Escrita por Augustus Doors
Acababa de terminar el partido entre el América y Cruz azul, y el juego solo había sido la continuación de una semana difícil. En resumen el América empezó perdiendo, empataron con un penal inexistente, y al poco rato metieron el dos a uno. Ya en el segundo tiempo volvieron a anotar, y cuando todo parecía que iba a ser una buena tarde para Nacho Ambríz, apareció el fantasma de las indisciplinas, los errores arbitrales, las compensaciones y la amarga realidad de tener un equipo que a pesar de su nómina millonaria, no camina.
El resultado final un sufrido empate a tres goles, una bronca en las bancas causada por el festejo del entrenador del Cruz Azul, y miles de americanistas furiosos con el equipo.
Pepe se reía de un comentario estúpido de Rolo, los dos estaban en los asientos de una suite de la zona lateral oriente del Azteca, adonde habían llegado en ambulancia y custodiados por dos coches de policía hasta la misma puerta de la suite de lujo.
Cuando empezaron los golpes entre los aficionados en las tribunas, los encargados de seguridad los metieron a la salita de la lujosa suite, allí el mesero les sirvió primero unas botanas, y luego unos tequilas con sangritas.
-Gracias, pero no me vaya a malacostumbrar –dijo Garabato.
-¡Un hidalgo por tus pinches águilas…!-dijo Rolo levantando su caballito.
Ambos bebieron y golpearon los caballitos en la mesa, el mesero se apuró en llenarlos nuevamente.
Dentro del estadio tronó un cohetón, y la explosión hizo vibrar las ventanas. Segundos después un elemento de seguridad abría la puerta y se aseguraba que los del interior de la suite estaban bien y volvió a cerrarla.
-Pinche semanita… ¿hay algo que pueda suceder peor? -dijo riendo Garabato mientras se sujetaba con una mano las costillas rotas, que le dolían cada vez que se movía o reía.
-Cállate que todavía falta el domingo y sólo me queda una mano –dijo Rolo levantando el yeso del brazo izquierdo.
-¡No me hagas reír, que duele cabrón!
Entró en la habitación el chofer que los había traído al estadio.
-Señores es hora de regresar al hospital… -les dijo con una sonrisa en la cara.
Los dos se pusieron de pie y sin decir palabra salieron y se subieron a la ambulancia. Vieron como dos motos les abrían paso y una patrulla venía detrás custodiándolos. La ambulancia prendió la sirena y se metió en el tráfico. Tardarían alrededor de cuarenta minutos hasta el hospital del Seguro Social.
Garabato cerró los ojos y recordó todo lo ocurrido los últimos días…
*
Garabato y Rolo se dirigían a la entrada norte del centro comercial Plaza Antara. Mientras el juez Navarro esperaba sentado en el coche como le habían ordenado. Minutos después recibió una llamada que le indicaba moverse hacia el “Lunario”, un centro de espectáculos al costado del Auditorio Nacional.
La llamada la interceptó el Camote, e inmediatamente le avisó a Rolo hacia dónde iba el juez; Ellos estaban a diez minutos de allí.
Cuando el juez llegó a su destino, le salieron varios muchachos a ofrecerle estacionamiento.
Uno de ellos abrió la puerta del copiloto y se subió.
-Sígase derecho y de la vuelta a la izquierda… y estacione frente al Teatro Orientación…
-Oiga… ¿Quién es Usted? -dijo el juez.
-Obedezca -replicó el hombre.
Tomó un par de minutos estacionar, allí lo esperaban dos tipos más que se subieron a la parte trasera de la camioneta.
-¿Dónde está el dinero?
-Atrás en las bolsas de basura negras como lo pidieron -contestó el juez.
Los hombres abrieron las cuatro bolsas y sacaron el dinero del fondo para comprobar que todo estaba bien…
-Dice la verdad –afirmó uno de los hombres de atrás.
-Bájese…-le ordenaron al juez.
-No me bajo hasta que me entregue a mi hijo…
-¡Bájese o lo mato!
-¡No! -respondió el juez, aferrándose al volante.
El hombre que estaba en el asiento de atrás lo golpeó en la cabeza con la cacha de la pistola, mientras el otro le golpeaba en las manos para que soltara el volante y lo empujaba hacía fuera de la camioneta. Le dieron otro golpe en la cabeza, y el juez pareció aflojar el cuerpo cayendo como un fardo pesado sobre el pavimento.
-¡Ya lo mataste idiota!
La camioneta Lexus negra salió a toda velocidad hacia la avenida Reforma, cruzándose con el coche de Garabato.
Rolo se bajó en frente al “Lunario”, había cientos de coches estacionados. Caminó hasta el Teatro Julio Castillo, no vio al juez. Cuando se disponía a regresar con Pepe escuchó los gritos de unas muchachas que salían del Teatro Orientación. Le hizo señas a Pepe para que se acercara y corrió en dirección de los gritos. Los dos llegaron casi al mismo tiempo y vieron al juez en el pavimento con la cabeza ensangrentada.
Rolo lo tocó.
-Está vivo… y la herida de la cabeza no es de bala.
-Está sangrando mucho…
-Vamos a subirlo al coche.
-¡No lo muevan! -gritó una de las muchachas- ¡ya viene la ambulancia!
No hicieron caso y se apuraron a subirlo a la parte trasera del coche.
Rolo iba deteniéndole la cabeza, mientras Pepe conducía rumbo al Hospital Español.
Dentro del coche sentían como el juez respiraba con mucha dificultad.
*
Iban tomando atajos, entraron por la calle Aristóteles y dieron vuelta sobre la izquierda en Horacio, antes del parque se toparon con una procesión de fieles, que con sus antorchas en mano cantaban por la llegada del Papa a México.
Garabato les tocó la bocina con insistencia para que lo dejasen pasar, pero las monjitas parecía que caminaban a un más lento.
Tocó la bocina más fuerte y adelantó un poco el automóvil.
En ese momento una monja seguida por un grupo de viejas gordas se le pararon en frente.
-¡Oiga más respeto que nosotros tenemos permiso para este acto religioso!
-Llevo un hombre herido, abran paso…
-¡Si y yo soy la mujer maravilla!-contestó una de las gordas.
-¡O me abren paso o me cargo primero a la mujer maravilla y luego a estos pingüinos!
-¡Oiga eso es una falta de respeto…!
Garabato sacó su arma y dio tres tiros al aire. La procesión se abrió como el Mar Rojo a Moisés, y la mujer maravilla cayó rodando debajo de una camioneta de lujo.
Pepe aceleró el coche y no se detuvo hasta la puerta de emergencias del Hospital Español. Cuando bajaron al juez lucía pálido, los médicos y enfermeras lo metieron a una sala y comenzaron a trabajar alrededor de él.
Garabato le marcó al Secretario de Gobernación.
*
El general Ramiro García venía de regreso de la frontera en un avión del ejército, cuando recibió la llamada.
-¡¿Dónde carajos está usted?!-le gritó el Secretario de Gobernación.
-De regreso de ciudad Juárez, señor secretario…
-¡¿Y que mierda hacía allá?!
-Había un problema con la visita del Papa… pero ya lo solucionamos..
-Me acaban de avisar que intentaron asesinar al presidente de la suprema corte, que el hijo no aparece, y que además se cobró un rescate de tres millones de dólares… ¡¿Cuándo todo esto sucedía dónde estaban sus hombres?!
-Usted debe de entender que con la visita del Papa…
-¡El Papa me interesa un carajo…! Si el juez se muere Usted va a tener que ir a pedir trabajo en el Vaticano…-se cortó la comunicación.
El general habló inmediatamente con su jefe de área y mandó protección militar a las instalaciones del hospital, y pidió un informe de la salud del juez.
El estaba a dos horas de vuelo de la ciudad de México.
*
En la casa de seguridad, las dos mujeres estaban nerviosas. El colombiano había pasado por la tarde y les había dejado un revólver y un teléfono celular. Y antes de irse dejó órdenes que si sucedía algo, una de ellas tendría que matar al muchacho y luego las dos juntas largarse rumbo a Tijuana.
Las dos mujeres, desconfiaban una de la otra. Se habían conocido en la casa, no se llamaban por sus nombres y sólo sabían que estaban haciendo un trabajo. Una de ellas era chaparrita y la otra delgada, alta y muy fea. Las dos prepararon sus bolsas con lo necesario, prendieron la televisión y se pusieron a ver la llegada del Papa por la televisión.
*
El Camote escuchó una comunicación donde unos policías habían encontrado la camioneta Lexus abandonada, frente al edificio de la Lotería Nacional.
Le marcó a Rolo y se lo dijo.
Garabato y Rolo subieron al coche y se pusieron en movimiento cruzando la Colonia Anzures rumbo al edificio de la Lotería . La ciudad estaba desquiciada, el tráfico era imposible y los cortes vehiculares no tenían sentido, sólo causaban más caos.
Así estaba toda la ciudad.
Garabato pensaba que si alguien planeaba realizar un crimen esa era la noche perfecta.
*
En el noticiero de López-Dóriga por el canal de las estrellas, todo el programa estaba dedicado a la llegada del Papa Francisco a México: comentarios de especialistas, lista de actividades, reporteros comparando esta visita con la de los dos papas anteriores. Y luego pasaron a las entrevistas en vivo con artistas y cantantes conocidos por su devoción guadalupana.
Justo antes de terminar la emisión, hubo una breve mención que el presidente de la suprema corte de justicia había sido internado en emergencias del Hospital Español, y que su estado era delicado.
Y despidió el noticiero con imágenes de un Papa sonriente en medio del presidente y la primera dama.
El Secretario de Gobernación apagó la televisión y marcó en su celular:
-Olmos, Televisa pasó la nota del juez hace un minuto. Mande a sus hombres y que sellen el hospital, no más filtraciones y quiero ser el primero en enterarse de lo que ocurra… ¿entendió?- y colgó antes de escuchar la respuesta.
El aparato del Estado se ponía en movimiento.
*
Cuando llegaron frente al edificio de la Lotería habían varios coches patrulla rodeando la camioneta Lexus del juez, Garabato se acercó y preguntó quién estaba a cargo, el policía lo vio tan seguro que le señaló a un teniente chaparro y pasado de kilos que observaba cómo tomaban las huellas digitales los de la científica.
Pepe se acercó:
-Teniente buenas noches, mi nombre es…
-Lo conozco Garabato, es usted famoso por meter las narices donde no debe…
¿Qué se le perdió por acá?
-Trabajo para el juez Navarro-Hurtado.
-Y yo para el Presidente de la República… ¡Váyase por donde vino!… ¿o quiere que mis hombres lo acompañen?
Garabato retrocedió unos pasos y al darse la vuelta, observó que Rolo hablaba con uno de los técnicos que tomaban las huellas.
Se regresó con el teniente y le pregunto:
-¿Puedo saber su nombre?
-Teniente Romero, Cicerón Romero. ¿Es Usted periodista o es de los mariquitas que se quejan con los de arriba?… ¡Lárguese que me está poniendo de malas, y lo voy a detener por obstrucción a la justicia!…
-Como Usted mande Teniente Romero…-y se dirigió a su coche.
Allí lo alcanzó Rolo.
-¿Conocías al técnico?
-No. Pero le gustan los billetes de quinientos…
-Puto país… ¿Qué le sacaste?
-Huellas digitales de por lo menos cuatro hombres, y encontraron una cartera que se le cayó a uno de ellos: es de Eleazar Peña alias “El Cucaracho”, líder de los traperos del Auditorio Nacional.
Pepe miró la hora, allí todavía no terminaba el concierto.
- ¡Vamos para allá…!
El coche dio giró hacia la avenida y salieron disparados rumbo al Auditorio Nacional.
*
En la casa de seguridad las mujeres habían recibido la llamada que les ordenaba abandonar el lugar de inmediato. Las dos sabían que eso significaba, que tendrían que matar al muchacho.
Se miraron en silencio, ninguna se atrevía a tomar el arma sobre la mesa.
La fea agarró dos pajillas y la chaparra jaló la más corta.
La primera mujer salió de la casa con una mochila al hombro y observó a ambos lados de la calle. La chaparra tomó el arma, entró a la habitación y se escucharon dos tiros. Luego salió de la casa y ambas tomaron un microbús hacia la central camionera, sin mirar para atrás.
A la chaparra le temblaban las manos, sabía que matar a alguien durante la visita del Papa era condenar su alma, y ella no quería irse al infierno…
*
El Camote escuchó cuando el teniente Romero daba ordenes por el canal de radio de la policía:
-A todas las patrullas del sector Reforma, hay un Toyota Gris del 2010 circulando rumbo a Polanco, con dos sospechosos peligrosos y armados. Hay orden de detención en su contra y permiso de usar fuerza letal si es necesario.
-Lo tengo, están sobre Reforma a la altura del museo Tamayo –contestó una patrulla.
Camote llamó a Rolo y le contó lo que acababan de escuchar.
-¡Cambio de planes! -le dijo a Pepe- Déjame frente al Auditorio y tu lárgate al hospital, allí estarás seguro. Te llamo en cuanto encuentre a ese Cucaracho.
Tuvieron suerte que el público del Auditorio Nacional hubiese salido minutos antes causando un caos en el área. Había mucho tráfico y cientos de personas, tratando de hacerle la parada a los taxis a media calle, o caminando hacia las paradas de camiones y la entrada del metro.
Rolo se pudo bajar y desaparecer entre la multitud, mientras Pepe tomaba una pequeña calle sobre la izquierda de la avenida Reforma y se dirigió hacia el Hotel Presidente. Allí le dejó su coche a un valet parking y continuó caminando. Segundos después vio cuando llegaban de las patrullas al hotel, y unos policías corrían hacia el coche, otros se dirigían a la entrada del hotel.
Mientras Garabato, caminando con paso ligero, daba vuelta a la esquina con una sonrisa en el rostro.
*
Rolo se paró a observar el movimiento de los acomodadores de coches, estaban trabajando en medio del caos de la salida de doce mil espectadores, y todos querían largarse de allí primero. Gritos, bocinazos, peleas, mentadas de madres, mientras los valets, y acomodadores corrían de un coche a otro recogiendo las propinas, o ayudando a dirigir el tráfico.
Caminó hacía la zona menos congestionada y vio a un muchacho que recogía el dinero, y daba el cambio de billetes grandes a sus compañeros.
Rolo se acercó a él:
-Busco al Cucaracho -dijo.
-No lo conozco -contestó sin mirarlo.
Rolo le metió un rodillazo en las partes nobles, doblándolo.
-Si no conocieras a tu líder sindical, no tendrías este trabajo… ¿dónde está?
-En el estacionamiento del Teatro Julio Castillo…
-Tú me acompañas… -y jaló al muchacho llevándolo del cuello.
Caminaron por el empedrado hasta una combi vieja, allí estaban un par muchachos ya mayores, fumándose un porro.
-Señor lo buscan…-le dijo el acomodador.
-¡¿Tu que haces aquí, idiota?! -le dijo Cucaracho furioso.
Rolo sacó la pistola y se la puso en la cabeza al Cucaracho…
-Me dicen que fuiste tú el que golpeo a mi amigo el juez… primero me vas a decir doónde está su hijo y luego donde encuentro el dinero…
-No sé de lo que estás hablando… -contestó sin mostrar miedo.
-Tienes cinco segundos…
Rolo giro la pistola hasta tenerla frente a la cabeza de su acompañante.
-Tres.. dos…- y le disparó llenando todo el frente de la combi de los sesos.
Con calma le puso nuevamente la pistola al Cucaracho, mientras el otro chico gimoteaba en el piso.
-¡Estás loco!- dijo el Cucaracho.
-Cinco segundos o corres la misma suerte…
-Yo no sé nada.
-Tres…dos…uno…
-¡Para! A mi solo me pagaron para recoger el dinero y entregarlo…
-¿Dónde entregaste el dinero? ¿A quién?
-En el Royal…se los entregué a unos compas…
-El Royal… ¿el putero de la Zona Rosa?
-Si…Allí le entregué las bolsas…
-¿A quién?
-No lo sé…-Rolo jaló el percutor de la pistola- ¡Espera! Ellos me contactaron porque yo trabajo de cuidador de coches en el Royal… dejaban buenas propinas y les comencé hacer algunos jales de chofer…
-Aparte de el Royal… ¿A qué otro sitio los llevaste?
-A su hotel en la Zona Rosa, a otros antros, de compras, y a una casa en la colonia Taxqueña.
-Y la casa de Taxqueña ¿cómo por donde estaba?…
-No lo sé…
-¡Me estoy enojando cabrón!
-Solo sé… que era una casa verde…
-O me llevas para allá o te mueres… ¿Cuál es tu coche?
-No tengo…. -contestó.
-¿Dónde están las llaves de todos esos coche?-le preguntó al chico.
-Colgadas en la caja de madera… - señalando un poste en la entrada.
Rolo miró los coches y vio en el primer cajón una camioneta.
-Tráeme las llaves de ese Explorer negro…-le ordenó al chico.
El acomodador salió corriendo mientras Rolo y el Cucaracho iban hacia la camioneta…
El chico los alcanzó con las llaves…
-Ahora vete, tu no viste nada, ni te acuerdas de nada… Si este no regresa, tu eres el nuevo líder sindical… ¿de acuerdo?
-Si señor…
-Tu manejas, y vamos a la casa de Taxqueña…-le ordenó al Cucaracho.
-Ya todos deben haber desaparecido, con todo el dinero…
-¿Por qué lo dices…?
-Porque cuando recogieron el dinero, les pregunté si me necesitaban mañana, y me dijeron que no. Que se iban de México hoy por la noche….
-¿Y el muchacho que secuestraron?
-Debe de estar muerto…
-Sabes donde iban…
-A Bogotá…
-Vamos a Taxqueña y reza para que encontremos al hijo del juez…vivo.
La Explorer negra salió rodeando el Campo Marte con dirección al sur de la ciudad.
*
Cuando las dos mujeres llegaron a la central camionera, fueron directo a las taquillas y compraron dos boletos para Tijuana.
El camión salía en una hora cuarenta, así que decidieron sentarse en unas bancas a esperar.
-¿Es la primera vez que matas? -le dijo la fea.
La chaparra no contestó.
-Se te va a olvidar pronto. Ya verás… Yo el primero me lo eche cuando tenia quince años, y de eso ya llovió… la verdad sólo te acuerdas del primero, los demás ya ni piensas en ellos…
-No lo mate- dijo en voz baja.
-¿Qué dijiste?
-No pude. Hice los tiros al aire.
-¡¿Estas loca?!… ¡Nos van a matar!
-¡Es pecado mortal…!
-Prefiero el pecado a que nos metan un tiro en la cabeza… ¡tenemos que regresar!…
-Yo no voy…
-Vienes y cumples tu parte del trato -sacó un cuchillo y lo presionó en la cintura de la chaparra.
Ambas subieron a un taxi y le dieron una dirección tenían que ir a terminar el trabajo, y regresar para no perder el camión.
*
Garabato llegó caminando al Hospital, en cuanto entró a la zona de emergencias se acercó Cero maldad y lo saludó con un gruñido.
-Pase por acá por favor…-le abrió la puerta de una oficina y adentro lo estaban esperando.
-Nos tenía preocupados -dijo el licenciado Olmos.
-Yo también lo estaba… uno de sus policías inició una cacería y me puso de tiro al blanco…
-¿Sabe quién?
-El teniente Cicerón Romero… de la policía.
Garabato vio como Olmos se enfurecía y miró a Cero Maldad que salió de inmediato de la habitación.
-Lo siento mucho señor Garabato… ¿Qué más averiguó?
-Parece que tenemos una pista sólida… Necesito hacer unas llamadas…
Entró Cero Maldad y le hizo una seña al licenciado.
-Ya le enviamos un mensaje al teniente Romero, espero que no lo vuelva a molestar.
-Gracias- dijo Pepe mientras le marcaba a Rolo.
*
El teléfono de Rolo se había quedado sin baterías. Estaban dando vueltas por varias calles en la Colonia Taxqueña, el Cucaracho decía no acordarse bien de donde estaba la casa, insistía en que era verde, pero de noche todas las casas se veían iguales.
-Vine solo dos veces: una para dejarlos y otra para llevar a unas señoras de compras…
-¿Qué señoras?…
-Las que viven en la casa…
-¿No te acuerdas de algún detalle?
-Si, a dos cuadras había un Oxxo…
- En esta pinche ciudad hay un Oxxo cada dos cuadras, no seas mamón…
Frente a ellos paró un taxi y bajaron dos mujeres, mientras una pagaba la otra buscaba las llaves en su bolsa…
-¡Mire esa es una de las mujeres!... la fea que está pagando…
Rolo bajó del coche y corrió hacia ellas el arma en alto. La mujer que estaba esperando el cambio, lo vio por el reflejo del espejo del taxista, metió la mano en la bolsa buscando su cuchillo, y un segundo antes de que pudiese sacarlo, una bala le atravesó la cabeza.
Rolo siguió caminando y se acercó a la otra mujer agarrándola del cabello; Mientras apuntaba el arma en dirección del Cucaracho.
-¡Tu ven acá!…
-Usted se espera porque va llevar un pasajero… ¿Me escuchó?
-Si patrón- respondió el taxista.
La mujer abrió la puerta, y Rolo hizo pasar primero al Cucaracho…
-Tu prende las luces y abre las puertas…
-¿Dónde está el muchacho? –le gritó a la mujer que lloraba sin parar…
-Aquí no hay nadie…señor… -respondió gimiendo.
-¡Francisco Navarro!… ¿me escuchas?…
Se escuchó unas patadas en la pared.
-¡Por allí!…- le dijo al Cucaracho que abrió la puerta.
Allí estaba muchacho amarrado como un animal encima de un colchón en el piso.
-Desátalo- le ordenó al Cucaracho, que le quito el trapo de la boca y luego lo desató.
-¿Francisco Navarro?
-Si, quien es Usted…
-Conozco a alguien que trabaja para tu padre.
-¿Cómo se que me dice la verdad?
-El Juez esta en el Hospital Español en Polanco, afuera hay un taxi, ve a verlo y busca al detective Garabato y dale las gracias, él me mandó por ti.
-¿Mi padre está bien?
-Espero que sí, pero apúrate…está en emergencias del Hospital Español…
El muchacho salió de forma lenta, tapándose los ojos porque lo habían mantenido a obscuras durante varios días.
Subió al taxi y salió rumbo a Polanco.
Rolo regresó a la casa y sin decir palabra levantó la pistola y mató a la mujer de un tiro en la cabeza; luego se volteó hacia el Cucaracho y le disparo en el bajo vientre dos tiros, que lo harían morir lentamente.
-Dile al diablo que muy pronto iré personalmente a saludarlo, que me aparte una buena mesa y sus mejores viejas… -salió y cerró la puerta.
*
Las siguientes tres horas fueron confusas para todos los protagonistas de la historia, Rolo le habló a Garabato para avisarle que el muchacho iba con dirección al hospital, y le contó sobre los secuestradores que huían del país en un vuelo a Bogotá. Garabato le pasó la información al Licenciado Olmos, que a su vez llamó al general García, que en esos momentos aterrizaba en el aeropuerto, y se hizo cargo personalmente de la operación para capturar a los secuestradores.
Con unos minutos de diferencia el Teniente Cicerón Romero recibía el recado de Cero Maldad, a la mañana siguiente el policía apareció muerto en un basurero a las afueras de la ciudad.
Encontrar a los secuestradores fue fácil, sólo un vuelo que salía esa noche del Aeropuerto Benito Juárez rumbo a Bogotá, era el vuelo 714 de Avianca y los tres secuestradores estaban sentados en primera clase, así que sólo tomó seis minutos la incursión del comando del ejército para extraerlos del avión.
Solo el piloto y las asistentes de vuelo de primera clase se enteraron del incidente.
Los cuatro secuestradores fueron trasladados al cuartel militar al oriente de la ciudad.
Rolo observó la operación desde un camioncito del aeropuerto, donde le había pagado a un empleado de la línea aérea, para bajar el equipaje de los colombianos; mientras el Camote estaba borrando de las computadores de la terminal aérea, todo rastro de las maletas. Cuando el Camote terminó el trabajo, oficialmente ese equipaje nunca existió.
*
Garabato vio al muchacho bajarse del taxi, se acercó y vio que estaba un poco lastimado, pero nada serio. Lo llevó hasta la habitación del juez y lo hizo entrar.
Los dos se abrazaron y lloraron.
Intentó salirse sin molestar pero el juez le habló:
-Gracias Garabato, me comunico con usted cuando salga de aquí…
-No se apure, ahora descansen… -y salió de la habitación en el momento que el licenciado Olmos llegaba corriendo.
-¿Es cierto que el chico está aquí?-le preguntó a Pepe.
-Está con el Juez, mande que un médico examine al muchacho antes de que se vaya a casa… Buenas noches licenciado…
-¿No quiere que mis hombres lo lleven?
Garabato pensó que no quería que Cero Maldad lo llevara a su casa.
-No gracias, afuera hay un sitio de taxis…-y salió caminando con rumbo a los elevadores.
Tenía aún algo que hacer. Marcó su celular y cuando le contestaron ordenó una pizza con queso. Le contestaron que era número equivocado y le colgaron.
Se subió al taxi y le dio la dirección de su apartamento, diez minutos después sonaba su celular:
-Diga Usted Detective- era la voz del Delfín.
-El muchacho está a salvo con su padre…
-¿Y los secuestradores?-preguntó.
-Se los llevó el ejército- le dijo Garabato.
-Gracias detective, lo miró pronto…-y colgó.
Ahora si Pepe se relajó y solo pensaba que necesitaba un trago.
Cuando llegaron vio que lo estaba esperando Rolo en la puerta del edificio.
Lo invitó a subir al taxi y cuando estuvo dentro ordenó:
-Llévenos al “Cielito Lindo” en el Centro, detrás del Templo Mayor.
-Ya dijiste Guey…-respondió Rolo.
*
El general García estaba hecho una furia en las oficinas del cuartel del oriente de la ciudad de México, los tres secuestradores habían desaparecido de la prisión del cuartel sin dejar rastro, y no habían encontrado ninguna señal del dinero.
Tenía que hacer algo de inmediato, porque en unas horas le iban a pedir cuentas. Mandó vigilar las salidas y entradas de la ciudad, las terminales aéreas y terrestres.
Algo no le cuadraba en toda esa historia y el general traía atravesado a Garabato y sus métodos de hacer las cosas.
*
La desaparición del Teniente Cicerón Romero de la policía local, desató una casería de brujas en la ciudad, Garabato y su compinche eran los principales sospechosos. Se dio una orden de búsqueda y captura del detective.
La forma como trabajan las diferentes policías, los federales, los del Estado, los de antidrogas, los militares y los marinos alrededor de la ciudad es un verdadero misterio. Básicamente todos están de acuerdo con una sola cosa: las leyes existen para romperlas, y nunca aplican en sus corporaciones.
La comunicación entre ellos es absolutamente nula, y lo que es peor existe una enorme desconfianza entre ellos.
La desconfianza, la corrupción y el dinero del narcotráfico es una combinación que destruye cualquier intento de hacer bien las cosas.
Al final como en un juego…Nadie sabe para quién trabaja.
Pero todos saben quién manda.
Y no es nadie que pertenezca al gobierno.
*
En el momento que el taxi cruzaba el Eje Central Lázaro Cárdenas, el Nissan fue embestido violentamente por un camión de basura. El taxi dio tres vueltas de campana y se fue a estrellar contra un poste de luz.
Cuando Garabato y Rolo despertaron estaban en un hospital del Seguro Social, esposados a sus camas.
*
Luego de casi dos días de recuperación en el hospital, el sábado al mediodía les avisaron que los iban a trasladar, no les dijeron adónde.
Los subieron a una ambulancia, y cuando abrieron la puerta estaban en una suite de lujo del Estadio Azteca, y les dejaron ropa de sus tallas en la salita de entrada.
Se cambiaron las batas del hospital, pidieron unas cervezas y salieron a las butacas del segundo nivel del estadio para ver el partido...
*
Habían salido del Estadio Azteca después de presenciar el clásico capitalino y les habían informado que eran transportados nuevamente al hospital de adónde habían salido horas antes.
Después de una hora de camino la ambulancia detuvo su paso, y el chofer fue bajado de la unidad.
Cuando abrieron la puerta de atrás de la ambulancia se toparon con una desagradable sorpresa…
(Continuará…)
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