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Foto: ATPWorldTour twitter |
Suele decirse que un partido de tenis reúne en apenas unas horas todas las sensaciones que pueden experimentarse en la vida. El duelo de tercera ronda de Wimbledon 2018 entre Novak Djokovic y Kyle Edmund ha elevado este dicho a un estatus superior. El ambiente de las gradas del All England Lawn Tennis Club fue mucho más caldeado de lo habitual, en un encuentro de tú a tú entre dos jugadores que no eludieron la refriega y se dejaron el alma en la pista. Por si esto fuera poco, un juez de silla con decisiones polémicas y el carácter tremendamente competitivo e incluso a veces desafiante de Novak, fueron los ingredientes de una receta picante y explosiva.
Los constantes altibajos emocionales del serbio no mermaron su concentración y buen juego. Se vio a un Novak muy intenso de piernas, con hambre de triunfo y estructurando buen los puntos. Aún hay rotos en su tenis que requieren ser cosidos, y fueron éstos los que le llevaron a una situación límite en la primera manga. Y es que en los seis juegos iniciales del partido, Djokovic daba la sensación de tener el partido de tener el partido bajo control pero todo estalló todo por los aires en el séptimo juego. Logró el británico sacudirse la presión y encadenar puntos muy bien organizados que le dieron un inesperado break.
Demostró el bueno de Kyle su progresión al alza aguantando las constantes acometidas del serbio para recuperar el servicio. Novak se rasgaba las vestiduras al asistir a una oleada de líneas y golpes ganadores en posiciones imposibles de un Edmund absolutamente inspirado. Se hizo con el triunfo parcial y forzó a un Djokovic que miraba constantemente a su banquillo en busca de explicaciones. Pero lejos de ser esto una distracción, supuso un acicate para seguir jugando a pleno rendimiento y esperar que su momento llegara.
Llegó cuando su sistema nervioso estaba al borde del ataque de nervios, después de asistir a un ejercicio de escapismo notable de Edmund en los primeros compases del segundo parcial. No gozó el británico de una sola oportunidad de rotura en todo el set pero se puso el mono de trabajo para aguantar mucho, hasta que terminó cayendo como fruta madura. Sufrió una bajada moral, física y, por ende, tenística, que fue aprovechada por el chacal como en los viejos tiempos.
El tercer set fue un recital del serbio, ese hombre capaz de dominar con puño de hierro el circuito ATP. Exhibición de coraje, de garra competitiva y de tenis de un altísimo nivel. El público se posicionó del lado de su jugador y Novak, en un estado de excitación inaudita, respondía lanzando besos cuando ganaba puntos y llegando a hacer gestos reclamando más gritos al público. El pique llegó a su punto álgido cuando se celebró que se le cantara un warning por tiempo excesivo antes de sacar. Pero todo fue una anécdota porque Djokovic estuvo imperturbable y resolvió por 4-6 6-3 6-2 6-4.
Era consciente el serbio de la necesidad de ganar un partido de esta magnitud y ni siquiera un error grueso del juez de silla en un punto relevante del cuarto set, despistaron a un hombre que está en octavos de final pero que mira mucho más allá. Su tenis y actitud le confieren el papel de candidato a todo en Wimbledon 2018. Los rivales tiemblan al ver cómo uno de los mejores de la historia ha recuperado su esencia, su ambición y su mejor tenis.
Fuente: Punto de break
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