Dimitrov firmó su primera victoria en una Copa de Maestros al imponerse a Dominic Thiem

Foto: ATPWorldTour twitter

No siempre se rige un partido de tenis por la calidad de sus jugadores, ni siquiera del que acaba ganando el partido. Muchas veces, la situación, las condiciones e incluso la dinámica se convierten en factores mucho más relevantes que los nombres o el ranking. Este lunes Grigor Dimitrov firmó en Londres su primera victoria en una Copa de Maestros al imponerse a Dominic Thiem (6-3, 5-7, 7-5) en el partido inaugural del Grupo Pete Sampras. Una victoria agradecida con algunas lagunas en el camino que sitúan al búlgaro como el gran candidato a discutirle el liderazgo a Rafa Nadal en ésta Round Robin.

Dentro de todas las situaciones y lecturas que se pudieran dar en el encuentro, en pista se cruzaban dos talentos sobrenaturales, decorados con un revés a una mano que da gloria verlo pero equipados con una cabeza por mejorar, débil por momentos y frágil cuando la situación requiere de la máxima concentración. Pero esto es tenis y uno tiene que ganar, posiblemente el que menos miedo tuviera a perder. El inicio nos respondió que Grigor era el más preparado para llevar el triunfo en el duelo que estaba llamado a nombrar al jugador que le podrá discutir la primera plaza del grupo a Rafa Nadal. Con mucho temple y acierto, el de Haskovo fue ligeramente superior a un rival que se le volvió a notar falta de carácter, pero sobre todo falto de energía.

Otra temporada eterna cargada de torneos, de partidos y un final de gira de tierra batida que, pese a coger luego cierto impulso en un par de paradas, siempre acaba dejando seco al austriaco. No se puede jugar todo, independientemente si llegas o no vivo al domingo final. Si hoy Thiem estaba jugando este torneo, al igual que en 2016, era por sus cinco primeros meses de competición. Lo de estas últimas semanas era otro Thiem, mucho más serio, ausente de alma aunque no exento de calidad para dar un golpe en cualquier momento. El pupilo de Gunter Bresnik sacó algo de garra en la reanudación para igualar el combate hasta llegar al desempate, aunque finalmente no haría falta. Dimitrov dudó en el momento menos oportuno (5-6) y su oponente sonrió, recibiendo al fin el premio a su mejora en cancha.

Ni para ti, ni para mí, el tercer parcial asomaba y todavía no estaba claro quién de los dos había sido mejor. Mucha igualdad, mucho error, pero también mucha emoción al darse un partido así de abierto con chances para cada banda. Con 3-5 para Dimitrov, ya break de por medio, el público se trasladó de nuevo al primer set, viendo en el búlgaro al hombre más preparado para levantar finamente el puño. Parecía que tenía hecho lo más difícil, pero no, faltaba cerrar la fiesta con su servicio. Allí donde todos soñaban con el toque final se encontraron con las dudas de un hombre que todavía tiembla cuando le apunta el foco. Empató Dominic a 5-5 para luego firmar uno de los peores juegos del año perdido en blanco y entregándole a su enemigo la oportunidad de enmendar el fracaso de hace unos minutos. Tres bolas de partido hicieron falta para que Dani Vallverdú respirara tranquilo, pero el objetivo estaba conseguido. Mucho por mejorar todavía, pero ya con la primera piedra despejada del camino.


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