Roger Federer sigue en plan grande al coronarse en Indian Wells

Foto: BNPParibasOpen twitter

El tenis profesional jamás volverá a ser el mismo tras la etapa gloriosa de Roger Federer. El suizo no solamente ha demostrado que se puede bordar el tenis, sino también que se puede bordar más allá de la treintena. ¡Casi ya en la cuarentena! El de Basilea conquistó este domingo ante Stan Wawrinka (6-4, 7-5) su quinta corona en Indian Wells, el 25 Masters 1000 de su carrera y su 90º trofeo como profesional. Después de seis meses alejado por lesión, Roger vuelve para ganar los dos títulos más importantes en el arranque de la temporada. Mientras tanto, a muchos kilómetros de aquí, Evgeny Donskoy todavía se estará preguntando cómo lo hizo.

El discurso de amistad, de relajación y de nada que perder antes del partido estaba muy bien para aliviar tensiones y rebajar presiones, pero todos sabíamos que una vez entraran estos dos a pista, poca paz íbamos a ver. Los dos tiraron del ABC en pistas rápidas: morder con el servicio y desgarrar con la derecha. Si este plan no salía, de revés tampoco iban cojos. Lamentablemente no pudimos la mejor versión de cada uno, ya que ambos ejercicios se anulaban el uno al otro, pero sí dejaron coletazos de gran calidad para la galería. Solo faltaba que apareciera alguna rendija por dónde meterse y comerle la moral al rival, pero hubo que esperar hasta el último punto del set.

Se despistó Stan un segundo, solamente uno, suficiente para dejar la puerta abierta a una bola de ruptura cuando sacaba para empatar a cinco. Fue un peloteo duro, con globos, dejadas y demás parafernalia, hasta que al de Lausana le faltó el aliento y vio cómo todo lo construido hasta el momento se iba con su rival. Golpe duro, de los que duelen, de los que dejan K.O. al 80% de los tenistas. No es el caso de Wawrinka.

En la reanudación tenía que proponer algo distinto. “Si quieres resultados diferente, no hagas siempre lo mismo”. Algo así dice el refrán, habría que preguntarle a Paulo Coelho. La cuestión es que Stan consiguió lo que nadie había logrado en toda la semana: romperle el servicio a Federer. Otro golpe de remo en la final, aunque poco iba a durar. Con 2-0 abajo, Roger recuperó la sintonía de su raqueta y colocó de nuevo las tablas, casi sin querer se desquitó de esos fantasmas y los volvió a dejar entre paréntesis. El peligro decidió alejarse un poco de la escena y dejar que ambos fueran sumando juegos al servicio, pero el peligro seguía ahí, esperando a que alguno se pusiera nervioso. Y ese, por segunda vez, también fue Wawrinka.

En esta ocasión a orillas del tiebreak, cuando ya se olía el desempate y con una buena ventaja del de Lausana en el duodécimo juego. No sirvió para nada, Roger se animó y corrió hasta la meta, nadie pudo frenarlo. Uno más al bolsillo, con otra edad, con otro rival, después de pasar por una de las mayores alegrías de su vida en Australia, ahora Federer llega y conquista California, en el mismo desierto, sin ceder un solo set. Cada vez tengo más claro que cuando él se vaya, nada volverá a ser lo mismo, que no significa que vaya a ser malo. Hasta entonces, disfrutemos de este genio.


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