vagar por los antros y cantinas que solía frecuentar cuando necesitaba información y no encontró nada.

Lo extraño era que normalmente cuando sucede algo en la ciudad, siempre las historias disparatadas se multiplicaban y recorren largas distancias de boca en boca. En fin había que tener paciencia, la ciudad no sabía estar callada por mucho tiempo, y pronto alguien soltaría la lengua.

Mientras tomó un taxi y pidió que lo llevaran a la concentración del América, allí darían una conferencia de prensa a las tres de la tarde. Le dijo al taxista que se apurara, pero el tráfico estaba del carajo.

En la puerta del las instalaciones del club América el policía no lo dejó entrar, hizo un par de llamadas, y al poco rato salieron a la puerta un par de jóvenes que se apuraron en darle la bienvenida.
-Señor Garabato siento que lo hallan hecho esperar pero no sabíamos que venía hoy… -Se disculpó uno de los juniors, mientras el otro, regañaba al pobre poli de la puerta.
-Anota el nombre del señor y cada vez que venga lo dejas pasar a las oficinas y nos avisas… ¿Entendiste?... Perdón otra ves –Dijo el segundo Junior con acento de Polanco- Pero pase… ¿Dígame que necesita? ¿Quiere ir a las oficinas? ¿Hablar con alguien? ¿Ir a la conferencia de prensa? Usted diga, porque nos han dicho que puede ir a donde quiera, solo que tiene que ir acompañado…
Garabato les respondió en un tono amable:
-La conferencia de prensa está bien por ahora, si gustan déjeme en la sala y cuando termine, me acompañan a las oficinas…
-OK –contestaron los dos al mismo y se adelantaron caminando rumbo a la sala de prensa y allí lo dejaron.

Garabato se quedó al fondo de la sala cerca de las cámaras para observar el movimiento de la sala y escuchar lo que allí decían. Se metió dentro de la selva de reporteros escuchando fragmentos de conversaciones:
-Ya viste lo que dijo el Antonio Carlos Santos: que el América no tiene personalidad…
-No Guey, fue peor lo de Zague, que dijo a los de ESPN que él no quiere regresar nunca al América…
-Se me hace que hablan por ardidos, porque no tienen chichi. Ahora se olvidan que cuando estaban cobrando en la nómina todo era maravilloso…
-Pos ni creas mira a Peláez, es el mandamás y su propia gente le está apedreando el rancho…
Pepe siguió caminando y lo paró una edecán…
-¿De qué medio señor?
-RDC respondió Garabato -era una página que leía a diario.
-¿Cuál?  -dijo la muchacha viendo la lista de medios
-Red Deportiva Central, es una página de web…
-Ah, los de internet están hasta atrás, esta zona es sólo para los periódicos y revistas importantes…
Garabato sonrió y regresó sentándose junto a un grupo de nerds que tenían metidas las narices en sus portátiles…

Uno de ellos lo saludo:
-A los de internet nos mandan a la esquina de atrás…  Allí está la clave de internet.
-No traje mi computadora- respondió Garabato. -Es mi primer día…
-No hay bronca, si quieres me das tu mail y te mando mis notas…
-¿No te importa?
-Claro que no, al final todos decimos casi lo mismo, palabras más palabras menos… A no ser que seas chiva y vengas con línea de joder a alguien…
-No.
-Entonces no me importa, aquí tienes mis datos…
Un flaco lleno de granos volteo su computadora mostrándola al grupo.
-Ya vieron lo que sacó el Record: que el presidente del América se reunió con la inteligencia del club… si esos son los listos como estarán los brutos…
Todos rieron sin dejar de mirar las pantallas de sus portátiles.

Garabato vio el monitor de la sala, donde estaban las estadísticas del Club: un ganado, un perdido, un empatado. Cuatro de nueve puntos posibles y séptimo en la tabla después de tres jornadas.
Siguiente juego contra los dorados de Sinaloa, entre ellos había tenido 5 enfrentamientos, cuatro ganados por el América y solo uno por Dorados.

En el papel un rival fácil.
El flaco de los granos volvió a hablar:
-500 pesos al que jaquee primero la red de ESPN y le ponga una jalada…

Mientras los muchachos se miraban entre si para ver quien aceptaba el reto, Garabato vio pasar por la ventana a su cuate, el jefe de seguridad del Estadio Azteca, salió de la habitación y le chifló.
Alfredo volteó sorprendido de ver a Pepe.
Se acercó nerviosamente hablando muy rápido:
-Aquí no. Te veo en media hora en el Starbucks de División del Norte.
Se dio media vuelta y entró en las oficinas del club, mientras Garabato se dirigía a la salida.

*

En el Starbucks el detective revisaba los mensajes en su celular, cuando llegó Alfredo y se sentó:
-Ya vi que tienes permiso de meter las narices, detective…
-¿Qué está pasando…?
-Todo… El otro día la balacera en el estadio. En el Club todos están nerviosos por la presión del centenario y al pobre Nacho están a punto de cortarle la cabeza.
-¿Peláez no lo va a defender?…
-Ese no protege ni a su madre, si está su cabeza de por medio.
-Ya le dieron el ultimátum, pero yo creo que están ganando tiempo para traer a su reemplazo… ¿Tú sabes algo sobre los muertitos…?
-Nada. Hasta ahora me parece que fue un accidente que se encontraran en el estadio…
-¿Accidente con todo ese arsenal?
-Cada quien iba cuidando a su gallo y se encontraron en medio camino, y ya vez que siempre hay alguien nervioso que jala el gatillo primero, y se arma el desmadre sin saber porque…
-No me lo creo…
-¿Tú que has escuchado?
-Sólo que el ejército estaba muy ansioso de no dejar rastros de lo que pasó… pero la familia del secuestrado tiene muchas influencias, y no tarda en ponerse fea la cosa..…
-¿Secuestro… qué secuestro?
-Oh, ya veo que no te dieron toda la historia… pregúntale al general García…No puedo decirte nada más. Suerte y me debes una.
Sonó el celular de Alfredo, vio la pantalla y salió en dirección a su coche.
-La llamada del jefe siempre es una emergencia…  te hablo luego…
Garabato se quedó pensando en que otra información le estarían ocultando.

Segundos después le entró un mensaje en su teléfono, era Alfredo y decía:
“A 200 metros dos hombres vigilándote”.

Volteó disimuladamente y vio el coche negro.

No eran los hombres del General.

*

Los siguientes días Garabato se encerró en su departamento y trabajando sin descanso, viendo las notas de prensa; jaqueando las comunicaciones del general.

Sólo paraba para dormir unas horas, o para ordenar comida por teléfono.

Por la noche le gustaba hacer una pausa para ver los resúmenes deportivos en la televisión o el internet. Esa noche puso Fox deportes, a la hora del programa “La última palabra” y escuchó que André Marín inició el programa diciendo que esa noche no iba a hablar nada sobre el América, a lo que el Ruso Brailovsky le contestó, que tuviera cuidado, que el América daba los raitings: “No te vayas a quedar sin leche para tus niños”.  Y Marín respondió “Este es un programa muy grande, para ese equipo tan pequeño… Y si no vean el 4-1”… Garabato pensó que era un pobre diablo y cambió de canal.

En los noticieros de Televisa anunciaban que el América viajaba a Sinaloa y que regresarían inmediatamente después del juego con Dorados, cuando comenzaron a hablar de tenis se quedó dormido.

El sábado se dedicó a recoger el tiradero de su departamento, y sacó las bolsas al basurero del primer piso, desde allí pudo ver un movimiento raro en la calle. Sin mostrar apuro volvió a subir a su departamento y observó por la ventana un coche negro, con dos hombres, en la esquina.

Tomó el teléfono y marcó… le contestaron rápidamente:
-Oiga general le pedí que me quitara a sus hombres…- dijo Garabato.
-¿Dónde está?
-En mi departamento.
-No se mueva de allí, que mando a alguien a checar… esos no son mis hombres… se lo aseguro.

Garabato lo sabía, pero quería crear la confusión para salir sin que se dieran cuenta.
A los pocos minutos un coche de militares se estacionaba frente al coche negro y los soldados encañonaban a sus dos ocupantes.

Pepe aprovechó para salir sin que lo siguieran.

Garabato estaba equivocado, a dos cuadras de su departamento una camioneta frenó junto a él,  tres hombres a punta de pistola lo subieron al vehículo y lo encapucharon. Durante horas lo trajeron dando vueltas, luego lo bajaron en lo que parecía un espacio amplio, por el eco de las pisadas.

Lo sentaron y lo dejaron con la capucha puesta y las manos amarradas a la espalda. Nadie hablaba.

Se dio cuenta de la hora porque uno de los hombres prendió la radio para escuchar el juego del América contra Dorados… sus vigilantes hacían ruidos cada que los amarillos anotaban, pero no soltaban palabra. Cuando el juego terminó apagaron lar radio.

Garabato pensaba en la ironía, el entrenador del América con ese resultado había ganado una semana más. El no sabía si ese era el último partido que iba a escuchar…

Bueno por lo menos el América había ganado tres a cero…

La cabeza del detective pensaba a mil por hora en medio de todo ese silencio…



(Continuará…)


viernes, enero 29, 2016

“CENTENARIO” La novela Episodio 1




Por Augustus Doors.

Pepe Garabato estaba sentado en la tribuna especial, baja lateral, a unas filas de distancia de los palcos azteca, tomándose su tercera cerveza de la tarde, antes del inicio del juego. Le gustaba llegar un par de horas antes de los partidos en el Estadio Azteca, para evitar el tráfico de la gente que le gustaba llegar al último minuto. Su rutina era tomar el transporte público, comerse unos taquitos de asada o de pastor en el changarro de Doña Lupe, y entrar temprano con su boleto de abonado para evitar las aglomeraciones y los borrachos.

Venía al estadio ilusionado después de ver ganar 3-0  a su equipo contra el Atlas el último fin de semana, y esperaba que el América goleara al Deportivo Pachuca.

Iba a pedir su cuarta cerveza, pero antes decidió ir al baño, ya faltaba sólo quince minutos para comenzar el partido.

Subió las escaleras y saludo a varios de los aficionados con los que se veía cada juego en los últimos años, aficionados de hueso colorado del Club América, que no conocía por nombre, pero que curiosamente recordaba cada rostro y cada lugar donde se sentaban en el estadio. “Amigos de la tribuna”, eso eran, caras conocidas unidos por una afición al fútbol, eran casi como una tribu de guerreros vestidos de amarillo listos para hacerse sentir desde las gradas.

Mientras caminaba sintió unas enormes ganas de mear, así que bajó la cabeza para ya no saludar a nadie más, y entró al baño encontrándose con un muerto en el piso. Rodeó el cuerpo y meó rápido volteando a ver si venía alguien más, y después de subirse la bragueta y lavarse las manos, se aseguró de que el hombre no tenía pulso. Observó la escena del crimen, y su se formó una imagen mental de la situación: el cuerpo era de un hombre de alrededor de 45 años y un metro ochenta cuando menos, y había muerto… ahogado.

Tres cosas observó en un primer momento:
La primera es que quién fuese el asesino, tenía que poseer una fuerza brutal para poder haber ahogado a este gigante en el toilet.

Segundo: el cadáver estaba vestido de traje, y el asesino se había aprovechado para utilizar la corbata para sujetarlo.

Y tercero vio un arma calibre 45 especial que se asomaba dentro de la sobaquera del difunto. Pocos aficionados vienen a los partidos de traje y armados, a no ser que fueras un elemento de seguridad de alguien importante.

Escuchó una discusión fuera del baño y su instinto lo alertó del peligro:
-Agente muerto en los baños de la sección K…
-¡Te pueden estar escuchando, idiota! –dijo otra voz.
-Estoy hablando por la banda oficial…
-¡Ve a preparar la salida, yo me hago cargo del bulto…!

De pronto Garabato los dejó de escuchar, no sabía si solo habían dejado de hablar, o si se habían ido. Esperó un momento, y cuando sintió que llegaba un grupo de jóvenes del baño, salió cruzándose con unos alegres borrachines con camisetas amarillas, se paró en la parte media del estadio y observó los palcos, mientras escuchaba a lo lejos gritos y silbatos de policías que corrían rumbo al baño.

Recorrió con la mirada de una lado al otro la tribuna, no se veía nada extraño. Los palcos estaban llenos de ejecutivos de la televisora dueña del equipo, patrocinadores con boletos de cortesía, juniors y familiares de los jugadores, además de algunas edecanes en busca de ser descubiertas como actrices.

Lo que era notorio es la presencia de seguridad en todo el área de los palcos centrales, algunos guaruras trajeados cuidaban las puertas de acceso y otros fuera de los palcos, vestidos de civil pero con el corte de pelo militar y chicharos en las orejas estaban más interesados en la tribuna, que en el campo de juego.

El despliegue de seguridad en el edificio era tan notorio, que alguien muy importante debía estar presente en el juego, pensó Garabato.

Cuando salieron los equipos, el estadio mostraba una asistencia más que aceptable. La promesa de conseguir el campeonato en el centenario, había hecho regresar a muchos de los aficionados a las tribunas, después que la temporada anterior que habían perdido el clásico con las Chivas, no ganaron el campeonato e hicieron el ridículo en el mundial de clubes, frente al dueño del equipo el Señor Emilio Azcárraga Jean, uno de los empresarios más ricos del planeta.

En la cancha se enfrentaba un América potente, lleno de estrellas y una banca que en cualquier otro equipo todos serían titulares; frente a un talentoso y juvenil Pachuca.

Garabato estaba intranquilo, se paró de su lugar y se dirigió al pasillo cerca de los palcos. Al verlo un par de los guaruras se inquietaron, pero se relajaron cuando el vendedor de cerveza y lo saludó amablemente por su nombre.

Se dio cuenta de un movimiento raro en la banca del América, alguien se acercó y le pasó un teléfono celular al entrenador Ambríz, que volteó a la tribuna mientras hablaba. Pepe siguió a dirección de su mirada y llegó hasta el palco del América.

En ese momento un grupo de guardaespaldas entró violentamente al palco, rodeó al presidente del equipo y a sus ejecutivos, y los desaparecieron en unos segundos.

Pepe volteó a ver al entrenador, que seguía en el teléfono pero ahora solo miraba hacia el campo siguiendo al balón.

En la tribuna nadie se había dado cuenta, los cánticos apoyando a su equipo ya eran un bullicio. De pronto el estadio enmudeció.

El baboso de Ventura Alvarado acababa de meter un autogol. Era el minuto 18 del primer tiempo.

Pepe aprovechó ese momento y volvió a ir al baño. Se sorprendió de encontrar un baño impecable, con olor a cloro, todo estaba como si no hubiese pasado nada, no había policía , ni cadáver.

Regresó a su lugar cuando el Pachuca anotó el segundo gol y los aficionados mostraban su descontento mentándole la madre al entrenador y chiflando todas las jugadas de su equipo.
Se fueron al descanso del medio tiempo con un dos a cero en contra, entre los abucheos de un sector del público.

Pepe Garabato aprovechó en llamar a uno de sus contactos: el jefe de seguridad del estadio y tratar de averiguar que estaba pasado, después de tres timbrazos contestó:
-No puedo hablarte ahora, te marco más tarde- le dijo su amigo, y le colgó.
Algo gordo estaba pasado.

Sintió la tentación de subir y preguntarles a los guaruras que quedaban en los palcos, pero los vio nerviosos, no valía la pena acercarse, no fueran a tomarlo a mal. Muchos de esos cabrones primero disparan y luego averiguan.

Así que decidió regresar al partido y no preocuparse.

Ya estaban saliendo los equipos.
Después de un juego mediocre durante veinticinco minutos, un golazo de Sambueza levantó el ánimo del estadio…

Y luego otra vez a lo mismo, un partido trabado en la media cancha, con muchos errores en la definición.

Al 86 y luego en los tiempos extras llegaron dos goles más del visitante, y el desánimo en la tribuna se convirtió en coraje y gritos en contra del entrenador que pedían que lo corrieran…

Pepe mientras esperaba que saliera un poco de gente, le entraron varios mensajes al teléfono, y luego una llamada.
Vio la pantalla y no reconoció el número. Contestó:
-Si, bueno…
-¿Con el Señor José Garabato…?
-Diga Usted.
-Me dio su teléfono el licenciado Manuel González, necesito verlo urgente.
-Oiga ahora no puedo, estoy en el estadio…
-¿En que estadio?
-En el Azteca
-¿En qué lugar?
-¿Perdón?
-¿En qué zona del estadio?
-En la sección K, especial bajo…
-No se mueva, mando ahora mismo por usted…- Y colgó.

Pepe no entendía nada, de pronto vio a dos guaruras llevarse las manos a los oídos, como si estuviesen recibiendo ordenes, luego parecía que buscaron algo y caminaron hacia donde estaba.
-¿Licenciado Garabato? –dijo uno de ellos.
-Diga.
-Por favor acompáñenos…
Siguió a uno de ellos y seguido por otro, que no se quitaba la mano de la oreja.
Luego levantó la mano a la altura de su boca y le escuchó decir:
-Ya lo encontramos, vamos hacia el control de mando…

Mientras caminaban a paso rápido y se abrían paso entre los aficionados.
Se pararon frente al elevador de ejecutivos, y cuando abrió las puertas mostraron sus placas y obligaron a bajarse a todo mundo.

Luego bajaron cuatro pisos, salieron del elevador y giraron a la izquierda entrando a un salón donde habían grupos de federales, de policías, y militares, le abrieron paso hasta llegar frente a un general del ejército que le dijo a manera de saludo:
-Necesitamos de su ayuda detective Garabato…

Y se movió dejándole ver una pila de cuerpos de hombres trajeados, todos armados y todos muertos de forma violenta.

El Club América esa tarde perdió cuatro a uno el partido, y ahora en su estadio había un bonche de muertos… Mala forma de iniciar los festejos del Centenario del Club…


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