NOTA: Se le advierte al lector que este articulo desde Rusia, contiene descripciones de mal gusto, malas palabras, historias absurdas y muchas babosadas. Si Usted es una persona fina, culta y educada por favor absténgase de leer a este patán. La página de Red Deportiva Central no se hace responsable de las opiniones vertidas por este inconsciente, y de antemano pide sinceras disculpas a los ofendidos.
Ayer salí del Estadio emocionado, no sólo con pasajes del juego en la memoria, sino también recordando del ambiente en las tribunas. Subí al coche de mi asistente y nos dirigimos al hostal para descansar y grabar una nota.
De pronto Sabrina decidió arruinarme la noche, y con la mala noche que sólo puede tener una mujer enojada me dijo:
-No sé por que está tan contento, México todavía no logra nada. Si pierde en su próximo juego, van a pasar de la gloria al infierno.
Me mordí la lengua para no caer en la provocación, y en cuanto llegamos al hostal, no me dirigí al cuarto sino al bar de enfrente y pedí un Ron con Coca.
No quería pensar en la posibilidad de quedar fuera del mundial, pero es una posibilidad, de pronto una nube negra se instaló encima de mi cabeza y los eternos temores del “Jugaron como nunca y perdieron como siempre” invadió mi ánimo.
Decidí tomarme un trago más e irme a dormir, porque mi pinche asistente ya se había encargado de echarme a perder la noche.
Las horas en Rusia son extrañas –pensé en medio del trago- y no hablo de la diferencia horaria, sino que obscurece cuatro horas al día, y uno que está impuesto a que siente la luz y brinca de la cama, vale madres. Los días desde que llegué a Rusia duran dieciocho horas y ando todo el día cansado.
Yo creo que por eso hoy por la mañana me entró un ataque de nostalgia, extraño los cuates que no vinieron, mi mesa en la cantina, las quesadillas de flor de calabaza del mercado de Coyoacán, el olor de orines a la entrada de mi departamento, el vivir a salto de mata en la ciudad. Además traigo un méndiga cruda y un dolor de cabeza marca diablo, y por aquí no hay lugar para comer una pancita picosa.
Caminé hasta el parque Gorki (todos los parques se llaman Gorki, como si no hubiese otro futbolista). Entré por una calle angosta llamada Dubaya y encontré lo que necesitaba, una cantina obscura, con parroquianos viejos y silenciosos.
Entré y pedí un vodka doble, una chela negra y unas salchichas con huevo y pan. Todo se veía asqueroso, pero me supo a Gloria.
Después de nivelar mi nivel alcohólico y que se me bajara un poco el dolor de cabeza, me entró un momento de introspección (para los que no entienden es como mirar dentro de uno).
Aquí les va el rollo:
Pensé que la vida como en el fútbol, no existe la justicia.
Los mejores no siempre ganan, los tramposos y abusivos avanzan dejando un reguero de sufrimiento a los que se quedan en el camino.
Así que los que andan por la vida practicando el “Fair Play”, corren el riesgo de quedarse sin dientes.
Como en la vida, en el fútbol también hay envidias y no siempre tendrás claro quienes son tus amigos.
Cada juego es como una batalla donde se trata de derrotar a tu oponente, sea quien sea, y los perdedores serán olvidados en las historias…
Al final sólo uno se queda con el trofeo, y los demás deberán conformarse con los recuerdos de sus pequeñas victorias, y se harán viejos pensando en que hubiese pasado si ganaban la copa. El tormento del hubiera nunca los va a abandonar; este es el costo del atrevimiento de haberlo intentado.
En el fútbol como en la vida, no siempre gana el mejor, pero el que se lleve el trofeo será recordado por siempre, y nadie recordará cómo lo logró…
México si no logra resultados concretos contra Suecia, su rival del cuarto partido y por lo menos una actuación decorosa en el quinto partido. No habrá logrado nada.
No quiero ser negativo, ni desanimar a nadie (además aclaro que sigo pedo), pero lo que dijo mi asistente anoche es totalmente cierto, en una sociedad que espera sólo resultados y en el fondo les importa un carajo, si juegan bien o no.
Si México no logra pasar del quinto partido en forma decorosa, será un fracaso, punto.
Yo mejor sigo chupando, porque hoy tengo un ataque de asco y si salgo a la calle, corro el riesgo de madrear al que se me ponga por delante…
-¡Cantinero! Sírvame otros dos tragos y mándele un vodka a la señorita de vestido rojo…
Horas después me desperté en mi cuarto y vi un vestido rojo en la cama, y escuché que alguien se estaba dando una ducha en el baño, aproveché para hablar a la oficina.
Contestó Lupita la secretaria, y le pedí hablar con Don Rubeleone (tenía la intensión de renunciar). La respuesta me sorprendió:
-No quiere hablar contigo, dice que hagas lo que quieras…
-¿Pero qué paso? –pregunté
-Que con tu nota de ayer provocaste una avalancha de llamadas telefónicas, cientos de mails y amenazas de patrocinadores de retirarse de nuestra cobertura mundialista… El Jefe está enojadísimo…
-¿Y qué hago?
-Lo de siempre: lo que te de la gana… -Y me colgó.
Enseguida le escribí una nota, pidiéndole aumento de sueldo, más viáticos y un mejor hotel en Moscú.
Cuando terminé de escribir mis demandas, vi salir a una monumental mujer de pelo negro y ojos verdes, que camino hacía la cama con una sonrisa juguetona.
Tal vez la vida como el fútbol nos dan a veces pausas para no pensar en nada y divertirnos un poco, sin pensar en que haremos mañana…
Chao.
El Demoño.
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