Roger Federer se instala en la final de Canadá al vencer a Robin Haase

Foto: marca.com

Roger Federer disputará mañana su sexta final de la temporada en ocho torneos disputados. El suizo, tras dejar atrás a Robin Haase (6-3, 7-6), accedió a su quinta final en el Masters 1000 de Canadá, torneo que intentará levantar mañana por tercera ocasión. Sin perder un partido desde Stuttgart, el helvético encadena ya 16 triunfos de manera consecutiva y pone sus ojos en el que podría ser su sexta copa del calendario. De momento, ganó las otras cinco previas que disputó. Mañana, Alexander Zverev o Denis Shapovalov soñarán con romper esta tendencia.

Robin Haase encaraba a sus 30 años uno de los días más importante de su carrera. En Montreal, el holandés iba a disputar su primera semifinal de Masters 1000. Al otro lado de la red, un hombre seis años mayor, iba ya por la número 59. Este será el único dato comparativo que ofrezcamos en la crónica acerca de estos dos jugadores, por respeto, justicia y por no revelar antes de tiempo el desenlace de esta batalla. Que ambos pertenecían a escalones distintos ya lo sabíamos, faltaba saber si la teoría se traducía a la práctica y el ‘bueno’ se deshacía del ‘malo’ sin apenas sudar.

Podrá decir Robin que al menos empezó el partido con actitud, perdiendo su saque ya de inicio pero recuperándolo en el juego siguiente. Aquello cabreó más todavía a Roger y entonces decidió poner la directa. No era la marcha más alta de su mecanismo, pero hoy ante Haase podría ser suficiente. El holandés mostró que venía con buena tendencia de toda la semana pero reveló demasiado pronto la tremenda diferencia de tenis que había entre una raqueta y otra. Y lo que es peor, el enorme respeto que sentía por el helvético, el cual le haría pisar el freno en numerosas circunstancias del partido. Aquello acabó cerrándose con un 6-3 discreto, esperado, el típico partido sosegado que el de Basilea te gana utilizando el 60% de su magia.

La reanudación nos trajo uno de los momentos más divertidos del torneo cuando estando Haase dispuesto a servir, un aficionado grita: “Come on Roger!”. El pan de cada día en todos los partidos del suizo. Pero el de La Haya iba a dejar su marca personal respondiendo al autor del aullido: “My name is Robin”. Entre risas y sonrisas, el juego continuó de una forma mucho más distendida y con el holandés mucho más suelto y confiado de cara a los próximos juegos. Al final y al cabo, ¿qué tenía que perder?

Con ese extra de valentía acabó aterrizando el segundo parcial en un tiebreak que nos traía algo de emoción, toda la que no habíamos tenido hasta el momento. Fue aquí donde Robin utilizó su último cartucho, con 5-4 arriba y a dos bolas de forzar una tercera manga que nunca llegó. Demasiado Roger, demasiado hambre por recuperar un número 1 que está más cerca de lo que nunca pudo imaginar. Montreal no le dará la opción de recupera lo más alto del ranking, pero una victoria mañana puede ser la antesala a uno de los días más bonitos de su carrera como jugador. Y no ha habido pocos.


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