Rafael Nadal se hace grande ante Grigor Dimitrov al eliminarlo en dos sets de Montecarlo

Foto: ATPWorldTour twitter

Sabíamos que era difícil, pero nos equivocamos: era imposible. Grigor Dimitrov lo intentó este sábado en el Country Club de Montecarlo pero no pudo frenar a la bestia que estos días se pasea por sus pistas. Rafa Nadal, una vez más, se mostró intratable sobre la arena y doblegó en un par de mangas al búlgaro (6-4, 6-1) para colarse en su duodécima final en el Principado. Tanto se esforzó por agarrarse al partido el de Haskovo que incluso terminó algo tocado el combate. Mañana un alemán o un japonés serán el último obstáculo para que el balear vuelva a hacer historia: en su mano está el convertirse en el primer jugador en ganar once veces un mismo trofeo.

Se cumplía una hora de partido y Dimitrov veía cómo en dos dobles falta se le marchaba todo lo que había trabajado en 60 minutos. De empezar 3-0 abajo a meterse de lleno en la pelea con una reacción de gladiador. Y no era fácil, sobre todo cuando ves que tu rival se crece tanto que no existe un hueco posible para hacerle daño. Ni con el saque, ni pelotas altas al revés, ni subiendo a volear… el búlgaro estaba perdido. Pero con pico y pala consiguió ponerse a la altura del duelo, hasta que el 5-4 descubrió lo que realmente pasaba por la cabeza de cada uno.

Nadal mantuvo su garra y sobre tu miedo: no el suyo, sino el que transmite a sus rivales. Dimitrov, que sacaba para igualar a cinco, le tembló el pulso de manera evidente, regalando dos dobles faltas que le llevaron a un 15-30 que olía muy mal. De ahí al 30-40 y a un intercambio de locura que terminó con una derecha del español borrando la línea del paralelo. Se acercó Grigor a husmear el lugar del crimen, a esperar un milagro de aquella marca, pero solo pudo que mirar al cielo, sonreír y caminar hacia el banco a reflexionar. Él no lo sabía, pero justo ahí se había terminado el partido.

¿Y el segundo set? No hubo segundo set. Rafa sacó el esto del arsenal para terminar de aplastar a su oponente, lo cual se sumó a una lesión de espalda de la que Dimitrov estuvo continuamente quejándose. Esa mano en el lumbar mostraba dolor, pero no más que el que Grigor guardaba en su cabeza tras haber cedido el primer parcial. Entonces empezaron a caer los juegos uno tras otro, sin remedio, sin pelea, una y otra vez la pelota del búlgaro se iba fuera o acababa muriendo en la red. Un final feo para un pulso que se antojaba interesante y que cerró el telón con el desenlace que todos esperamos. A Dimitrov le falló la cabeza y luego el físico. Rafa superó sus momentos de dudas y zanjó a lo grande. Aunque lo realmente grande le espera mañana ante Nishikori o Zverev en una jornada donde a historia de este deporte puede volver a llevar su nombre.


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