Mi primer trabajo de reportero.
Escrita por el Gordo Cebollas.
Hace
unos días pase por la sala de redacción de la Red Deportiva Central, y de
pronto salió el jefe de su oficina y me preguntó:
-Gordo
tienes tu pasaporte vigente?
-Si -contesté
sin saber porque preguntaba.
-Lupe
sácale su boleto al Gordo, se va a Honduras a reportar desde el estadio…
-Solo?
Yo nunca viajo solo. La verdad es que nunca me había subido a un avión.
-Ok
decide a quién quieres llevar de asistente. Lupe encárgate de los boletos, las
acreditaciones y le das dinero de la caja chica. Si llama el Licenciado dile
que voy en camino. Y salió.
Yo me
quedé de una pieza. Para los que no saben yo sólo escribo la “Columna del Espectador”
desde hace apenas unos días, y no soy periodista, ni tengo entrenamiento de
reportero, y hasta mis cuates se burlan de mi porque escribo con faltas de
ortografía.
-Dime
Gordo con quién viajas? - Me preguntó Lupita.
-Déjame
ver si el Zapatos Blancos tiene tiempo- dije yo, mientras marcaba mi celular.
-Oye Zapatos
quieres ir a ver el juego de México en el estadio?
-Dejar
de andar hablando tonterías – me dijo antes de colgarme el teléfono…
Tres
horas después estábamos en camino al aeropuerto. A mi mujer le dejé una nota
encima de la mesa, y al Gerente del Supermercado Vallarta le dije que estaba
enfermo con algo que parecía contagioso.
Nuestro
viaje fue un poco cansado porque de Los Angeles al aeropuerto Tocontín en
Tegucigalpa hicimos cuatro escalas, y 27 horas para llegar; luego en el hotel
no tenían nuestras reservaciones, y tuvimos que dormir la primera noche en una
plaza pública. Pero no toda la noche porque unos amables policías nos
ofrecieron hospedaje en una habitación con un toilet en medio del cuarto.
A la
mañana siguiente cuando les presente mis credenciales de periodista, y el
detective nos dejó libres, no sin antes cobrarnos el hospedaje como si fuese un
hotel de cinco estrellas.
En ese
momento decidimos separarnos, yo fui al estadio a recoger los boletos para el
partido, mientras el Zapatos fue a ver si ya había noticia de las reservaciones
en el hotel.
Recoger
los boletos fue la parte fácil, lo difícil fue sacar al Zapatos de la
delegación de policía por haber golpeado al gerente del hotel. Nos costó lo que
teníamos de viáticos, así que cansados y con hambre nos fuimos a la conferencia
de prensa, donde no pudimos entrar por dos razones: la primera es que ya había
terminado, y la segunda porque nos encontramos con dos señoritas del
Departamento de Turismo de la ciudad, que amablemente nos ofrecieron un tour
gratis por lugares de interés turístico. Nos invitaron a cenar y nos llevaron
al “Club La Tocata”, y nos explicaron que si pedíamos una cerveza, nos
regalaban la cena. Sabíamos por una revista del avión que Honduras tiene muchas
bellezas naturales, y lo pudimos comprobar cuando las dos chicas de turismo se
pusieron a bailar en medio de la cena, y el público alegre y participativo
aplaudía, mientras ellas no dejaban de quitarse la ropa, pensé si ese es el
Ministerio de Turismo, como estará el Ministerio del Interior. Luego las niñas
se sentaron en nuestra mesa y pidieron champán.
A esas
Alturas el Zapatos ya quería subirse a bailar y a quitarse la ropa, pero un
mesero de un metro noventa y doscientos kilos de amabilidad, le movió el dedito
diciendo que no se atreviera a subirse al escenario. El Zapatos obedeció y
cuando el gigante se dio la vuelta, se subió a la mesa y se bajó los pantalones
ante los aplausos de las muchachas y las carcajadas de los caballeros, que se
burlaban de sus calzones de corazones. El grandote ya no pudo hacer nada, las muchachas
rodearon la mesa y aplaudían al ritmo de
la música. El Zapatos se convirtió en la estrella de la noche, canto la del
Rey, el Noa Noa y hasta Gavilán o paloma, ante el delirio de las muchachas y
los borrachos.
Para no
hacerles el cuento largo, todo estuvo bien hasta que nos entregaron la cuenta.
-Qué no
era una invitación? – me preguntó el Zapatos y me pasó la nota…
-Nos
invitaron las señoritas…
-Qué
señoritas? -preguntó el mesero-…
Yo
volteé a ver alrededor del lugar, y no había ni rastro de nuestras anfitrionas.
Trate de decirle al Zapatos que estábamos en problemas pero ya estaba bailando
abrazado a una gorda, que se le estaba cayendo la peluca naranja.
-Oiga
aquí hay un malentendido joven…
Cuando
terminé de decir esto se apareció otra vez nuestro amigo de metro noventa y doscientos
kilos, pero esta vez con cara de pocos amigos.
-Quiero
hablar con el gerente, pedí.
-El
gerente no vino, lo que tenga que decir dígaselo a Carlitos, y miró a la mole humana
que ya apretaba los puños…
-Oiga
nosotros somos periodistas de los Ángeles…
-Si, y
nosotros los Ángeles de Charlie contestó el idiota…
-Va a
pagar o no…
-Es que
no tenemos dinero, pero mañana podemos llamar a mi jefe Don Rubeleone para que
nos mande una transferencia a su nombre…
Cuando
menos pensé Carlitos ya me había cargado con una mano del fundillo y con la
otra del cuello y se aprestaba a aventarme de regreso a Los Ángeles. En ese
momento los dos boletos del juego cayeron al suelo, y sentí como mi cuerpecito
era depositado de forma un poco brusca sobre una silla de metal.
Carlitos
tomó los boletos y preguntó:
-Son
estos boletos pal juego de mañana?
Mi
respuesta pareció levantar el animo de los borrachos que quedaban en el antro,
he inicio inmediatamente la subasta. Al final se vendieron por mil
cuatrocientos dólares. Carlitos, pagó la cuenta y se quedó con el 15% de comisión
y nos dio de cambio: 32 dólares con 58 centavos.
La día
siguiente, con ese dinero pagamos un par de cervezas para la cruda, y vimos el
juego en una cantina a dos cuadras del estadio, en una tele de 19 pulgadas
rodeados de un ambiente ciertamente agresivo, donde los narradores del juego no
paraban de gritar las injusticias en las marcaciones del arbitro, y los múltiples
penales que les había robado… Son unos ladrones!!!
El
juego terminó dos a cero a favor de México. Y cuando terminó el partido un borracho
nos pregunto de donde éramos. El Zapatos contestó que el había nacido en
Londres y que por lo tanto era Inglés miembro de la Comunidad Europea, y
aprovechando el desconcierto yo les hable en inglés con acento Xochimilco, y
salimos por piernas rumbo al aeropuerto.
El
zapatos me insiste que no me olvide de reportar que hace un calor del carajo a
la sombra, y de dos carajos cuando uno sale de la sombra.
Así que
con las disculpas del caso, si usted quiere saber más detalles del juego, le sugerimos
que se compre el periódico. Y al jefe Rubeleone
nuestra disculpa pero lo más importante es que ganamos!!! y ya nos repondremos
en el siguiente encargo desde el Estadio Azteca.
Reportando
desde la cantina “La Chiricuata” en las afueras del Estadio Olímpico Metropolitano
en San Pedro Sula, Honduras el Gordo Cebollas y su asistente el Zapatos Blancos…
GC
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