“Sexo, sexo y más sexo…”




La culpa de que no haya escrito ayer es de Don Rubeleone. 
¿Por qué? Ahora les digo: 
El viernes me habló enojado gritando que estaba escribiendo mucho de fútbol y que estaba aburriendo a los lectores.
-¿De qué quiere que escriba? –pregunté desconcertado.
-A nuestro público les gusta cuando escribes babosadas -dijo categórico- Cuando hablas de sus aventuras, de los chismes de jugadores y sobre todo de sexo, nuestros lectores aumentan. 
Además si hubiese querido un critico de fútbol, podríamos haber mandado al Víctor Llanes o a Hugo Sánchez. 
Ese comentario si dolió, pero me quedé callado…
-¡Pero diga algo! –insistió.
-¿Qué quiere? Primero que más fútbol; luego que más sexo, ¿en qué quedamos?…
-Recuerde que al final del día, el público es el que paga la renta- 
Y colgó. 
Esa llamada casi me cuesta la vida… Me explico:

Después de la llamada de mi jefe, hice una parada en la cantina frente al parque Gorki, para quitarme el mal sabor de la plática. 
Pedí un vodka doble y una jarra de cerveza. 
Un parroquiano viejo y chimuelo, se me quedo viendo y volteo a ver si venía con alguien. 
El cantinero le dijo: 
-Es mexicano. 
A lo que el viejo respondió: 
-Ah… Ahora entiendo…
Menuda fama hemos logrado los mexicanos en catorce días en este país -pensé yo.

Al primer trago de vodka regrese a rumiar mi enojo con el jefe. Yo soy un escritor serio, especialista en fútbol, hasta he leído el libro de Valdano donde dice: 
«El fútbol es lo más importante de entre las cosas que menos importan». Un auténtico filosofo de la vida… el pinche argentino… 

Yo soñaba trabajar con José Ramón, o ya de menos con el pendejo de Javier Alarcón. Pero lo más que logré fue ser el narrador oficial del Deportivo Salamandras, en Mérida, y aunque soy chilango, me confunden con yucateco, por mi cabeza grande.

Lo cierto es que llegué a la capital a una cita en la Federación Mexicana de Futbol, para recibir el premio al mejor narrador deportivo en mi pueblo. Me gané además del viaje en camión, un diploma, mil quinientos pesos y un boleto para el ballet folklórico de Yucatán.

Después de la premiación entré al baño, donde Decio de María y Don Rubeleone se lavaban las manos, mientras discutían…
-¡Si no corres al Cebollas, olvídate de entrevistas en el mundial!
-¿Y a quién pongo? Sólo faltan una semana…

Yo estaba meando y sentí la Mirada de Decio en la espalda.
-Mira aquí tienes al premio nacional de éste año…Es brillante…
Creo que ni se acordaba de mi nombre, yo voltee y extendí la mano para saludar a Don Rubeleone, que después del apretón, se tuvo que lavar las manos otra vez.
-Este hombre es un talento… Además cualquier cosa mejor que el Cebollas…-Dijo y salió del baño. 
-¿Y Usted está disponible?
-¿Como para qué? Dije yo, por precaución
-¡Pos para ir al mundial!…

Así llegue a las páginas de RDC, y lo cuento para que usted entienda que pasé de Mérida a Moscú en una semana, o sea de un pueblito a un pinche pueblote y lo más importante, todavía no se como lidiar con mi jefe.

Por eso mismo decidí complacerlo, y me acordé de que en una de mis primeras notas, escribí una declaración del presidente Putin donde afirmaba: “Las putas de Rusia son las mejores del mundo”, y como Don Rubeleone quiere sexo, pos eso le voy a dar.

-Cantinero dígame donde encuentro una puta…
-Me quedó mirando y señalo mi cerveza…
-No pendejo… una Jore… ¿Cómo se dice en ruso?

En eso entraron unos mexicanos feos acompañados por un grupo de bellezas rusas… Se acercaron a la barra y pidieron cuatro jarras de cerveza y dos botellas de tequila, para empezar.
El cantinero le sonrió al parroquiano chimuelo y dijo: 
-Mexicanos.
Yo con mucho tacto, le pregunté a un gordo que ya venía jarra. y le quedaba chica la playera de México.
-Oye cabrón ¿cómo le hacen para traer esas viejas?
-Rublos -contestó.
-¿Cómo?
-A dos cuadras de aquí esta el Molino Rojo, pregunta por Irina, que es la madrota, y dile que eres mexicano, te va a dar descuento.
-Todo sea por cumplir con mi misión periodística…-Pensé, y salí a trabajar.

El Molino Rojo es un antro de categoría internacional, parece haber sido un palacio de cine de los años cincuentas, convertido en antro.
En el primer piso varias barras, pistas de baile y bellas mujeres en jaulas. 
Cuando llegó el mesero, pregunté por Irina…
Llegó una Gorda enorme con un  vestido de cuero apretado y unos tacones gigantes…
-Gud Nit Madame, I am luking…for a lady for me…
-Pinche inglés –contestó- ¿Dónde lo aprendiste? ¿Con Inglés sin barreras?
-¿Hablas español? -Pregunte sorprendido…
-Claro compita, soy de Sinaloa…y si haces el chiste de la reina del sur, te vas a chingar a tu madre…
-¿Qué maravilla, y que haces en Rusia?
-¿Eres periodista o policía?
-No por supuesto que no. Busco una…
-Puta –interrumpió.
-Pero que sea rusa…
-Desde que Putin dijo que son las mejores, ha aumentado la demanda nacional -dijo riendo…
-¿De dónde vienes?
-De México, de la capital… vengo al mundial…
-Si ya lo sé, mira a tu alrededor…

Mis ojos se habían acostumbrado a la obscuridad, vi un mar de camisetas verdes por todos lados…
-Quiero…
-Son 32,000 rublos…
-¡¿Qué?!
-No te espantes 30,000 rublos son 500 dólares, con todo incluido. Y remarcó “TODO”.
-Ah –pagué pensando en que el jefe me estaba disparando la vieja.

La gorda tomo me tomó de la mano, y me jaló fuera del bullicio, corrió una cortina y vi un largo pasillo con vitrinas a ambos lados. Dentro muchachas de todos los colores, edades y sabores. Algunas con látigos, otras con vibradores en la mano, había una con cables eléctricos pelones, otra encima de un ropero con cara de pocos amigos…
-A los mexicano les gustan las golpeadoras y… que les den por…
-¡No!- interrumpí, para aclarar ese punto- a mi me gustan tiernas y cariñosas…
-Ah – Pasamos a otro pasillo, con más vitrinas pero las decoraciones eran menos agresivas. Frozen, Anatasia y Blanca Nieves eran los temas…Llegamos frente a un cristal donde una hermosa güera, miraba curiosa, sentada en una cama. 
Irina presionó un botón y ella se acercó.
-¿Te gusta? -me preguntó la gorda… Se llama Ana, como Ana Karenina…
-Está preciosa.

Al final del pasillo entramos a un lobby, y allí estaba Ana con una botella de tequila en la mano. Con la otra mano me jaló por las escaleras hacia la zona de habitaciones, entramos y le puso llave a la puerta.
Con esa puerta también se cerró un capítulo de mi vida, un capítulo lleno de candor y hasta podría decir inocencia.
Ana me hizo conocer el paraíso...

Cuando desperté, estaba en un callejón con olor a basura, sin mi cartera, sin zapatos y sin rastros de Ana. 
Caminé a mi hotel, sintiendo el frio de la mañana, en mis pies. 
Llegué, me di una ducha y al cerrar los ojos recordaba lo vivido la noche anterior. Todavía sentía el cuerpo de Ana…
Me quedé dormido. 

Cuando desperté nuevamente no podía moverme. 
Llamé a Sabrina desde mi celular y le dije que tenía una emergencia.
-Ya -contestó y me colgó el teléfono.

Al rato llego acompañado por un ruso del tamaño de un refrigerador llamado Alexander. Alex me tronó la espalda, me alineó el hombro y me colocó nuevamente el huevo izquierdo en su lugar.
-¿Cómo sabías lo que necesitaba? –le pregunté a mi asistente.

Sabrina con una sonrisa en la boca respondió:
Los mexicanos son los mejores clientes de las putas y los quiroprácticos de la ciudad. Ustedes son un negocio Redondo.
-Pero…
-¿Por qué? Porque los mexicanos no están acostumbrados a las mujeres rusas, el sexo aquí es un arte, porque la televisión en muy mala… 
-No le quise replicar que en México la televisión también es terrible, y no por eso las mexicanas son unas magnificas putarracas. La verdad no quería discutir, me quedé dormido otra vez con un ruso encima mío dándome un masaje con alcanfor, y pensando en los programas de Chabelo…

NOTA: Don Rubeleone, mándeme los quinientos que gasté, y otros mil porque quiero extender mi investigación. Ah estoy de acuerdo con Usted de que es un tema interesante para los lectores. 


El Demoño.


0 comentarios:

Publicar un comentario

 

Síguenos en facebook

Síguenos en Twitter

Atletismo Fénix

Atletismo Fénix