En una noche glacial en la capital colombiana se jugó la final de la Recopa Sudamericana entre Independiente Santa Fe (Colombia) y River Plate (Argentina). Ambos equipos llegaron a disputar esta final por ser campeones Conmebol: los colombianos ganaron la Copa Sudamericana y los de Núñez obtuvieron La Copa Libertadores del año 2015. El ambiente previo al partido era tenso, se sentía la ansiedad propia de enfrentar a un equipo argentino que en su palmarés tiene tres títulos de Copa Libertadores, una Copa Sudamericana, múltiples torneos internacionales y muchos de los jugadores que han vestido su camiseta han llegado a ser catalogados como los mejores del mundo. Los locales, mucho más modestos, sin tantos trofeos en sus vitrinas, contaron con el apoyo incondicional de una hinchada que toleró más de 30 años de mediocridad administrativa y futbolística. En dicho periodo Independiente Santa Fe contó con jugadores importantes como Freddy Rincón, Adolfo el Tren Valencia, Farid Mondragón y Leider Preciado, pero nunca pudo consolidarse como un equipo merecedor de torneos nacionales e internacionales.
Pasaron más de 30 años de sequía y Santa fe, de la mano de Omar Pérez, vuelve a traer esperanza.
Después de una seguidilla de copas nacionales y la coronación como campeón de la sudamericana, al equipo rojo le vendrían nuevos retos. Así fue. A las 7:45 pm saltaron a la cancha del estadio Nemecio Camacho el Campín los leones rojos con el fin de definir los primeros 90 minutos de esta historia.
Los primeros minutos fueron muy tensos para ambos equipos, pero al equipo colombiano se le veía más la inseguridad. Los problemas empezaron. Juan Daniel Roa no cumplió con su deber de marca y flaqueaba en los relevos, en el medio campo Santa Fe perdía control y se daban libertades para las triangulaciones peligrosas que generaban los rivales.
Los dirigidos por Marcelo Gallardo probaron al arco desde media distancia en un par de ocasiones haciendo lucir al arquero Rufay Zapata. Después del minuto 30 a los argentinos empezó a faltarles el aire, consecuencia de jugar en Bogotá y de los 2700 metros de altura sobre el nivel del mar. Los cardenales, por su parte, intentaron asociarse y mostraron algunos destellos de buen juego. Jonathan Gómez hace un cambio de ritmo, dos gambetas, dispara al arco y su remate pasa rozando el palo derecho.
Al término de la primera parte, ninguno de los dos equipos mostró serias intenciones de alterar el empate sin goles. Para el segundo tiempo no hubo cambios, los dos campeones continentales pisaron el césped con los mismos once. Empezó entonces un tira y afloja en el medio campo, con defensas fuertes en el juego aéreo y en los cierres. Santa Fe intentó moverse por los costados pero no encontró una conexión segura entre defensas y volantes. Omar Pérez no es el mismo de hace algunos años aunque siga siendo el líder de su equipo. Para que los volantes de Santa Fe tuvieran la pelota, se debía entregar antes el balón al 10 cardenal. Pérez tuvo que volver a su propio campo para poder obtener el balón porque en el terreno de los argentinos siempre tenía la recia marca de Ponzio y Maidana. Santa Fe sin ideas trató de llegar al arco de River pero ninguna estrategia parecía funcionar, lucía como ese equipo tan criticado que dirigió Alexis García.
La afición bogotana aún no se familiariza con Joao Rodríguez porque al parecer no encuentra su lugar en el equipo, Joao se ve sin ritmo y no halla el modo de encarar a los contrincantes. Con las ideas en el banco, el profesor Costas decide ingresar a Kevin Salazar, gran promesa del futbol colombiano y un jugador que todo el país quiere ver por más de diez minutos. Salazar entró, pidió el balón para distribuirlo por el ataque rojo, pero fue inútil, el tiempo ya se había ido. El empate sin goles en Bogotá da a River Plate la oportunidad de imponer su fútbol y la ventaja de ser local en el partido de vuelta en el estadio Monumental. Santa Fe tendrá que hacer cambios en el medio campo, considerar a Baldomero Perlaza y la experiencia de Yulian Anchico para mitigar el ataque argentino. Toda la gran fiesta que Suramérica estaba esperando no fue empañada por el frío bogotano, se empañó por la gris y tenue actuación de los dos campeones de América.
Juan Esteban Barrera
Edicion: Carlos Rojas
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