Su Majestad Roger Federer está de nuevo en la final de Wimbledon

Foto: Wimbledon twitter

Es imposible no disfrutar del tenis cuando lo juega Roger Federer. Ante una invasión extraterrestre, el ser humano debería ofrecerle sus mejores espectáculos y entre ellos figuraría el ejercicio de suprema elegancia y plasticidad de un hombre especial. Cualquier que no haya empuñado una raqueta pensará con estupor que ese deporte parece sencillo cuando es jugado por el de Basilea, y no adquiere noción real de lo que hace en la pista hasta que intenta emularle.

El suizo ejecuta golpes nunca antes visto, engatusa a un público embelesado ante un despliegue divino. Y es que si Dios se vestía de jugador de baloncesto cuando saltaba a pista Michael Jordan, también lo hace de tenista materializado en Roger. Necesitó de su mejor versión para derrotar a un Tomas Berdych motivado como el que más; el checo parecía inmerso en una etapa decadente, pero Wimbledon 2017 ha demostrado que sigue estando en condiciones de competir por grandes objetivos. Ha de irse orgulloso de lo realizado en un partido ante, simplemente, el mejor.

Sol, césped, y un público entendido. Podrían ser los ingredientes de un concierto de música clásica de siglos pasados, pero en esta ocasión, los violines se sustituyen por una raqueta y el director de orquesta se llama Roger Federer. El helvético no estaba dispuesto a relajarse ni un ápice a pesar de su claro favoritismo para llegar a la final, y salió muy intenso desde el principio. Rompió el saque de un Berdych al que le costó entrar en calor, pero que aprovechó el mínimo resquicio para volver al partido.

Y es que la supremacía de Federer era absoluta en la primera manga, hasta que se relajó ostensiblemente y cuajó un juego al servicio plagado de errores. Tomas recogió el testigo y atacó con inteligencia cada bola, mostrando una gran movilidad de piernas y obteniendo un balance en sus golpes. Acabó el checo la primera manga con 10 errores y 10 golpes ganadores, algo que le permitió llegar al tiebreak pero no ganarlo.

Los genios sacan su esencia en los momentos importantes y eso hizo el suizo. Se puso con ventaja en el marcador y no bajó el pistón durante el segundo parcial. Berdych se mostró muy seguro al servicio y preparó algunas escaramuzas que no surtieron efecto, materializadas en dos bolas de rotura. El buen hacer de ambos servicio se materializó en un armisticio hasta llegar a la muerte súbita, donde se desató de nuevo la batalla, y donde otra vez, Federer abrió el tarro de las esencias.

Fluyó la magia en el terreno donde los mortales dudan y se ven atenazados por los nervios. Contó con una ventaja de 5-1 que Berdych pudo maquillar pero ante la que no se le vio en condiciones de remontar. Con dos sets abajo tras un gran trabajo, podría esperarse un desmorone físico y mental del checo en la tercera manga. Sin embargo, Tomas se mantuvo con fe. Tuvo sus oportunidades en el sexto juego, con un prometedor 15-40 que Federer solventó de un plumazo con tres saques directos y un punto de servicio.

Al juego siguiente, el suizo volvió a incrementar la velocidad de sus piernas y dio un zarpazo que fue definitivo. No hubo lugar a ningún tipo de relajación por parte del helvético, que cerró el partido con la sensación de sentirse inexpugnable en una pista que parece hecha a medida para él; o quizá sea él quien nació para hacer este deporte mejor. Sea como sea, Roger Federer luchará por el decimonoveno Grand Slam en su carrera profesional. Y lo hará en su jardín particular. Un genio anda suelto en Londres, un genio quiere ganar Wimbledon 2017.

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