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Foto: MiamiOpen twitter |
John Isner aterrizó en Miami con una victoria en cinco torneos disputadas y lo abandona con seis triunfos y el trofeo más importante de su carrera en la maleta. Así es el tenis y así lo quiso hacer el de Carolina Norte, remontando en un partido muy ajustado a Alexander Zverev (6-7, 6-4, 6-4) y demostrar que nunca es tarde si de verdad sientes que estás preparado para ello. Fue la primera gran final cedida por el alemán y la primera conquistada por el norteamericano, que mañana regresará al top10 por la puerta grande tras darle un nuevo soplo de aliento al tenis de su país.
Nos avisaron que viniésemos preparados para ver un duelo frío, de mucha explosividad y de pocos intercambios. Más saques directos que restos ganadores. Más puntos terminados en la red que desde el fondo. Más o menos se cumplieron las expectativas pero no a rajatabla. Por momentos, daba gusto ver cómo Zverev se atrevía a volear y no buscaba el tropiezo de Isner con tanta bola muerta. Como también se agradecía ver a un Isner que no se ahogaba en los rallys largos e incluso sorprendía con algún que otro passing shot que muchos jamás pensaron ver salir de su Prince. Pero ocurrió, como también ocurrió un primer set marcado por varias bolas de break desaprovechadas que desembocaría en el primer tiebreak.
Era el cuarto tiebreak que jugaban en los tres últimos partidos con un balance de 2-2 para cada uno. La conclusión era que no había conclusión, es decir, que podía pasar cualquier cosa. Decíamos ayer en la previa que en partidos como éste es muy necesaria la experiencia, el saber cómo comportarse en los momentos críticos del encuentro para que la ansiedad y la prisa no te pase por encima. Se supone que de este ingrediente iba más sobrado el estadounidense, aunque también es cierto que sus tres finales perdidas en Masters 1000 le atraían más a recuerdos negativos que a guiones que seguir. Lo que finalmente pasó es que el de Greensboro se puso nervioso cuando no tocaba y eso lo aprovechó muy bien el de Hamburgo. Primer set al bolsillo y medio título en la vitrina.
Claro, esto hubiera sido el resumen de un partido en el que al otro lado de la red no estuviera un animal de 208 centímetros de altura, alguien que aterrizaba en la final con 61 ‘aces’ en la maleta. Un hombre que a sus 32 años ya no corre por llegar a la meta antes que nadie, sino que sale ahí fuera e intenta divertirse con lo que hace. Quizá ese fue el camino para que, después de perder la primera manga, John se relajara hasta el punto de romperle el saque a Zvrev con 4-4 en el marcador, ahí donde un campeón no debe dar tregua. El panorama dibujó un 5-4 para el de norteamericano y saque a su favor. Mejor, imposible. Aun así acecharon dos pelotas de quiebre para el germano, pero ya era demasiado tarde. Nos íbamos al tercer asalto.
El quinto set ya era la jungla, una película sin guión, el final emocionante que exigía un lugar tan emblemático como Cayo Vizcaíno. Cinco pelotas de break tuvo en su poder John Isner a mitad del parcial, pero ninguno quiso casarse con el estadounidense. ¿Sería esto una premonición de lo que pasaría después? ¿Acaso el americano contaba con una maldición que le impedía ganar finales de Masters 1000? Pues no, desgraciadamente para Sascha. El de Greensboro esperó su momento y destrozó todas las estadísticas con el 4-4. Break y confirmación para levantar el título más importante de su carrera y regresar mañana al número 9 del mundo. Primero Del Potro y ahora él, el circuito ATP abre definitivamente sus puertas al tenis de altura.
Fuente: Punto de Break
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