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Foto: Rolandgarros twitter |
La vigente campeona de Roland Garros no revalidará el título en París. Garbiñe Muguruza cayó en los octavos de final de Roland Garros ante una de las mejores tenistas del mundo en estos momentos. Kristina Mladenovic, con la inestimable y valiosísima ayuda de la pista Suzanne Lenglen, terminó con el sueño de la española, que haciendo un partido correcto, no pudo recuperarse del tempranero break que abrió el tercer parcial, y de un cuarto juego que fue determinante por su desarrollo y posterior resultado. Mladenovic fue mejor en el momento más importante.
El partido arrancó fulgurante, y lo hizo por un único bando, el galo. La francesa está rompiendo a tenista referencia del circuito en base a una competitividad paralela a la de su tenis, un compendio irregular y discontinuo pero de una 'arriesgada precisión' que la convierte en peligrosísima. Es precisamente esa puntualidad competitiva, puede llamarse también capacidad de reacción ante la adversidad, que está haciendo de su tenis de ataque, uno de los más atractivos de la WTA por cómo y en qué momento golpea cada tiro, una sólida y posible opción.
Así discurrió la primera manga, un visto y no visto que sumó aciertos definitivos de la francesa, primorosa cuando activa su patró más clarividente, el que queda por debajo del tercer tiro y cambiando el ritmo y la dirección antes de que la rival esté recuperando el centro de la pista, peculiaridad técnica como no hay en el circuito, Serena a un lado. Para complementar dicha diferencia en el marcador, Garbiñe arrancó nerviosa, penalizada por su servicio, restado de manera muy agresiva por Kiki. La española, sin opciones de rotura en toda la primera manga, tuvo que esperar su momento, el cual llegó.
El segundo set es con el que Garbiñe demuestra por dónde pasa su éxito en cada torneo. Con porcentajes notables, acompañando con el cuerpo el movimiento de sus manos, siempre hacia delante y tomando la pelota cuando esta bota y se acerca a la cintura, adueñándose del tiempo, una opción técnica que comparte con la francesa, y que convierte el choque en un duelo de pistoleras que necesitan marcar el ritmo antes que la oponente. El partido, muy rápido para el reloj, se va al tercer set, donde aparece el nombre de Suzanne Lenglen.
Muguruza, que deja algunos gestos de disconformidad con el público francés, siempre cerca de Kiki, ve como su rival rompe su servicio y sostiene un primer turno muy disputado. Es, sin embargo, en el cuarto juego donde la cita puede cambiar o reforzar el fervor de una pista que acaba siendo decisiva. Mladenovic celebra cada punto importante, brama junto a su gente, y Garbiñe comienza a tomar peores decisiones, a cometer más errores no forzados. Paralelos a destiempo, bolas fuera muy largas, cierta impotencia ante una Mladenovic muy concentrada para activar sus piernas y defender y atacar con contundencia.
Y todo esto tiene el doble mérito, pues la jugadora gala llega a cometer hasta 17 dobles faltas, circunstancia casi incompatible con una victoria en los octavos de un Grand Slam. Es el público y su creciente competitividad, su emergente grandeza, la que está haciendo de Mladenovic una jugadora formidable, distintiva aún compitiendo ofensividad y envergadura con numerosísimos perfiles de la WTA. Mladenovic destila algo que está comprobándose en todo el 2017, que está comprobándose en París, que puede ver a una de las suyas levantando la copa.
Fuente: Punto de Break
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