Por Augustus Doors
… El capitán a cargo de la operación detuvo a los dos hombres del coche negro, iban armados, no tenían identificaciones, estaban en posesión de cuatro gramos de cocaína, suficiente para retenerlos en las instalaciones militares por unos días. Luego el capitán y dos de sus hombres se acercaron al departamento de Garabato y tocaron a la puerta. Minutos después el general García recibía una llamada.
-General, aquí el capitán Moreno reportándose desde el departamento del detective.
-Diga capitán…
-El señor Garabato no abre la puerta.
-¡Pues tirela si es necesario! No cuelgue, lo espero en el teléfono…
-Si señor…
El general escuchó como reventaron la puerta de una patada y la entrada de los soldados anunciándose… y luego de unos segundos de silencio. La voz del capitán:
-No hay nadie señor, el departamento está vacío.
-Deje a uno de sus hombres en el departamento, y comuníquese con los federales, quiero una operación conjunta para localizar a Garabato. ¿Entendió?
-Si señor…
Las cosas se complicaban a cada minuto pensó el general: más de una docena de muertos en el Azteca, un secuestrado, ahora dos narcos detenidos y el amigo del Secretario de Gobernación desaparecido, que más podía suceder.
La respuesta la tendría en las siguientes horas.
Garabato encapuchado, pensaba en lo ocurrido, y porqué querrían secuestrarlo.
Era un movimiento bastante torpe, a no ser que se hubiese acercado peligrosamente a alguno de los implicados.
De pronto escuchó unos pasos que se acercaban, mientras alguien hablaba dando ordenes:
-¿Quién mandó que lo amarraran? ¿Porqué lo tienen encapuchado?
Un hombre se apuró a desatarle las manos y le quitó la capucha.
Los ojos del detective se lastimaron por la cantidad de luz que entraba por las ventanas y se llevó las manos a la cara, tratando de protegerse los ojos.
Sólo podía ver siluetas grises mientras sus ojos se ajustaban a la luz, alguien le puso una mano en el hombro.
-Don Pepe lamento mucho que lo hayan tratado mal, solo quería una reunión con Usted… Espero que entienda que no puedo correr ningún riesgo…
Pepe vio la cara del que estaba frente a él y sintió que su corazón se aceleraba:
pasó del susto del secuestro, a la certeza de saberse hombre muerto.
Estaba con el hombre más buscado del país, el verdadero jefe de jefes.
El Chapo, los Ahumada, el Zambrano, el Señor de los Cielos y hasta Pablo Escobar empalidecían al solo escuchar su nombre. Era una leyenda en el mundo de la delincuencia organizada y sus hazañas delictivas se escuchaban en privado a los más altos niveles de los servicios de inteligencia de todo el mundo.
Su nombre nunca era mencionado en público, pero en los pasillos del poder estaba presente en todas partes y la sola mención de su nombre traía desgracias.
Pepe había visto fotos de él, en las oficinas de Gobernación cuando investigaba el secuestro de la hermana del Secretario. Y hasta el jefe de la policía federal ponía en duda la autenticidad de la foto, porque nunca nadie lo había visto… solo era conocido como el Delfín.
-¿En qué le puedo servir? -dijo Garabato…
-Lo hice venir porque creo que usted es un hombre en el que puedo confiar…
-Se lo agradezco. ¿Pero para qué me trajeron aquí?
-Se lo voy a decir pero primero contésteme algunas preguntas…
-Si puedo, con mucho gusto…
-¿Si alguien le pregunta algo sobre sus clientes, Usted que dice?
-Nada. Eso es parte del secreto profesional.
-Entonces quiero contratarlo.
-Yo no trabajo para delincuentes…
Cuando vio a uno de los hombres adelantándose con la intensión de golpearlo, se arrepintió de su respuesta. Lo detuvo un gesto de su Jefe.
-Me habían dicho que usted es valiente…-dijo el Delfín.
-Otros creen que soy un pendejo… es cuestión de ópticas…
-No quiero que trabaje para mi organización, quiero que tome mi caso a nivel personal…
-Es lo mismo, estaría cometiendo un delito al colaborar con usted, y al cobrar por mis servicios… Y sepa que yo no trabajo gratis para nadie…
-Me han dicho que es muy religioso…
-¿Y eso qué tiene que ver?
-Mucho…
Los dos hombres se miraron y ambos se dieron cuenta que si no llegaban a un punto de acuerdo, sólo uno saldría vivo de ese junta. Después de un silencio, el Delfín continuó hablando:
-Ya veo porque lo respetan detective. Le voy a hacer una propuesta, si acepta usted pone las condiciones…
-¿Usted sabe algo sobre el secuestro en el Estadio Azteca?
-Algo supe…
-Secuestraron a mi hijo, y quiero que Usted lo encuentre…
-¿Qué? ¿Cómo dijo?
-Mi hijo estaba en el estadio y estaba protegido desde lejos por algunos de mis hombres. Durante el secuestro ocurrió la balacera…
-¿Cuántos hombres tenía allí?
-Por lo que sé solo dos, el resto eran los guarros de ejecutivos que sintieron el peligro y comenzaron a disparar… Ellos son los que causaron la matazón… Y unos hombres se llevaron a mi muchacho…
-¿Quién más sabía que su hijo estaba allí?.
-No lo sé, alguien que quería hacerle daño a él, o a su padre…
-No lo entiendo…
-A mi hijo lo entregué en adopción cuando estaba pequeño, no lleva mi apellido, y pocos saben de mi relación con él. Pero su padre es poderoso y tiene sus propios enemigos…
-¿Quiénes saben de la existencia de ese niño?
-La madre del muchacho, de la que estoy divorciado. Sus padres adoptivos y uno de mis hombres. Es un secreto que teníamos que guardar por la seguridad del muchacho y de su nueva familia.
-¿Usted lo veía?
-Todos los meses, pero como un amigo de su padre.
-¿El muchacho sabe a lo que usted se dedica?
-No
-¿Y los padres adoptivos?
-Solo su padre lo supo después de la adopción, y era muy tarde para hacer algo, porque ya se habían encariñado con el niño. Hicimos un pacto de silencio. Y su mujer, nunca preguntó nada, para ella fue una bendición porque no podían tener hijos. Necesito que encuentre a ese muchacho… Si las autoridades meten la nariz, Usted no dirá que trabajará para mi, sino para su padre adoptivo.
-¿Y si me niego?
-Lo mato… No lo puedo dejar ir con un secreto así.
-Es Usted muy convincente… ¿Cuántos años tiene el chico?
-Veintitrés años…
-¿Cómo es él?
-Aquí tiene una foto… Tiene la educación y la arrogancia del padre, además de la sangre caliente que corre en mi familia, una combinación que lo llevará muy lejos… Créame… ese muchacho será importante…
-¿No le parece que exagera un poco?
-Ya lo conocerá… y si exagero… acuérdese que no dejo de ser padre orgulloso de su cachorro…
-Lo haré, pero a mi manera….
-Sé que Usted es un hombre de palabra…
Los dos hombres se dieron un apretón de manos.
Luego el Delfín extendió la mano en dirección de uno de sus hombres y le pasaron una bolsa con unos celulares.
-Aquí hay varios teléfonos cada uno con un número programado, y solo lo podrá usarlos una vez para llamar o mandar textos, luego lo tira a la basura. No dejan rastros…
Si alguna vez me necesita localizar llame al número programado y ordene una pizza sin queso, le contestaran que es número equivocado. Y yo me pondré en contacto con Usted en cuanto pueda...
Otra cosa, sé que esta trabajando para el general García, y por alguna razón no le ha informado del secuestro, ese militar no confía en Usted, tenga cuidado con ese cabrón…
Garabato se sorprendió de la cantidad de información que tenía el Delfín, eso quería decir que tenía infiltrados en muchos niveles del poder, pero no imaginaba hasta donde.
-Pida lo que necesite y lo tendrá enseguida…Cualquier cosa…
-Sólo prométame que sus hombres se mantendrán fuera de esto. No quiero otro incidente, y hay mucha gente nerviosa…
-Le doy setenta y dos horas…
-Está bien.
-Gracias, le debo una. Y créame cuando le digo que yo pago mis deudas…
Ahora por su seguridad lo van a encapuchar para sacarlo de aquí…
Luego se habló a sus hombres…
-El detective trabaja ahora para mi, lo tratan bien, y estén atentos a lo que le haga falta… si le pasa algo Ustedes responden…
Se escuchó como respuesta:
-¡Si patrón…! -de varios hombres.
Lo encapucharon y Pepe notó que lo llevaban con sumo cuidado al coche, no tenía las manos amarradas, ni le amarraron la capucha en el cuello. Si miraba para abajo podía ver sus zapatos y los del Delfín caminando a su lado.
Afuera, dos camionetas los esperaban, un hombre con botas cafés y punteras de plata, le abrió la puerta de la camioneta al Delfín; al mismo tiempo dos hombres lo colocaban echado en la parte de atrás de otra SUV y le pidieron que no se moviese.
Era todavía de noche cuando lo dejaron a una cuadra de su departamento.
Se sorprendió al ver que le habían cambiado la puerta del departamento, luego notó la presencia de un soldado durmiendo, sentado en las escaleras. Lo despertó y el muchacho se puso de pie y le dio unas llaves.
-Señor, el general pidió que le llamara enseguida…
-Está bien- dijo y entró a su departamento. Todo estaba en su lugar.
Encontró la tarjeta con el número del general encima de la mesa, tomó el teléfono y lo marcó. Enseguida escuchó varios clics antes de que entrara la comunicación. Supo enseguida que lo estaban escuchando y grabando los hombres de inteligencia.
-¿Dónde se había metido?…
-Salí a pasear, y vi que sus hombres hicieron arreglos en mi departamento, la próxima vez, me cambian el calentador por favor…
-Lo quiero ver…
-Ahora estoy cansado, mañana lo veo a primera hora.-y colgó el teléfono, ningún militar le iba a dar ordenes, no trabajaba para ellos.
Revisó el departamento y encontró varios micrófonos. Tenía que reconocer que usaban la última tecnología, ese modelo con celdas solares diminutas había salido al mercado japonés hacia dos o tres meses, y ellos ya lo tenían, eso era lo bueno de trabajar en un lugar con presupuestos ilimitados.
Se dejó caer en la cama y se quedó dormido vestido.
Por la mañana puso la cafetera y se dio una ducha con agua helada, porque el méndigo calentador se volvió a descomponer.
Prendió la televisión mientras se vestía y los comentaristas del noticiero matutino hablaban del despido del entrenador de los Dorados, y en los posibles sustitutos.
A él no se le ocurría alguien que quisiese tomar esa papa caliente, a no ser que no tuviese para pagar la renta…
Luego dieron el resultado de una encuesta del público, que decían que el 72% culpaba a Moisés Muñoz de los malos resultados del América. Que poca memoria tenían los aficionados, ya habían olvidado todos los buenos momentos, y por una mala racha lo querían echar a patadas. Los comentaristas se arrojaban como buitres a la nueva victima elaborando una lista de posibles sustitutos en la portería. Dejaban en paz a Nacho Ambríz por unos días, pero si no ganaba el siguiente juego en el Azteca, seguro empezarían a molestarlo otra vez. Se rió y apagó la tele.
Luego llamó a un radio taxi. Hizo un poco de tiempo, mandó un par de textos, mentalmente puso en orden la información que tenía hasta el momento, y antes de bajar agarró su pistola y salió del departamento. Saludó al soldado que seguía con cara de dormido, y mientras bajaba las escaleras escuchó que hablaba por la radio avisando que se encontraba en movimiento.
Llegó a la oficina del general en el centro de la ciudad. No lo hicieron esperar.
-¿Me puede decir que carajos esta haciendo?-dijo el militar a modo de saludo.
-Si está de malas regreso más tarde…
-No sea payaso. ¿Dónde estaba metido? …nos tenía preocupados…
-¿Preocupados? ¿Desde cuándo se preocupan de mí?... Yo trabajo solo.
-Si le pasa algo, caen sobre mi cabeza…
-Ese es su problema… No pretenderá que le pida permiso cada vez que quiera ir algún lado…
-Bueno esta bien… Ya discutiremos eso más tarde. Necesito que vea a alguien que viene para acá…
-¿Quién?
-Tenga paciencia… no debe de tardar…
Se abrió la puerta de su despacho y entró el licenciado Olmos, seguido por un hombre como de metro noventa y espaldas como de liniero ofensivo de los empacadores, un auténtico refrigerador con una cara de pocos amigos. El gigante parecía estar incómodo, y se quedó en la puerta como si no quisiera entrar.
El licenciado le pasó un sobre al general y otro al detective.
-El Secretario les envía esta información, es absolutamente confidencial… Regresa de un viaje de trabajo esta noche por si necesitan verlo.
-Gracias Gerardo, estamos en contacto- Dijo el general.
Cuando iban saliendo Garabato observó al guardaespaldas detrás del licenciado, y algo llamó su atención, un segundo después se dio cuenta qué.
El hombre traía unas botas cafés con punteras de platas, con un diseño que él conocía. Trató de que el general no se diera cuenta de su sorpresa.
-¿Desde cuándo conoce al licenciado Olmos? –preguntó Garabato cuando salieron.
-Doce años… Es la mano derecha de su amigo el Secretario, su hombre de confianza.
-¿Y el hombre que venía con él?
-Ese hombre querido amigo, espero que nunca se lo encuentre a solas de noche, porque quiere decir que tiene una cita con el demonio.
-¿Qué quiere decir?…
-Trabaja para la Secretaría desde hace mucho tiempo, su nombre es Ausencio Allende, pero nadie lo conoce por ese nombre… Su alías es “Cero Maldad” porque es famoso por no hacer sufrir a sus victimas.
Garabato sintió que se le revolvía el estómago, y decidió no seguir preguntando. Pero esa mañana llena de sorpresas, le deparaba una mucho más grande.
Sonó el teléfono y contestó el general:
-Hágalo pasar Lupita, no lo haga esperar…
A la puerta apareció la secretaria del general, que hizo pasar al tercer hombre más poderoso del país: el Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el doctor Emiliano Navarro Hurtado.
El venerable juez los saludo a ambos. Se le veía contrariado.
-Puede hablar con toda libertad señor juez, el detective Garabato tiene la autorización y acceso irrestricto autorizado por el Secretario de Gobernación…
-Esta bien…-dijo el juez- Señor Garabato necesito su ayuda…
-Dígame en que lo puedo servir señor juez…
-Hace unos días secuestraron a mi hijo en el Estadio Azteca… Necesito que lo encuentre…
Garabato sintió que era una broma del destino…
La ciudad de México tiene más de veinte millones de habitantes gobernados por un sistema político inoperante y corrupto. Este descontrol de los organismos del gobierno es aún peor por la infiltración de la delincuencia organizada y el narcotráfico a todos los niveles. Pero lo peor es que en los últimos años el ciudadano común que ya sabe que nada va a cambiar, se ha vuelto cínico y profundamente pesimista, esto convierte la ciudad en una auténtica bomba de tiempo.
Los brotes de violencia son cada vez más frecuentes y violentos. La represión del gobierno desmedida y fuera de la ley; y en medio del fuego cruzado los habitantes de la ciudad que ya se cansaron de ser considerados como bajas colaterales y están tomando la justicia de propia mano.
Garabato era uno más de esos ciudadanos que a diario eran testigos de esos abusos pero los aguantaba porque sabía que no hay de otra. Por lo menos no una salida pacífica. Había decidido que no quería imaginarse el futuro, por eso vivía el presente como si fuese su último día.
Saliendo de la oficina del general, estaba seguro que ese último día cada vez estaba más cerca. Se subió a un taxi rosita y pidió que lo llevara al “Cielito Lindo” en el centro, cuando el taxi dio la vuelta en U, cambio de opinión.
El tiempo estaba andando, y sus clientes no parecían ser tipos muy pacientes, así que decidió ir a su departamento.
Llegó a su departamento, saludó al soldado apostado en la puerta y mientras lo escuchaba hablando por la radio, confirmando que había llegado, pensó cómo iría al baño sin moverse todo el día de la escalera. Se rió de su ocurrencia.
Dio vueltas, revisó sus recados y abrió una bolsa de cacahuates japoneses.
Sabía que tenía intervenida su computadora, así que tomó notas a mano de sus siguientes movimientos. Hizo una lista de pendientes: una columna con las cosas urgentes y otra con las compras pendientes.
Luego decidió que quería desaparecer durante unos días para poder moverse más rápido…
Al día siguiente desayunó un café cargado y unos huevos revueltos con salsa picante Herdez, que siempre tenía latas en la alacena. Luego reviso su plan con cuidado, y cambio algunos detalles. Dejó un par de pistas falsas en mensajes enviados desde su computadora. Puso en la caja fuerte su arma, las tarjetas de crédito, y sus identificaciones. Si lo mataban no iba a necesitar nada de eso.
Se vistió cómodamente y en una mochila sólo puso los teléfonos que le habían dado y un suéter negro. Luego agarró el efectivo que tenía, se puso la camiseta del América y salió rumbo al estadio azteca.
Esa tarde a las cinco jugaba el América con el Santos y en el plan de Garabato estaba ver el partido y olvidarse de todo por noventa minutos.
Y luego ir hasta el mismísimo infierno si era necesario para encontrar al muchacho secuestrado, pero estaba seguro de que ese no era su mayor problema.
En el fondo sabía que ganar esa partida era imposible, pero en las novelas de detectives, los protagonistas siempre sacan un conejo de la chistera y acaban con una vieja buenísima en un diminuto bikini, en un yate rumbo a las Bahamas. Y así decidió que quería que terminara su historia…Un final muy lejano a la realidad que iba a vivir las siguientes cuarenta y ocho horas…
Llegó al estadio, se sentó en su lugar y saludó a sus vecinos de asiento, y le pidió al cubetero un par de cervezas… Su equipo ya calentaba en la cancha…
(Continuara…)
-General, aquí el capitán Moreno reportándose desde el departamento del detective.
-Diga capitán…
-El señor Garabato no abre la puerta.
-¡Pues tirela si es necesario! No cuelgue, lo espero en el teléfono…
-Si señor…
El general escuchó como reventaron la puerta de una patada y la entrada de los soldados anunciándose… y luego de unos segundos de silencio. La voz del capitán:
-No hay nadie señor, el departamento está vacío.
-Deje a uno de sus hombres en el departamento, y comuníquese con los federales, quiero una operación conjunta para localizar a Garabato. ¿Entendió?
-Si señor…
Las cosas se complicaban a cada minuto pensó el general: más de una docena de muertos en el Azteca, un secuestrado, ahora dos narcos detenidos y el amigo del Secretario de Gobernación desaparecido, que más podía suceder.
La respuesta la tendría en las siguientes horas.
*
Garabato encapuchado, pensaba en lo ocurrido, y porqué querrían secuestrarlo.
Era un movimiento bastante torpe, a no ser que se hubiese acercado peligrosamente a alguno de los implicados.
De pronto escuchó unos pasos que se acercaban, mientras alguien hablaba dando ordenes:
-¿Quién mandó que lo amarraran? ¿Porqué lo tienen encapuchado?
Un hombre se apuró a desatarle las manos y le quitó la capucha.
Los ojos del detective se lastimaron por la cantidad de luz que entraba por las ventanas y se llevó las manos a la cara, tratando de protegerse los ojos.
Sólo podía ver siluetas grises mientras sus ojos se ajustaban a la luz, alguien le puso una mano en el hombro.
-Don Pepe lamento mucho que lo hayan tratado mal, solo quería una reunión con Usted… Espero que entienda que no puedo correr ningún riesgo…
Pepe vio la cara del que estaba frente a él y sintió que su corazón se aceleraba:
pasó del susto del secuestro, a la certeza de saberse hombre muerto.
Estaba con el hombre más buscado del país, el verdadero jefe de jefes.
El Chapo, los Ahumada, el Zambrano, el Señor de los Cielos y hasta Pablo Escobar empalidecían al solo escuchar su nombre. Era una leyenda en el mundo de la delincuencia organizada y sus hazañas delictivas se escuchaban en privado a los más altos niveles de los servicios de inteligencia de todo el mundo.
Su nombre nunca era mencionado en público, pero en los pasillos del poder estaba presente en todas partes y la sola mención de su nombre traía desgracias.
Pepe había visto fotos de él, en las oficinas de Gobernación cuando investigaba el secuestro de la hermana del Secretario. Y hasta el jefe de la policía federal ponía en duda la autenticidad de la foto, porque nunca nadie lo había visto… solo era conocido como el Delfín.
-¿En qué le puedo servir? -dijo Garabato…
-Lo hice venir porque creo que usted es un hombre en el que puedo confiar…
-Se lo agradezco. ¿Pero para qué me trajeron aquí?
-Se lo voy a decir pero primero contésteme algunas preguntas…
-Si puedo, con mucho gusto…
-¿Si alguien le pregunta algo sobre sus clientes, Usted que dice?
-Nada. Eso es parte del secreto profesional.
-Entonces quiero contratarlo.
-Yo no trabajo para delincuentes…
Cuando vio a uno de los hombres adelantándose con la intensión de golpearlo, se arrepintió de su respuesta. Lo detuvo un gesto de su Jefe.
-Me habían dicho que usted es valiente…-dijo el Delfín.
-Otros creen que soy un pendejo… es cuestión de ópticas…
-No quiero que trabaje para mi organización, quiero que tome mi caso a nivel personal…
-Es lo mismo, estaría cometiendo un delito al colaborar con usted, y al cobrar por mis servicios… Y sepa que yo no trabajo gratis para nadie…
-Me han dicho que es muy religioso…
-¿Y eso qué tiene que ver?
-Mucho…
Los dos hombres se miraron y ambos se dieron cuenta que si no llegaban a un punto de acuerdo, sólo uno saldría vivo de ese junta. Después de un silencio, el Delfín continuó hablando:
-Ya veo porque lo respetan detective. Le voy a hacer una propuesta, si acepta usted pone las condiciones…
-¿Usted sabe algo sobre el secuestro en el Estadio Azteca?
-Algo supe…
-Secuestraron a mi hijo, y quiero que Usted lo encuentre…
-¿Qué? ¿Cómo dijo?
-Mi hijo estaba en el estadio y estaba protegido desde lejos por algunos de mis hombres. Durante el secuestro ocurrió la balacera…
-¿Cuántos hombres tenía allí?
-Por lo que sé solo dos, el resto eran los guarros de ejecutivos que sintieron el peligro y comenzaron a disparar… Ellos son los que causaron la matazón… Y unos hombres se llevaron a mi muchacho…
-¿Quién más sabía que su hijo estaba allí?.
-No lo sé, alguien que quería hacerle daño a él, o a su padre…
-No lo entiendo…
-A mi hijo lo entregué en adopción cuando estaba pequeño, no lleva mi apellido, y pocos saben de mi relación con él. Pero su padre es poderoso y tiene sus propios enemigos…
-¿Quiénes saben de la existencia de ese niño?
-La madre del muchacho, de la que estoy divorciado. Sus padres adoptivos y uno de mis hombres. Es un secreto que teníamos que guardar por la seguridad del muchacho y de su nueva familia.
-¿Usted lo veía?
-Todos los meses, pero como un amigo de su padre.
-¿El muchacho sabe a lo que usted se dedica?
-No
-¿Y los padres adoptivos?
-Solo su padre lo supo después de la adopción, y era muy tarde para hacer algo, porque ya se habían encariñado con el niño. Hicimos un pacto de silencio. Y su mujer, nunca preguntó nada, para ella fue una bendición porque no podían tener hijos. Necesito que encuentre a ese muchacho… Si las autoridades meten la nariz, Usted no dirá que trabajará para mi, sino para su padre adoptivo.
-¿Y si me niego?
-Lo mato… No lo puedo dejar ir con un secreto así.
-Es Usted muy convincente… ¿Cuántos años tiene el chico?
-Veintitrés años…
-¿Cómo es él?
-Aquí tiene una foto… Tiene la educación y la arrogancia del padre, además de la sangre caliente que corre en mi familia, una combinación que lo llevará muy lejos… Créame… ese muchacho será importante…
-¿No le parece que exagera un poco?
-Ya lo conocerá… y si exagero… acuérdese que no dejo de ser padre orgulloso de su cachorro…
-Lo haré, pero a mi manera….
-Sé que Usted es un hombre de palabra…
Los dos hombres se dieron un apretón de manos.
Luego el Delfín extendió la mano en dirección de uno de sus hombres y le pasaron una bolsa con unos celulares.
-Aquí hay varios teléfonos cada uno con un número programado, y solo lo podrá usarlos una vez para llamar o mandar textos, luego lo tira a la basura. No dejan rastros…
Si alguna vez me necesita localizar llame al número programado y ordene una pizza sin queso, le contestaran que es número equivocado. Y yo me pondré en contacto con Usted en cuanto pueda...
Otra cosa, sé que esta trabajando para el general García, y por alguna razón no le ha informado del secuestro, ese militar no confía en Usted, tenga cuidado con ese cabrón…
Garabato se sorprendió de la cantidad de información que tenía el Delfín, eso quería decir que tenía infiltrados en muchos niveles del poder, pero no imaginaba hasta donde.
-Pida lo que necesite y lo tendrá enseguida…Cualquier cosa…
-Sólo prométame que sus hombres se mantendrán fuera de esto. No quiero otro incidente, y hay mucha gente nerviosa…
-Le doy setenta y dos horas…
-Está bien.
-Gracias, le debo una. Y créame cuando le digo que yo pago mis deudas…
Ahora por su seguridad lo van a encapuchar para sacarlo de aquí…
Luego se habló a sus hombres…
-El detective trabaja ahora para mi, lo tratan bien, y estén atentos a lo que le haga falta… si le pasa algo Ustedes responden…
Se escuchó como respuesta:
-¡Si patrón…! -de varios hombres.
Lo encapucharon y Pepe notó que lo llevaban con sumo cuidado al coche, no tenía las manos amarradas, ni le amarraron la capucha en el cuello. Si miraba para abajo podía ver sus zapatos y los del Delfín caminando a su lado.
Afuera, dos camionetas los esperaban, un hombre con botas cafés y punteras de plata, le abrió la puerta de la camioneta al Delfín; al mismo tiempo dos hombres lo colocaban echado en la parte de atrás de otra SUV y le pidieron que no se moviese.
Era todavía de noche cuando lo dejaron a una cuadra de su departamento.
*
-Señor, el general pidió que le llamara enseguida…
-Está bien- dijo y entró a su departamento. Todo estaba en su lugar.
Encontró la tarjeta con el número del general encima de la mesa, tomó el teléfono y lo marcó. Enseguida escuchó varios clics antes de que entrara la comunicación. Supo enseguida que lo estaban escuchando y grabando los hombres de inteligencia.
-¿Dónde se había metido?…
-Salí a pasear, y vi que sus hombres hicieron arreglos en mi departamento, la próxima vez, me cambian el calentador por favor…
-Lo quiero ver…
-Ahora estoy cansado, mañana lo veo a primera hora.-y colgó el teléfono, ningún militar le iba a dar ordenes, no trabajaba para ellos.
Revisó el departamento y encontró varios micrófonos. Tenía que reconocer que usaban la última tecnología, ese modelo con celdas solares diminutas había salido al mercado japonés hacia dos o tres meses, y ellos ya lo tenían, eso era lo bueno de trabajar en un lugar con presupuestos ilimitados.
Se dejó caer en la cama y se quedó dormido vestido.
*
Por la mañana puso la cafetera y se dio una ducha con agua helada, porque el méndigo calentador se volvió a descomponer.
Prendió la televisión mientras se vestía y los comentaristas del noticiero matutino hablaban del despido del entrenador de los Dorados, y en los posibles sustitutos.
A él no se le ocurría alguien que quisiese tomar esa papa caliente, a no ser que no tuviese para pagar la renta…
Luego dieron el resultado de una encuesta del público, que decían que el 72% culpaba a Moisés Muñoz de los malos resultados del América. Que poca memoria tenían los aficionados, ya habían olvidado todos los buenos momentos, y por una mala racha lo querían echar a patadas. Los comentaristas se arrojaban como buitres a la nueva victima elaborando una lista de posibles sustitutos en la portería. Dejaban en paz a Nacho Ambríz por unos días, pero si no ganaba el siguiente juego en el Azteca, seguro empezarían a molestarlo otra vez. Se rió y apagó la tele.
Luego llamó a un radio taxi. Hizo un poco de tiempo, mandó un par de textos, mentalmente puso en orden la información que tenía hasta el momento, y antes de bajar agarró su pistola y salió del departamento. Saludó al soldado que seguía con cara de dormido, y mientras bajaba las escaleras escuchó que hablaba por la radio avisando que se encontraba en movimiento.
*
Llegó a la oficina del general en el centro de la ciudad. No lo hicieron esperar.
-¿Me puede decir que carajos esta haciendo?-dijo el militar a modo de saludo.
-Si está de malas regreso más tarde…
-No sea payaso. ¿Dónde estaba metido? …nos tenía preocupados…
-¿Preocupados? ¿Desde cuándo se preocupan de mí?... Yo trabajo solo.
-Si le pasa algo, caen sobre mi cabeza…
-Ese es su problema… No pretenderá que le pida permiso cada vez que quiera ir algún lado…
-Bueno esta bien… Ya discutiremos eso más tarde. Necesito que vea a alguien que viene para acá…
-¿Quién?
-Tenga paciencia… no debe de tardar…
Se abrió la puerta de su despacho y entró el licenciado Olmos, seguido por un hombre como de metro noventa y espaldas como de liniero ofensivo de los empacadores, un auténtico refrigerador con una cara de pocos amigos. El gigante parecía estar incómodo, y se quedó en la puerta como si no quisiera entrar.
El licenciado le pasó un sobre al general y otro al detective.
-El Secretario les envía esta información, es absolutamente confidencial… Regresa de un viaje de trabajo esta noche por si necesitan verlo.
-Gracias Gerardo, estamos en contacto- Dijo el general.
Cuando iban saliendo Garabato observó al guardaespaldas detrás del licenciado, y algo llamó su atención, un segundo después se dio cuenta qué.
El hombre traía unas botas cafés con punteras de platas, con un diseño que él conocía. Trató de que el general no se diera cuenta de su sorpresa.
-¿Desde cuándo conoce al licenciado Olmos? –preguntó Garabato cuando salieron.
-Doce años… Es la mano derecha de su amigo el Secretario, su hombre de confianza.
-¿Y el hombre que venía con él?
-Ese hombre querido amigo, espero que nunca se lo encuentre a solas de noche, porque quiere decir que tiene una cita con el demonio.
-¿Qué quiere decir?…
-Trabaja para la Secretaría desde hace mucho tiempo, su nombre es Ausencio Allende, pero nadie lo conoce por ese nombre… Su alías es “Cero Maldad” porque es famoso por no hacer sufrir a sus victimas.
Garabato sintió que se le revolvía el estómago, y decidió no seguir preguntando. Pero esa mañana llena de sorpresas, le deparaba una mucho más grande.
Sonó el teléfono y contestó el general:
-Hágalo pasar Lupita, no lo haga esperar…
A la puerta apareció la secretaria del general, que hizo pasar al tercer hombre más poderoso del país: el Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el doctor Emiliano Navarro Hurtado.
El venerable juez los saludo a ambos. Se le veía contrariado.
-Puede hablar con toda libertad señor juez, el detective Garabato tiene la autorización y acceso irrestricto autorizado por el Secretario de Gobernación…
-Esta bien…-dijo el juez- Señor Garabato necesito su ayuda…
-Dígame en que lo puedo servir señor juez…
-Hace unos días secuestraron a mi hijo en el Estadio Azteca… Necesito que lo encuentre…
Garabato sintió que era una broma del destino…
*
La ciudad de México tiene más de veinte millones de habitantes gobernados por un sistema político inoperante y corrupto. Este descontrol de los organismos del gobierno es aún peor por la infiltración de la delincuencia organizada y el narcotráfico a todos los niveles. Pero lo peor es que en los últimos años el ciudadano común que ya sabe que nada va a cambiar, se ha vuelto cínico y profundamente pesimista, esto convierte la ciudad en una auténtica bomba de tiempo.
Los brotes de violencia son cada vez más frecuentes y violentos. La represión del gobierno desmedida y fuera de la ley; y en medio del fuego cruzado los habitantes de la ciudad que ya se cansaron de ser considerados como bajas colaterales y están tomando la justicia de propia mano.
Garabato era uno más de esos ciudadanos que a diario eran testigos de esos abusos pero los aguantaba porque sabía que no hay de otra. Por lo menos no una salida pacífica. Había decidido que no quería imaginarse el futuro, por eso vivía el presente como si fuese su último día.
Saliendo de la oficina del general, estaba seguro que ese último día cada vez estaba más cerca. Se subió a un taxi rosita y pidió que lo llevara al “Cielito Lindo” en el centro, cuando el taxi dio la vuelta en U, cambio de opinión.
El tiempo estaba andando, y sus clientes no parecían ser tipos muy pacientes, así que decidió ir a su departamento.
*
Dio vueltas, revisó sus recados y abrió una bolsa de cacahuates japoneses.
Sabía que tenía intervenida su computadora, así que tomó notas a mano de sus siguientes movimientos. Hizo una lista de pendientes: una columna con las cosas urgentes y otra con las compras pendientes.
Luego decidió que quería desaparecer durante unos días para poder moverse más rápido…
Al día siguiente desayunó un café cargado y unos huevos revueltos con salsa picante Herdez, que siempre tenía latas en la alacena. Luego reviso su plan con cuidado, y cambio algunos detalles. Dejó un par de pistas falsas en mensajes enviados desde su computadora. Puso en la caja fuerte su arma, las tarjetas de crédito, y sus identificaciones. Si lo mataban no iba a necesitar nada de eso.
Se vistió cómodamente y en una mochila sólo puso los teléfonos que le habían dado y un suéter negro. Luego agarró el efectivo que tenía, se puso la camiseta del América y salió rumbo al estadio azteca.
Esa tarde a las cinco jugaba el América con el Santos y en el plan de Garabato estaba ver el partido y olvidarse de todo por noventa minutos.
Y luego ir hasta el mismísimo infierno si era necesario para encontrar al muchacho secuestrado, pero estaba seguro de que ese no era su mayor problema.
En el fondo sabía que ganar esa partida era imposible, pero en las novelas de detectives, los protagonistas siempre sacan un conejo de la chistera y acaban con una vieja buenísima en un diminuto bikini, en un yate rumbo a las Bahamas. Y así decidió que quería que terminara su historia…Un final muy lejano a la realidad que iba a vivir las siguientes cuarenta y ocho horas…
Llegó al estadio, se sentó en su lugar y saludó a sus vecinos de asiento, y le pidió al cubetero un par de cervezas… Su equipo ya calentaba en la cancha…
(Continuara…)
0 comentarios:
Publicar un comentario