Escrito por Augustus Doors
Cuando Garabato vio entrar a Elena en la habitación se sintió confundido.
-¿Es esto una broma? -preguntó.
-Te lo explico Pepe –dijo el secretario- Elena en uno de mis elementos más leales y efectivos en el Departamento de Inteligencia del Estado.
-¿Por eso la mandaste espiarme?
-No le pedí que se acercase a ti, para que te conociera mejor…
-¡Eres un cabrón!
-Lo siento –dijo Elena.
-Pepe estamos metidos en asuntos muy delicados, y si bien tus resultados son muy efectivos, tus métodos y tus hombres no son de confiar.
-Si querías saber quién toma las decisiones… Solo tenías que preguntarlo. Yo soy el responsable de todo lo que pasa en mis averiguaciones, y mis contactos ejecutan mis ordenes…
-Según mis fuentes no es realmente lo que sucede –dijo Elena.
Pepe volteo a ver a Elena y le preguntó de forma agresiva
-¿Entonces comandante, me puede explicar cuál es su versión de la historia?
Elena volteó a ver al secretario que le hizo una seña que podía hablar.
-Su intuición para abordar las investigaciones es mayormente acertada, pero su punto débil son sus hombres, que son gente sin entrenamiento, fácilmente corruptible y sin ningún control.
Pepe sonrió al comentario.
-¿Qué te causa tanta gracia? -preguntó el secretario.
-Que dice que mi gente no es confiable, y Ustedes trabajan en la oficina más poderosa del país y tienen filtraciones en todos los frentes…no te parece un chiste…
-No es un chiste el reguero de muertos que dejó su gente, ni tampoco que se hallan perdido tres millones de dólares…-dijo Elena.
-Los muertos fueron bajas necesarias… y a mí no me pagaron para cuidar el dinero, sino para rescatar al muchacho.
Además por lo que entiendo el Juez Navarro-Hurtado tenía un seguro antisecuestro con una aseguradora londinense, que le va a devolver hasta el último centavo.
El secretario volteó a ver al juez que le asintió al secretario.
-¿Y si tanto desconfían de mí, porqué me llaman otra vez?
-Nadie desconfía de ti –replicó el secretario. – son tus métodos los que nos incomodan.
-Tú le tienes que dar explicaciones a tu jefe, a la prensa y a derechos humanos. Yo solo le doy resultados a mis clientes. Si no les gusta es su problema.
-Esta bien, pero en este caso hay mucha gente de peso inmiscuida. Antes de empezar una guerra por las calles me gustaría estar prevenido.
-Me parece justo.
-Me gustaría que ustedes trabajen juntos
-Eso no va a poder ser. Es claro que no conozco al comandante lo suficiente para confiarle nada y además ella desconfía de mis contactos…-dijo Pepe.
Elena iba a decir algo pero el secretario la detuvo con una seña.
Sonó el teléfono del juez indicando que tenía un mensaje.
-¡Dios mío- dijo el juez- miren esto!
Le mandaron una foto de su hijo cenando en un restaurante en el centro de Madrid, con la hora y la fecha en que había sido tomada.
-Esa foto la tomaron hace exactamente ocho minutos -dijo Garabato- pidan a la Interpol que le de protección a su hijo. Ahora si me lo permiten tengo mucho que hacer.
-Pepe yo sigo pagando sus honorarios, hágame saber lo que necesita- dijo el juez.
-No creo que sea necesario señor ministro, este es un encargo del Secretario de Gobernación y mi cliente es el Estado Mexicano. Me siento mejor si le paso mi recibo a Manuel.
-Como usted guste -dijo el juez- ya sabe que estoy a sus ordenes para lo que necesite.
-Gracias señor ministro -dijo Pepe- y salió de la habitación.
Mientras caminaba al coche, se sintió confundido, había permitido que vean su molestia. No esperaba ver a Elena allí y eso lo había descolocado. Sabía muy bien que a ese nivel no podía cometer ninguna equivocación, o permitirse ninguna distracción porque le podía costar muy caro. Estaba enojado consigo mismo por no dejar de pensar en ella, cuando se tropezó con Cero Maldad, y esto lo regresó a la realidad. Cero le abrió la puerta de la camioneta.
-A Sanborns de Azulejos por favor…
Cero Maldad contestó con un gruñido y ese coche salió a toda velocidad rumbo al centro de la ciudad.
*
Francisco Navarro estaba comiendo con sus tías en el salón San Gil del Café de Oriente, frente al Palacio Real en Madrid, cuando entraron discretamente dos hombres, uno de ellos habló con el capitán de meseros y se acercaron a la mesa del hijo del juez mexicano.
-¿Señor Navarro? –preguntó uno de los hombres.
-Si, ¿quién es usted?
-Nos envía su padre, soy el oficial Magredo del Interpol
-¿En qué le puedo servir?
-Señor Usted se encuentra en peligro, tenemos que salir de aquí, en el camino le explicamos…
-¿Puede esperar a que terminemos de comer?
-No señor, lo siento es una emergencia, señoras acompáñenos por favor.
Francisco y sus tías subieron al nivel de la calle y se dieron cuenta de que había una intensa movilización policial, alrededor del restaurante. Los llevaron hasta a una camioneta Mercedes Benz negra y salieron custodiados por patrullas de policía secreta.
La operación sólo tomó unos minutos y mandaron un mensaje al secretario de gobernación de México que decía: “El hijo del Ministro está seguro”.
Lo que no sabían es que eran observados por un grupo de delincuentes que estaban esperando por el muchacho enfrente del Café de Oriente, pero esta vez no venían a secuestrarlo.
Tenían orden de asesinarlo.
*
-¿Quiere que lo espere? Le preguntó Cero Maldad.
-No gracias, de aquí me voy solo… -y cerró la puerta de la camioneta.
Cero puso en movimiento la camioneta y se perdió en el tráfico de la capital.
Garabato entro al restaurante y fue directamente a la mesa donde estaba Rolo
-Nos tenemos que ir.
-¿No vas a comer algo?
-No. Vámonos…
A Rolo le extrañó la actitud de Pepe, pero no dijo nada y se puso en movimiento, al salir del establecimiento caminaron en sentido contrario al tráfico observando si alguien hacía el intento de seguirlos. Entraron por un par de calles pequeñas, y cuando vieron un taxi desocupado se subieron y le ordenaron que diera un par de vueltas, antes de decirle dónde iban.
Se bajaron a diez cuadras del bunker y caminaron en silencio.
Garabato se sentía observado, pero sabía que eran los hombres de Rolo, acababan de cruzar el segundo círculo de seguridad, todavía faltaban uno más antes del llegar al hotel.
*
El Secretario de Gobernación en su oficina estaba despidiéndose del juez Navarro-Hurtado, cuando recibió el mensaje de que el hijo del juez estaba seguro.
-Ya tienen a Francisco, puedes descansar tranquilo.
-Te agradezco mucho lo que haces por mi familia, estoy en deuda contigo…
-Lo sé –dijo el secretario.
-Voy a estar en casa por si necesitas algo.
-Habla con tu hijo, no le des mucho detalle, dile que no se mueva por ahora. No sabemos si están intervenidos sus teléfonos.
-De acuerdo.
-Voy a necesitar ordenes de registro y probablemente una de detención provisional.
-Lo que tú necesites, mándalas y las firmo.
-Gracias Emiliano.
-Gracias a ti Manuel.
Se dieron un abrazo y el ministro salió de la habitación.
El secretario levantó el teléfono.
-Necesito que le den protección al juez Navarro-Hurtado y que dejen guardia frente a su casa las 24 horas.
Y colgó el teléfono, pensando que algo realmente grave estaba por ocurrir.
Alguien se había encargado de coleccionar los trapos sucios de mucha gente importante, y si esa información salía a la luz, ocasionaría un escándalo que podría causar un desequilibrio en el poder político del país.
Su trabajo por ahora era que toda esa información quedara enterrada en la obscuridad, sin importar el costo.
*
Garabato entró al bunker seguido por Rolo, y encontraron al Camote trabajando en una computadora.
-Déjanos solos- dijo Garabato- pero no te vayas lejos, te vamos a necesitar…
El Camote salió de la habitación y cerró la puerta.
-¿Qué pasa? –preguntó Rolo.
-Es lo que quiero saber… ¡¿qué pasa?! Toda la tarde he tenido cabrones diciéndome que no controlo a mi gente, que dejo un reguero de muertos por donde paso, que me robe dinero… ¡y estoy seguro que sabes de lo que estoy hablando!..
Rolo no contestó.
-Necesito saber qué está pasando. Te pedí que me ayudaras, no que convirtieras la ciudad en un campo de videojuego disparando a diestra y siniestra…
-No fue así.
-¿No, entonces cómo? … explícame…
-A veces para sacar información hay que presionar, luego cuando rescatamos al chico… no quise dejar cabos sueltos.
-No estoy de acuerdo con tus métodos, no podemos tomarnos la ley en nuestras manos…
-¿Y ellos si lo pueden hacer?
-¿Ellos quién, los delincuentes? ¿los secuestradores? ¿el gobierno? … No porque ellos sean unos asesinos, también tenemos que serlo.
-Si no matas, te matan… esas son las reglas del juego.
-No me gusta este juego, que va a pasar con nosotros cuando no tengamos como cliente al gobierno, cuando no tengamos protección oficial…
-Igual nos puede matar el camión de la basura… Además tener al gobierno detrás no es garantía de nada, ¿viste cómo se asustaron con las fotos?
-¿Tienes tú algo que ver con eso? –preguntó Garabato muy serio.
-Por supuesto que no. Sólo le pedí al Camote que antes de terminar el caso, revisara la computadora del juez, y el archivo lo encontró en la basura. Le llegó ayer y todavía no lo había visto.
-¿Sabemos quién lo mando?
-Todavía no…
-Me pidieron que me hiciera cargo del caso.
-Acéptalo, ya estamos metidos hasta el cogote en esto. Y esta gente no deja cabos sueltos…
-¿Qué necesitamos?
-Te hago la lista ahora mismo, y voy a necesitar tres personas más.
-¿Son de confianza?
-Si pero hay un problema…
-¿Cuál?
-Los dos están en la cárcel y el otro desaparecido.
-¿Son tan importantes?
-Son los mejores hackers del país, ellos entrenaron al Camote, y los detuvieron hace dos semanas por andar metiéndose donde no deben...
-Dame sus nombre y veo que puedo hacer.
-Encuéntralos, y yo los convenzo para que trabajen con nosotros.
-¿Estás seguro que son de confiar?
-Saben que conmigo no se juega, y eso basta.
Garabato sacó un sobre del saco…
-El juez Navarro-Hurtado me dio un cheque hoy… -miró el cheque y chifló- el viejo si que es generoso… quinientos mil…
-No está mal.
-¿No está mal? ¿Quinientos mil dólares?
-¡Eso es como casi diez millones de pesos!… Ya sabemos quién paga los tacos hoy…
-Toma, guárdalo en la caja fuerte… hablando de lana… ¿sabes qué fue del dinero del rescate?
-Si, están en el clóset… tres melones…
-¿Porqué no me lo habías dicho?
-Porque no lo habías preguntado…
-Tenemos que devolverlos.
-¿Por qué? El juez va a cobrar el seguro, el dinero se les perdió a los delincuentes y yo me los encontré.
-¡Es una locura!
-¿Te imaginas la vida que nos vamos a dar cuando termine esto?
-No estoy seguro que sea correcto quedarnos con ese dinero, no somos ladrones
- Yo si, y al final se lo estás robando a los secuestradores y ladrón que roba ladrón…
-Por lo pronto ese dinero no se toca… Ahora necesito que me prometas algo.
-¿Qué?
-No mas muertos, ni decisiones estúpidas sin que yo esté enterado.
-Esta bien jefe.
-Llama al Camote…
Rolo golpeo la pared dos veces y apareció el Camote abriendo la puerta
-Ven Camote, necesito que vayas de compras… y de paso te compras un Xbox One para ti…
-¿De veras? –dijo sorprendido, sonriendo por primera vez en semanas.
-Si pero primero vamos a revisar lo que necesitamos, tenemos un trabajo grande por delante.
Garabato se quedó observando al Camote, y pensó que se le había olvidado que sólo era un niño…
*
En las oficinas de la Secretaría de Gobernación, el secretario González y el licenciado Olmos platicaban, mientras Cero Maldad estaba parado cerca de la puerta, cuidando que nadie los interrumpiera.
-Recibí una llamada del Reforma, quieren que demos un comentario sobre una filtración de Pemex, y preguntan si estamos haciendo alguna investigación.
-Ya soltaron el primer chisme para que sepamos que van en serio.
-¿Qué quieren?
-No han pedido nada, solo nos han dicho que esperemos su comunicación.
-Tenemos que tomar la iniciativa… ¿qué dicen los de inteligencia?
-Están enredados con varios asuntos serios, hoy se detectó en la frontera, una carga con radiación fuera de normas, están trabajando con la CIA, eso tiene prioridad.
Y por otro lado están nerviosos por rumores de otro posible escape del Chapo Guzmán.
-Dígame ¿en qué puedo ayudarlo?
El secretario le entregó un papel con tres nombres.
-Ya hablé con el juez Navarro-Hurtado, para liberar a estos tres muchachos, dos de ellos sabemos donde están, investigue el paradero del tercero. Los suelta y me trae sus archivos completos.
-¿Esto qué tiene ver con el caso?
-Son tres hackers amigos de Garabato, y los necesitamos en la calle lo más rápido posible.
-¿Está seguro?
-No, la verdad no. Tenemos a los mejores hombres de inteligencia del continente, pero mi instinto me dice que debo de tener un plan B y ese plan es Garabato.
Mira la lista de lo que necesita… -el licenciado la leyó-.
-¿Está de broma?
-No, es totalmente seria… hágase cargo, si encuentra algún problema avíseme…
- Si señor.
El licenciado salió seguido por Cero maldad.
El secretario abrió uno de los cajones del escritorio y sacó una cajetilla de cigarrillos, prendió uno y respiro hondo. El sentir el tabaco en los pulmones le hiso ponerse en alerta, siguió fumando mientras pensaba si era acertado meter a Garabato en el caso. Sabía que lo había hecho para protegerse. En el momento que se acercaran mucho a él, tendría una ficha más para negociar o sacrificar. Eso lo hacía sentirse desleal con alguien que nunca le había fallado, pero en este negocio a veces todo se resumía en matar o morir.
Y él no estaba dispuesto a morir todavía.
*
En las Lomas del Pedregal, el Subdirector de adquisiciones de Pemex, el licenciado Rodrigo Alcántara, llegó a su casa, y vio a su mujer jugando con sus nietas en el jardín. Caminó directamente a su estudio sin saludar a nadie y cerró la puerta con llave.
Su teléfono celular no paraba de sonar entre mensajes y llamadas. Apagó el celular y abrió su computadora portátil, revisó su correo y vio el mensaje urgente.
Abrió el folder y se llevó la mano a la boca.
Una carrera exitosa dentro y fuera del gobierno por más de treinta y cinco años para que todo se fuera a la mierda por un video.
Escribió una nota, sacó el revólver del cajón y se pegó un tiro en la cabeza.
*
Elena llamó varias veces al teléfono de Garabato, pero no contestaba. Si iban a estar juntos en esa investigación sería mejor hablar las cosas claras, eso era lo que ella pretendía, pero por lo visto Pepe se había sentido traicionado.
Entraron varios elementos de la marina y el ejército a la sala de juntas donde ella estaba, luego pasaron los analistas y finalmente el encargado de la operación de campo, el teniente Max Padilla. Ella lo conocía de un curso de inteligencia que compartieron en Francia, era un tipo desconfiado, testarudo y despiadado con sus enemigos.
Elena lo mandó llamar porque quería equilibrar las fuerzas en la calle: los delincuentes venían por todas las canicas; los hombres de Garabato se tornaban violentos; ella colocó a un tipo brutal en la alineación de su equipo táctico, con la idea de intimidar a sus oponentes. Luego se daría cuenta que cometió un error de cálculo.
Elena les dio un breve resumen de lo ocurrido en las últimas horas. El trabajo principal sería encontrar el origen de las transmisiones, mientras que el teniente Padilla debía poner hombres en la calle para escuchar todo lo que ocurría, listos para tomar acciones drásticas, además de tener equipos de “limpieza” listos para intervenir.
*
Mientras esto ocurría Garabato estaba sentado en el restaurante “El Pescadito” en la Condesa, comiendo un coctel de camarones mientras veía la repetición del juego de la despedida de Cuauhtémoc Blanco en el Azteca. Pepe no había podido ir al estadio y lo lamentaba porque el Cuau era su ídolo desde siempre. En la tele se le veía gordo y viejo, pero seguía siendo un jugador genial.
Ahora todos hablaban del clásico, que iban a jugar el fin de semana en el estadio de las Chivas, y donde el América era el amplio favorito. Encima de la mesa Pepe tenía el Esto, As, y la sección deportiva del Reforma, miró los periódicos y sonrió. Hacía varios días que no se tomaba un par de horas para sentarse y relajarse unos minutos. Tomó un sorbo de su Corona y observó a la gente a su alrededor. Todo parecía normal, la gente hacía su vida como todos los días, tratando de sobrellevar los días difíciles, y robarle unos minutos a la rutina. Recordó lo que le decía su madre todo el tiempo: “Si no tiene solución para qué te preocupas; y si tiene solución para qué te preocupas”…
Tomó otro sorbo de cerveza y vio al mesero que se acercaba mirando a la calle con cara de espanto, como un reflejo empujó la mesa de metal y se tiró al suelo en el momento que una ráfaga de metralla mataba al mesero y alcanzaba a dos clientes. El automóvil con los gatilleros desapareció cuando llegó a la esquina.
Era la segunda vez en menos de tres semanas que se salvaba por un pelo. Levantó la cabeza y vio que varios policías se dirigían corriendo hacia el restaurante.
Decidió desaparecer antes de que llegaran.
*
El resto de la semana pareció sumergido en una calma desesperante.
Elena y los de inteligencia reunían información de la calle, y seguían algunas líneas de investigación sugeridas por la Interpol. El secretario de gobernación le informaba periódicamente los minúsculos avances al presidente, mientras Olmos liberó a los primeros dos muchachos por órdenes de su jefe, y buscaba el paradero del tercero.
Rolo, Camote y los dos nuevos miembros del equipo, tomaron posesión de todo el piso donde se encontraba el Bunker, y trabajaban día y noche para instalar las computadoras, antenas, amplificadores de frecuencias, además de colocar un par de generadores eléctricos en la azotea.
Mientras todo esto ocurría Garabato viajó a Acapulco y decidió tomar distancia por unos días. Aprovechó para descansar un poco y analizar cuál sería su próximo paso.
Reservó una suite en un hotel Camino Real Punta Diamante, donde se había hospedado antes, y conocía al Gerente y las facilidades del lugar. Nadó en la alberca un rato y luego se acercó a la barra del bar, allí se encontró con una vieja amiga.
-¿Y ese milagro que te dejas ver?…- le dijo la cantinera…
-Hola Rocío.
-¿Te sirvo lo de siempre?
-Si por favor… Está todo muy tranquilo por acá.
-La ocupación del hotel está al ocho por ciento, así que te van a atender como a un rey…
-Gracias…
-¿En que habitación estás? ¿Para subirte tu siguiente trago?
-709
Los dos se sonrieron, ella sabía que Garabato buscaba refugio en ese lugar, y conocía todos sus gustos, era un buen tipo y un buen cliente, casi un buen amigo.
Garabato mientras se dirigía a su habitación, pasó por la sala de negocios, revisó si tenía mensajes en su cuenta, y no encontró nada importante. Recogió unos periódicos y se dirigió a la zona de los elevadores.
Al poco rato de entrar en su habitación, tocaron a la puerta. Era Rocío con una bandeja con botanas y una botella del tequila que el gustaba, lo puso encima de la mesa y preguntó:
-¿Se le ofrece algo más al señor?
-Quítate la ropa y ven acá.
A Garabato se le había olvidado lo hermosa que era.
A él lo sorprendió el deseo y ella incansable lo dejó jugar, lo consintió en todos sus caprichos hasta dejarlo agotado. Sin despegar los cuerpos sudorosos, esperó a que recuperara un poco de energía, le dio de comer en la boca y tuvieron sexo durante toda la tarde.
Cuando Garabato se despertó era de madrugada, y ella ya no estaba. Le había dejado una nota con su número celular.
Garabato se sentó desnudo en el balcón sintiendo el aire tibio de la madrugada y observando la belleza de la bahía, prendió un cigarro y por unos segundos se sintió en paz con el universo.
(Continuará).
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